Pis\u00e1bamos la escarcha, las aceras heladas, la graf\u00eda fosilizada de la hierba. Camino de Salesianos Atocha. Aquella noche no s\u00e9 qu\u00e9 brigada de la polic\u00eda se hab\u00eda llevado detenido a un joven tendero. Estamos en 1951. \u201c\u00bfPor qu\u00e9 se lo llevaron?\u201d, pregunt\u00e9 a Pepe Rinc\u00f3n, que viv\u00eda en la casa de enfrente. Mir\u00f3 hacia los lados, dud\u00f3 y me dijo: \u201cNo se puede decir\u201d.<\/p>\n
Enfilamos ya la Ronda de Atocha y antes de entrar en el colegio le insisto de nuevo para responderme: \u201cNo se puede decir\u201d. \u00a1Caramba!<\/p>\n
Maruja, la portera de Lavapi\u00e9s 52 era una devota fidel\u00edsima de los secretos y siempre que yo bajaba a la porter\u00eda para salir a la calle le saludaba: \u201c\u00a1Adi\u00f3s, se\u00f1ora Maruja\u201d. Ella no dec\u00eda nada, su mirada ten\u00eda una fijeza triste y parec\u00eda como estancada en un lugar muy lejano donde deb\u00eda estar asom\u00e1ndose alguna memoria que nadie pod\u00eda compartir. Al volver le hablaba como queriendo debilitar aquella resistencia de Maruja a franquearle la entrada, no s\u00e9, a recuerdos, pero ella segu\u00eda muda y absorta. \u201c\u00a1Qu\u00e9 dice mi madre que suba usted cuando quiera a merendar!\u201d. La respuesta era una mueva de sonrisa. El gesto de la anciana remit\u00eda a una imagen despiadada: la de una vida errabunda y amenazada por los espesos edificios y calles de la guerra en Madrid.<\/p>\n
\u201c\u00bfPor qu\u00e9 la se\u00f1ora Maruja habla tan poco, mam\u00e1? \u2013le dije un d\u00eda.<\/p>\n
Y mi madre con la voz surgida de la antig\u00fcedad granadina, despu\u00e9s de mirar a la puerta y a las ventanas, bajando la voz me dijo: \u201cNo se puede decir\u201d.<\/p>\n
La frase era suave, pero al mismo tiempo seca y cortante, como las que suelen producirse en las partidas de p\u00f3quer cuando los contrarios se lo juegan todo.<\/p>\n
Pero de aquella inmediata posguerra, tan mediatizada entre la carro\u00f1a imperial y el dios de los ej\u00e9rcitos, no s\u00f3lo me queda el \u201cNo se puede mirar\u201d. Con esas inesperadas y turbadoras frases se iniciaba el desbordamiento existencial de un lenguaje hip\u00f3crita.<\/p>\n
\u201cNo se pod\u00eda escuchar\u201d Radio Pirenaica<\/em>. \u201cNo se pod\u00edan ver \u201clas carteleras\u201d de la pel\u00edcula Gilda<\/em>. \u201cNo se pod\u00eda mirar\u2026\u201d. A las frases segu\u00eda un silencio inquietante como el que precede a una tormenta. Luego, el estupor. Una especie de choque, de impacto, de escozor. Otra clase de silencio: de inseguridad, de duda, de miedo. Y en ese silencio ocurr\u00edan dos cosas: cerrarme como una lapa, en su propia concha, o transformarme en un interrogante constante y casi siempre eleg\u00eda esto \u00faltimo: \u00bfPor qu\u00e9 no se puede decir? O \u00bfhasta cu\u00e1ndo no se puede decir? Y mi abuela Mam\u00e1 Nona, cogi\u00e9ndome de la mano, tiraba de m\u00ed hasta la iglesia de las Carboneras, donde despu\u00e9s de rezarle al Sant\u00edsimo expuesto los siete padrenuestros, avemar\u00edas y gloria patris \u2013el \u00faltimo por la intenci\u00f3n del Romano Pont\u00edfice- me soplaba lo que ya se pod\u00eda decir. Es decir que el tendero fue apresado porque hac\u00eda estraperlo y el estraperlo estaba prohibido, que la se\u00f1ora Maruja era un pa\u00f1o de l\u00e1grimas porque su marido lo hab\u00edan matado en la guerra y a sus hijos, que no se pod\u00eda escuchar Radio Pirenaica<\/em> porque hablaba mal del general. Respecto a Gilda<\/em>, su gata, no s\u00f3lo se el pod\u00eda mirar, sino hasta acariciar y hacer cosquillas. Pero las carteleras de la artista no se pod\u00eda mirar por inmorales. \u201c\u00bf\u2019Inmo\u2019<\/em> qu\u00e9, abuela?\u201d .Inmortales-. Ya.<\/p>\n -\u00bfY por qu\u00e9 me traes aqu\u00ed, abuela?\u201d \u2013le dec\u00eda yo.<\/p>\n -Porque las Carboneras<\/em> es un buen lugar. A partir de tus ra\u00edces respaldadas por m\u00e1s de trescientos a\u00f1os se podr\u00e1 afianzar en ti la memoria activa y libre para superar esa escisi\u00f3n que marca nuestra historia.<\/p>\n -Ya, abuela entre \u201clo que se debe decir\u201d y \u201clo que no se puede decir\u201d.<\/p>\n Amigo Javier, estas peque\u00f1as historias ya no son m\u00e1s que eso: un modo de acompa\u00f1ar mi trabajo. A mis espaldas queda la posguerra, delante las peque\u00f1as olas del anochecer mientras sopla el mistral. Aquello fue el presente, m\u00e1s fuerte que todo, amo del tiempo y mi voz obedec\u00eda al lugar y al momento.<\/p>\n -Mam\u00e1, mam\u00e1, que ha vuelto el se\u00f1or Gerardo.<\/p>\n Congestionado por la noticia sub\u00ed de dos en dos las escaleras del Lavapi\u00e9s 52<\/em> hasta el 2\u00ba, estre\u00f1ido por las limonadas y reluciente de cremas como los bizcochos al ron de mi abuela, daba vueltas y m\u00e1s vueltas en torno a mi madre.<\/p>\n -\u00a1Mami, que ha vuelto el se\u00f1or Gerardo!<\/p>\n -Ya te he o\u00eddo, hijo.<\/p>\n -Que dice la se\u00f1ora Juana que Gerardo va a dormir dos semanas seguidas por lo menos. Que no quiere que le moleste nadie.<\/p>\n -Chisttt, baja la voz, chico, que\u2026<\/p>\n -\u201cS\u00ed, que no se puede decir, ya se!\u201d. Pero, mam\u00e1, si el se\u00f1or Hip\u00f3lito y sus hijas est\u00e1n de vacaciones y no nos pueden o\u00edr\u2026 Dicen que han soltado de Cuelgamuros<\/em> al menos una docena del barrio.<\/p>\n Mi madre me mir\u00f3 silenciosa. Ven\u00eda de pensamientos lejanos, pero anot\u00f3 en alg\u00fan borde perif\u00e9rico de su mente la belleza de la fidelidad a un estilo, a menudo m\u00e1s visible en ella que en mi padre. La certific\u00f3 con una imperceptible sonrisa. Pero como segu\u00eda guardando silencio, prosegu\u00ed:<\/p>\n -Pepe Rinc\u00f3n ha dicho que lo vamos a celebrar con el peque\u00f1o del se\u00f1or Genaro en el Bar Alcubilla<\/em>. Viene el Manero, los dos Camino, el Iglesias\u2026 supongo que me dejar\u00e1s ir \u00bfno?<\/p>\n -No s\u00f3lo. Toma 25 pesetas para ayudar…<\/p>\n -Pero, mami.<\/p>\n Amigo Javier, 25 pesetas era un capital. Piensa que pag\u00e1bamos 100 por el alquiler del piso. Me distraje un poco de la algarab\u00eda de los vecinos y mirando hacia la calle pens\u00e9 en Cuelgamuros<\/em>. En mi cabeza ten\u00eda una peregrinaci\u00f3n de presos, parecida a la que hab\u00eda visto en las pel\u00edculas de romanos, picando piedra, bajo la zarpa de los guardianes y se me pon\u00eda la carne de gallina. \u201cOtra vez percibo algo de tu padre en ti\u201d, dijo mi madre. Aspir\u00e9 y pas\u00e9 el dorso del \u00edndice por debajo de las fosas nasales para rascarme la nariz. \u201cEste era un tic de mi padre cuando estaba nervioso\u201d.<\/p>\n Cuelgamuros<\/em> se iba convirtiendo en la Santa Cruz del Valle de los Ca\u00eddos<\/em>.<\/p>\n En la posguerra, los supervivientes de la guerra hab\u00edan endurecido el silencio \u2013\u201cEso no se puede decir\u201d-, una especie de callosidad en la piel muerta de la guerra. Todos quer\u00edan habitar un mundo nuevo. Ya no hab\u00eda Rep\u00fablica. Ya no hab\u00eda rey. El general no ten\u00eda nada que ver con ellos. El general no ten\u00eda por qu\u00e9 ver a los reclusos de Cuelgamuros<\/em>, adem\u00e1s tampoco quer\u00eda verlos, adem\u00e1s tampoco quer\u00edan verle. Aquellos ni\u00f1os de la posguerra, hoy ancianos, no queremos escuchar aquellas \u00f3rdenes sagradas del general. \u201cNo hay u\u00f1as sin padrastros, mi general\u201d. \u201cNo hay u\u00f1as sin padrastros, se\u00f1or Presidente del Reino de Espa\u00f1a\u201d. Ah, Javier, el se\u00f1or Gerardo ya no se levant\u00f3 m\u00e1s de la cama. Muri\u00f3 a los pocos d\u00edas. Yo tuve que devolver a mi madre las 25 pesetas para el alquiler del mes siguiente.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Pis\u00e1bamos la escarcha, las aceras heladas, la graf\u00eda fosilizada de la hierba. Camino de Salesianos Atocha. Aquella noche no s\u00e9 qu\u00e9 brigada de la polic\u00eda se hab\u00eda llevado detenido a un joven tendero. 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