Francisco de Sales es un obispo del postconcilio. Desde el momento de su consagraci\u00f3n, un pensamiento le domina: ser el obispo que la Iglesia desea y necesita. Ello le orienta a emprender en su di\u00f3cesis de Ginebra la reforma eclesial promovida por el concilio de Trento. Sinti\u00f3 una devoci\u00f3n especial por san Carlos Borromeo, precisamente porque admiraba su celo por la reforma cat\u00f3lica promovido en la di\u00f3cesis de Mil\u00e1n. Lo tuvo como modelo y se esforz\u00f3 siempre por realizar en la di\u00f3cesis de Ginebra lo que \u00e9l hab\u00eda realizado en Mil\u00e1n, es decir, la reforma planteada por Trento.<\/p>\n
Por la doctrina de la fe<\/strong><\/p>\n A este fin tienden los s\u00ednodos diocesanos que celebra cada a\u00f1o en Annecy. Significan un momento eclesial muy importante, que Francisco de Sales prepara y cuida. Pero son adem\u00e1s una asamblea deliberante del clero diocesano, momento de formaci\u00f3n, estudio de los problemas pastorales y deliberaci\u00f3n. Cada a\u00f1o se promulgaban las constituciones sinodales para impulsar la doctrina cristiana y las buenas costumbres; su observancia compromet\u00eda a todos los asistentes.<\/p>\n Tambi\u00e9n la renovaci\u00f3n y reforma del clero es para el obispo de Ginebra, una de sus vivas preocupaciones. Est\u00e1 convencido de que los obispos trabajan en vano si no se cuidan de proveer a sus parroquias de sacerdotes de vida ejemplar y de suficiente doctrina. En este sentido hay que rese\u00f1ar la importancia que conced\u00eda a la digna preparaci\u00f3n para la ordenaci\u00f3n sacerdotal y a la selecci\u00f3n de los candidatos.<\/p>\n La reforma conciliar llega tambi\u00e9n a la catequesis. El obispo de Ginebra da mucha importancia a la formaci\u00f3n religiosa de ni\u00f1os y adolescentes. Renueva la obligatoriedad de la ense\u00f1anza del catecismo en las parroquias y pone los medios para que se cumpla. Establece un reglamento para favorecer el impulso catequ\u00edstico. \u00c9l mismo dio ejemplo, realizando durante varios a\u00f1os, la tarea de catequista. Y, del mismo modo, su impulso renovador se manifiesta en la liturgia, buscando la dignidad y la belleza del culto: da nuevo esplendor al oficio del Cabildo, a las ceremonias de la catedral, a la restauraci\u00f3n de las iglesias.<\/p>\n Siguiendo tambi\u00e9n las recomendaciones pastorales de Trento, emprende la ardua tarea de visitar todas las parroquias de la di\u00f3cesis. Ginebra era una de las di\u00f3cesis m\u00e1s extensas. Fue tarea dif\u00edcil y fatigosa, especialmente por la situaci\u00f3n geogr\u00e1fica en que se encontraban muchas de ellas: aldeas y caser\u00edos situados en las cumbres de las monta\u00f1as, entre nieves y glaciares; pero tambi\u00e9n por su abandono cultural y religioso.<\/p>\n No dej\u00f3 de visitar ninguna. En todas, predicaba, daba catecismo, administraba el sacramento de la confirmaci\u00f3n, confesaba, llevaba la comuni\u00f3n a las casas. Conversaba con la gente sencilla y escuchaba sus problemas. A estas gentes se entreg\u00f3 de manera infatigable, subiendo las escarpadas monta\u00f1as o los caminos de hielo y nieve, compartiendo su pobreza, durmiendo en el duro suelo o sobre un jerg\u00f3n de paja. \u00c9l les llevaba el evangelio; y de ellos aprendi\u00f3 esa sabidur\u00eda pr\u00e1ctica de la gente sencilla del campo y de la monta\u00f1a, con un saber y una prudencia forjada en el crisol de la experiencia y del amor.<\/p>\n Fuente: Bolet\u00edn Salesiano<\/strong><\/em><\/p>\n