Un galard\u00f3n distinto<\/strong><\/p>\nSoy la Cruz de san L\u00e1zaro y san Mauricio. Me cabe el honor de ser la m\u00e1s alta distinci\u00f3n que otorga la casa real de Saboya a los ciudadanos que mejoran la sociedad.<\/p>\n
Llegu\u00e9 al Oratorio de Valdocco en carruaje real. Descansaba recostada en el interior de una peque\u00f1a caja de caoba forrada con terciopelo verde. Me acompa\u00f1aba una carta sellada y firmada por el rey. En ella se mencionaban los m\u00e9ritos contra\u00eddos por el sacerdote Juan Bosco para merecer el galard\u00f3n: ofrecer hogar, alimento y educaci\u00f3n a los chicos pobres de Tur\u00edn.<\/p>\n
Mi cuerpo estaba formado por dos cruces. La primera simbolizaba la abnegaci\u00f3n de los Hermanos de San L\u00e1zaro, dedicados a la cura de leprosos durante Las Cruzadas. La segunda rememoraba el valor de los caballeros de San Mauricio.<\/p>\n
El emisario real dirigi\u00f3 a Don Bosco unas escuetas palabras. Me deposit\u00f3 en sus manos. Cumplido el protocolo, regres\u00f3 al palacio real.<\/p>\n
Minutos despu\u00e9s Don Bosco abr\u00eda la carta y el estuche en su habitaci\u00f3n. Sent\u00ed su mirada. Me sopes\u00f3. Valor\u00f3 el material de mi cuerpo. Me deposit\u00f3 sobre la mesa. Luego, se acerc\u00f3 a la ventana. Observ\u00f3 a los muchachos que jugaban. Y, como quien enfrenta una tentaci\u00f3n, regres\u00f3 a m\u00ed. Yo le esperaba dispuesta a colgar para siempre de su pecho.<\/p>\n
Pero nada de eso ocurri\u00f3. Respir\u00f3 hondo. Abri\u00f3 el caj\u00f3n del escritorio. Me deposit\u00f3 en \u00e9l. Cerr\u00f3. Cuando quise darme cuenta, me hallaba sumergida en la oscura soledad del desinter\u00e9s.<\/p>\n
Varios d\u00edas despu\u00e9s me despert\u00f3 una conversaci\u00f3n. Se abri\u00f3 el caj\u00f3n. El joven sacerdote me tom\u00f3 entre sus manos. El metal dorado de mi cuerpo reflej\u00f3 la luz. Observ\u00e9 al interlocutor: era un conde de porte distinguido y educados modales.<\/p>\n
Prest\u00e9 atenci\u00f3n a las palabras de Don Bosco. Con horror descubr\u00ed que estaba negociando. \u00a1Despreciaba el honor y la gloria que yo pregonar\u00eda desde su pecho! \u00a1Pretend\u00eda canjearme por 500 liras anuales! Palidecieron mis colores. Me cercaron las tinieblas del desprecio.<\/p>\n
Ante la insistencia del conde, Don Bosco protestaba: \u201cCompr\u00e9ndalo, se\u00f1or conde: ya tengo bastantes cruces; no necesito una m\u00e1s. Lo que preciso es dinero para seguir alimentando, vistiendo y educando a estos chicos que tan s\u00f3lo me tienen a m\u00ed\u201d.<\/p>\n
Todav\u00eda no s\u00e9 por qu\u00e9 lo hice. Lo cierto es que acced\u00ed a que me tasaran. Y as\u00ed me convert\u00ed en pan y polenta, en libros y cuadernos, en prendas de vestir y zapatos. Di un nuevo sentido a mi vida\u2026 y vali\u00f3 la pena. El Oratorio de san Francisco de Sales recibi\u00f3, durante mucho tiempo, 500 liras anuales: el precio en el que me valoraron.<\/p>\n
Luego, Don Bosco me releg\u00f3 al fondo del caj\u00f3n. Nunca me coloc\u00f3 sobre su pecho ni me mencion\u00f3. Pero no le guardo rencor. Cada vez que uno de sus muchachos le sonr\u00ede, \u00e9l recibe la m\u00e1s alta de las distinciones. Y yo, aceptando que me tasara, contribu\u00ed a convertir las sonrisas agradecidas de sus chicos en el mejor de los galardones.<\/p>\n
Nota<\/em>:<\/em> 1852. Octubre. La casa real otorga a Don Bosco la Cruz de San L\u00e1zaro y San Mauricio. Don Bosco solicita al conde Cibrario cambiarla por 500 liras anuales. Recibi\u00f3 las 500 liras hasta 1885. Nunca condecor\u00f3 su pecho con la distinci\u00f3n recibida ni la mencion\u00f3 (MBe IV, 375-377).<\/em><\/p><\/blockquote>\nFuente: Bolet\u00edn Salesiano<\/strong><\/em><\/p>\nhttps:\/\/issuu.com\/boletinsalesiano_es\/docs\/boletin_salesiano__mayo_2016 \n[\/et_pb_text][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"
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Un galard\u00f3n distinto<\/strong><\/p>Soy la Cruz de san L\u00e1zaro y san Mauricio. Me cabe el honor de ser la m\u00e1s alta distinci\u00f3n que otorga la casa real de Saboya a los ciudadanos que mejoran la sociedad.<\/p>
Llegu\u00e9 al Oratorio de Valdocco en carruaje real. Descansaba recostada en el interior de una peque\u00f1a caja de caoba forrada con terciopelo verde. Me acompa\u00f1aba una carta sellada y firmada por el rey. En ella se mencionaban los m\u00e9ritos contra\u00eddos por el sacerdote Juan Bosco para merecer el galard\u00f3n: ofrecer hogar, alimento y educaci\u00f3n a los chicos pobres de Tur\u00edn.<\/p>
Mi cuerpo estaba formado por dos cruces. La primera simbolizaba la abnegaci\u00f3n de los Hermanos de San L\u00e1zaro, dedicados a la cura de leprosos durante Las Cruzadas. La segunda rememoraba el valor de los caballeros de San Mauricio.<\/p>
El emisario real dirigi\u00f3 a Don Bosco unas escuetas palabras. Me deposit\u00f3 en sus manos. Cumplido el protocolo, regres\u00f3 al palacio real.<\/p>
Minutos despu\u00e9s Don Bosco abr\u00eda la carta y el estuche en su habitaci\u00f3n. Sent\u00ed su mirada. Me sopes\u00f3. Valor\u00f3 el material de mi cuerpo. Me deposit\u00f3 sobre la mesa. Luego, se acerc\u00f3 a la ventana. Observ\u00f3 a los muchachos que jugaban. Y, como quien enfrenta una tentaci\u00f3n, regres\u00f3 a m\u00ed. Yo le esperaba dispuesta a colgar para siempre de su pecho.<\/p>
Pero nada de eso ocurri\u00f3. Respir\u00f3 hondo. Abri\u00f3 el caj\u00f3n del escritorio. Me deposit\u00f3 en \u00e9l. Cerr\u00f3. Cuando quise darme cuenta, me hallaba sumergida en la oscura soledad del desinter\u00e9s.<\/p>
Varios d\u00edas despu\u00e9s me despert\u00f3 una conversaci\u00f3n. Se abri\u00f3 el caj\u00f3n. El joven sacerdote me tom\u00f3 entre sus manos. El metal dorado de mi cuerpo reflej\u00f3 la luz. Observ\u00e9 al interlocutor: era un conde de porte distinguido y educados modales.<\/p>
Prest\u00e9 atenci\u00f3n a las palabras de Don Bosco. Con horror descubr\u00ed que estaba negociando. \u00a1Despreciaba el honor y la gloria que yo pregonar\u00eda desde su pecho! \u00a1Pretend\u00eda canjearme por 500 liras anuales! Palidecieron mis colores. Me cercaron las tinieblas del desprecio.<\/p>
Ante la insistencia del conde, Don Bosco protestaba: \u201cCompr\u00e9ndalo, se\u00f1or conde: ya tengo bastantes cruces; no necesito una m\u00e1s. Lo que preciso es dinero para seguir alimentando, vistiendo y educando a estos chicos que tan s\u00f3lo me tienen a m\u00ed\u201d.<\/p>
Todav\u00eda no s\u00e9 por qu\u00e9 lo hice. Lo cierto es que acced\u00ed a que me tasaran. Y as\u00ed me convert\u00ed en pan y polenta, en libros y cuadernos, en prendas de vestir y zapatos. Di un nuevo sentido a mi vida\u2026 y vali\u00f3 la pena. El Oratorio de san Francisco de Sales recibi\u00f3, durante mucho tiempo, 500 liras anuales: el precio en el que me valoraron.<\/p>
Luego, Don Bosco me releg\u00f3 al fondo del caj\u00f3n. Nunca me coloc\u00f3 sobre su pecho ni me mencion\u00f3. Pero no le guardo rencor. Cada vez que uno de sus muchachos le sonr\u00ede, \u00e9l recibe la m\u00e1s alta de las distinciones. Y yo, aceptando que me tasara, contribu\u00ed a convertir las sonrisas agradecidas de sus chicos en el mejor de los galardones.<\/p>
Nota<\/em>:<\/em> 1852. Octubre. La casa real otorga a Don Bosco la Cruz de San L\u00e1zaro y San Mauricio. Don Bosco solicita al conde Cibrario cambiarla por 500 liras anuales. Recibi\u00f3 las 500 liras hasta 1885. Nunca condecor\u00f3 su pecho con la distinci\u00f3n recibida ni la mencion\u00f3 (MBe IV, 375-377).<\/em><\/p><\/blockquote>Fuente: Bolet\u00edn Salesiano<\/strong><\/em><\/p>https:\/\/issuu.com\/boletinsalesiano_es\/docs\/boletin_salesiano__mayo_2016<\/p>","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[362,368],"tags":[],"class_list":["post-70261","post","type-post","status-publish","format-standard","has-post-thumbnail","hentry","category-blogs","category-las-cosas-de-don-bosco","et-doesnt-have-format-content","et_post_format-et-post-format-standard"],"yoast_head":"\n
La cruz de san L\u00e1zaro y san Mauricio - Salesianos Espa\u00f1a<\/title>\n \n \n \n \n \n \n \n \n \n \n \n\t \n\t \n\t \n \n \n \n\t \n\t \n\t \n