{"id":73032,"date":"2022-03-23T13:01:38","date_gmt":"2022-03-23T13:01:38","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=73032"},"modified":"2022-03-23T13:01:38","modified_gmt":"2022-03-23T13:01:38","slug":"el-madrid-de-las-armas-absolutas","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/el-madrid-de-las-armas-absolutas\/","title":{"rendered":"EL MADRID DE LAS ARMAS ABSOLUTAS"},"content":{"rendered":"

Salesianos en la Guerra Civil<\/h2>\n

L\u00c1GRIMAS DE UN LUCHADOR<\/strong><\/p>\n

El Catorce de Abril de 1931 \u2013en frase feliz de De la Cierva\u2013 result\u00f3 demasiado f\u00e1cil, demasiado inocente; fue una inmensa sorpresa para los propios vencedores, que s\u00f3lo triunfaron porque su propio miedo, su propia desesperaci\u00f3n, fue simplemente menor que el abandono suicida de sus adversarios<\/em>.<\/p>\n

De todas maneras, el mes de mayo de ese a\u00f1o avanz\u00f3 con demasiadas destrucciones y demasiadas ruinas en Madrid.<\/p>\n

Ya el d\u00eda 10 de mayo una exaltada multitud hab\u00eda reaccionado contra un acto mon\u00e1rquico \u2013quiz\u00e1s provocativo\u2013, celebrado en su c\u00edrculo de la calle madrile\u00f1a de Alcal\u00e1. Tras las consabidas bofetadas, algunos grupos trataron de asaltar el diario mon\u00e1rquico ABC, frente al que, innecesariamente, hab\u00eda corrido ya la primera sangre de la Rep\u00fablica.<\/p>\n

Despu\u00e9s, sin reparos y sin las indulgencias del presidente del gobierno Maura, que se debat\u00eda, como todo su gobierno, entre la inacci\u00f3n y la inactividad, desbocados e incontrolados, se dedicaron a incendiar templos por toda Espa\u00f1a.<\/p>\n

Lleg\u00f3 la hora de la\u00a0 inyecci\u00f3n.<\/p>\n

Felipe Rinaldi, hundido en su sill\u00f3n, comenzaba a sentir un nudo en la garganta al ver las llamitas azules con que ard\u00eda el alcohol. Pens\u00f3 en los salesianos de Espa\u00f1a, pens\u00f3 en los salesianos de Madrid, en\u00a0 lo que toda una generaci\u00f3n ha llamado la quema de los conventos<\/em>. Entonces, all\u00ed, en Valdocco y en Tur\u00edn, se daba cuenta de\u00a0 que era como si estuvieran quemando algo suyo, su tercer brazo, un trozo de su alma. No s\u00f3lo era asistir a la muerte de unos centilitros de alcohol, era ver arder sus esperanzas en Madrid, los dos colegios de La Ventilla y Villaamil<\/p>\n

Y el enfermero sonre\u00eda cort\u00e9s y complaciente.<\/p>\n

– Don Felipe, la inyecci\u00f3n…, ya, en un santiam\u00e9n.<\/em><\/p>\n

Y \u00e9l dec\u00eda que era mejor esperar, aunque no sab\u00eda muy bien qu\u00e9 era lo que deb\u00eda esperar.<\/p>\n

Un grupo de muchachos decid\u00eda que, de momento, era mejor que fueran encendiendo la hoguera en el espacio que quedaba en medio de las mesas, para que todos pudiera verla bien. Y, un momento despu\u00e9s, todo el barrio contemplaba c\u00f3mo las llamas estallaban \u2013porque los chavalotes hab\u00edan echado gasolina sobre los reclinatorios all\u00ed amontonados\u2013 y todos, todos, lanzaban un \u00a1ooohhh! de satisfacci\u00f3n.<\/p>\n

– Las hogueras son realmente hermosas.<\/em><\/p>\n

– Qu\u00e9 danza m\u00e1s bella es \u00e9sta de las llamas.<\/em><\/p>\n

Y todos \u2013incontrolados, controlados, hasta invitados\u2013 esperaban y se preguntaban si hab\u00edan encendido las hogueras s\u00f3lo porque eran hermosas, \u00a1caramba!, o si realmente iban a quemar algo o a alguien en ellas. Nadie conoc\u00eda muy bien la respuesta, pero todos miraban las llamas como hipnotizados. S\u00f3lo los salesianos de Estrecho, con Garc\u00eda de Vinuesa a la cabeza, sab\u00edan que realmente algo muy importante se hab\u00eda querido quemar en esas hogueras: la vida de Francisca S\u00e1nchez, Teresa Soto, Luisa Sanmart\u00edn, Julia Fern\u00e1ndez, \u00c1ngeles Oliveros, Eugenia S\u00e1nchez, \u00c1urea Montenegro, Josefa Rufas, Mar\u00eda Miralles, Ana Mar\u00eda Mart\u00ed, Nieves L\u00f3pez, Juana Vicente y Francia Mu\u00f1oz.<\/p>\n

Tambi\u00e9n Felipe Rinaldi sab\u00eda que, al arder los colegios de La Ventilla y Villaamil quer\u00edan quemar la vida de los salesianos. Todo ol\u00eda a homicidio y llor\u00f3.<\/p>\n

Se cre\u00eda firme e intent\u00f3 levantarse. Sin embargo, el amago de la muerte, all\u00ed, acodada, su roce, su simple esperanza, le hizo temblar las piernas, qued\u00e1ndose recostado sobre el sill\u00f3n. Era el 5 de diciembre de 1931.<\/p>\n

 <\/p>\n

OSSORIO Y GALLARDO, MANO AMIGA<\/strong><\/p>\n

Al Congreso de Diputados llegaba el proyecto de constituci\u00f3n republicana.<\/p>\n

– El Estado espa\u00f1ol no tiene religi\u00f3n oficial (art\u00edculo 3\u00aa).<\/em><\/p>\n

– Todas las confesiones religiosas ser\u00e1n consideradas sometidas a las leyes generales del pa\u00eds. […] El Estado disolver\u00e1 todas las \u00f3rdenes religiosas y nacionalizar\u00e1 sus bienes <\/em>(art. 24).<\/p>\n

Antonio Pild\u00e1in, can\u00f3nigo y diputado, era grande, grave y digno. Un enorme predicador que confesaba a media Vitoria. Ten\u00eda los ojos abultados del poco dormir.<\/p>\n

– Se\u00f1or Presidente, a m\u00ed no me incumbe el deber de hacer constar que, seg\u00fan la doctrina cat\u00f3lica, ante una ley injusta caben estas tres proposiciones, perfectamente l\u00edcitas: primera, la de la resistencia pasiva; segunda, la de la resistencia activa legal, y tercera, la de la resistencia activa a mano armada.<\/em><\/p>\n

Fue una especia de bomba.<\/p>\n

Unos pataleaban, otros se iban de la sala, otros, a hacer g\u00e1rgaras.<\/p>\n

El Presidente agitaba la campanilla reclamando orden.<\/p>\n

Cargado de experiencias se levant\u00f3, seg\u00fan \u201cEl Socialist<\/em>a\u201d, el m\u00e1s voluminoso cat\u00f3lico del orbe<\/em>, Ossorio y Gallardo.<\/p>\n

Ossorio era impresionante, papalicio, solemne, cordial y excesivo, con la elegancia\u00a0 brutal del caballo y la alegr\u00eda\u00a0 triste del nacido en Lavapi\u00e9s.<\/p>\n

Quiso conciliar y encajar las bravatas del cardenal Segura, del obispo M\u00fagica, de la minor\u00eda cat\u00f3lica en el Parlamento y las amenazas de Pild\u00e1in, en vano.<\/p>\n

Pero, adem\u00e1s, quiso traer consigo al Congreso las voces de la chiquiller\u00eda de las calles de Fuencarral y Hortaleza, de Argumosa y San Lorenzo, de Guzm\u00e1n el Bueno y Alberto Aguilera, para decir:<\/p>\n

– Pero, adem\u00e1s, el que habla naci\u00f3 en el Lavapi\u00e9s, es diputado por Madrid, ha sido concejal por su ciudad y sabe que hay 20.000 ni\u00f1os sin escuela, seg\u00fan las publicaciones oficiales del Ayuntamiento. \u00bfC\u00f3mo va a advertir esta alegre improvisaci\u00f3n, conque se va a suprimir a los salesianos, a los escolapios, a los hermanos de la doctrina cristiana, a cuenta de que tuercen la mente y la conciencia de los ni\u00f1os, a la mayor parte de los cuales s\u00f3lo ense\u00f1ar a leer, a escribir y las reglas fundamentales de la aritm\u00e9tica?<\/p>\n

Ossorio y Gallardo, el crecedero Ossorio, con\u00a0 algo de cordial y l\u00facido elefante humano de ese bazar que era Madrid y que \u00e9l conoc\u00eda tan bien, culminaba la defensa de los religiosos, defendiendo a los salesianos, escolapios y lasalianos.<\/p>\n

Nada de conceptos ni met\u00e1foras, sino a trav\u00e9s de\u00a0 personas que viv\u00edan y le viv\u00edan.<\/p>\n

No pudo ser.<\/p>\n

El art\u00edculo se aprob\u00f3.<\/p>\n

Los salesianos cambiaron sus agujas de marear. Y siguieron su proyecto educativo bajo la Mutua Escolar Cervantes<\/em>, integrada por cat\u00f3licos seglares netos, en su mayor\u00eda antiguos alumnos.<\/p>\n

En el bazar salvaje del Congreso de Diputados de 1931, los salesianos encontraron la mano gruesa y delicada, la mano amiga de Ossorio y Gallardo, mano de cardenal laico y gordo de la religi\u00f3n de la vida.<\/p>\n

 <\/p>\n

UN SANTO DESPLEGABLE<\/strong><\/p>\n

Don Bosco, San Juan Bosco hoy, era un santo tercer\u00f3n y humilde, es decir, era s\u00f3lo beato<\/em>, no ven\u00eda naturalmente en ning\u00fan A\u00f1o Cristiano<\/em>, aunque los chiquillos de los salesianos lo buscaran en todos los almanaques, siendo como era el treinta y uno de enero, d\u00eda \u00fanico y universal de su muerte, y quedaba sepultado bajo los nombres de Juan Bautista, Juan Evangelista y otros Juanes.<\/p>\n

S\u00f3lo en las iglesias de los salesianos, s\u00f3lo en el mundo de sus casas sab\u00edan qui\u00e9n era don Bosco, santo universal y din\u00e1mico, y no lo confundieron con otros, y Antonio Castilla, Alejandro Battaini, Pedro Olivazzo, Antonio Torm, Joaqu\u00edn Urgell\u00e9s y otros cientos, madrugaba para decir una misa particular, en su d\u00eda particular, con un p\u00fablico particular, porque Don Bosco todav\u00eda estaba en un Cielo particular.<\/p>\n

Pero en la Pascua de 1934, P\u00edo XI, el papa que aprobaba, con claridad, poder militar en los sindicatos, declaraba santo a Don Bosco.<\/p>\n

El rostro del momento cat\u00f3lico fue don Bosco y el modelo de su hero\u00edsmo se puso de moda.<\/p>\n

Doscientas mil personas tomaron la plaza de san Pedro en Roma.<\/p>\n

El lat\u00edn del papa fue apacible, sobre el despertar de tantos j\u00f3venes, como si fuese el lat\u00edn de una boda.<\/p>\n

P\u00edo XI dibuj\u00f3 signos, con un conocimiento intensivo del lugar y del acto.<\/p>\n

Don Bosco, el nuevo santo, era un santo desplegable: m\u00e1s estatura \u2013a pesar de su 1,62 cm.\u2013, m\u00e1s inteligencia, m\u00e1s cultura, m\u00e1s adhesiones: llegaba a tener una Congregaci\u00f3n de salesianos, otra de salesianas, otros movimientos ingentes de\u00a0 seglares con su esp\u00edritu.<\/p>\n

Chicos y garzones de la Ronda, de Carabanchel, de Estrecho, del Paseo, giraban y giraban dentro de canciones, fuertes y vertiginosas peonzas juveniles, degradados de viajes y de resacas, en la plaza de san Pedro.<\/p>\n

– Su concierto han entonado \/ las campanas clamorosas \/ al que vemos hoy coronado \/ de laureles y de rosas.<\/em><\/p>\n

– Como que es el mejor santo.<\/em><\/p>\n

– Es el nuestro. Don Bosco es nuestro.<\/em><\/p>\n

– F\u00edjate en todos los santos de la plaza de san Pedro. Todos tienen se\u00f1ales de haber tardado en serlo.<\/em><\/p>\n

– Es que eso del Abogado del Diablo.<\/em><\/p>\n

– Don Bosco ha tardado 46 a\u00f1os. Es decir, poco tiempo.<\/em><\/p>\n

– San Ignacio tard\u00f3 65, san Vicente de Pa\u00fal, 77, San Francisco de Sales, 43.<\/em><\/p>\n

– \u00bfY eso es malo?<\/em><\/p>\n

– Pol\u00edticamente, no s\u00e9. Pr\u00e1cticamente, es malo.<\/em><\/p>\n

As\u00ed transcurr\u00edan las discusiones de los chicos en la plaza, un barullo, ya se ha dicho, de cardenales, salesianos, chicos, j\u00f3venes, viejos, menos viejos. Hasta que P\u00edo XI, flotante y mareante, por sobre la multitud afirmaba:<\/p>\n

– Declaramos, por virtud apost\u00f3lica \u00absanto\u00bb, bienaventurado a Juan Bosco Occhiena, para toda la Iglesia de Dios.<\/p>\n

 <\/p>\n

OBISPO, EL DIRECTOR DE RONDA DE ATOCHA<\/strong><\/p>\n

Tenemos que dar constancia hist\u00f3rica de que la ma\u00f1ana del domingo 27 de octubre de 1935, en la catedral de Madrid, recib\u00eda la consagraci\u00f3n episcopal don Marcelino Olaechea, director de Salesianos\u2013Atocha.<\/p>\n

De obispo consagrante figuraba el inefable nuncio Tedeschini, asistido de Eijo y Garay, obispo de Madrid y de Lauzurica, obispo auxiliar de Valencia.<\/p>\n

Eijo y Garay, que llevaba de la mano a Olaechea, dijo.<\/p>\n

– Reverend\u00edsimo Padre, la Santa Madre Iglesia Cat\u00f3lica pide que a este presb\u00edtero aqu\u00ed presente lo elev\u00e9is al cargo del episcopado.<\/em><\/p>\n

– \u00bfTen\u00e9is mandato apost\u00f3lico?<\/em><\/p>\n

– Lo tenemos.<\/em><\/p>\n

La catedral de san Isidro era un bisbiseo de labios, un silencioso compa\u00f1erismo de amigos, del que nadie se sent\u00eda exiliado, una rueda de cabecitas rapadas de chiquillos de Lavapi\u00e9s, la mejor versi\u00f3n visible y verificable de las ruedas con que representaban ya a san Juan Bosco.<\/p>\n

– El Sumo Pont\u00edfice, presb\u00edtero de los presb\u00edteros y prelado de los prelados, ha elegido al Excelent\u00edsimo y Reverend\u00edsimo se\u00f1or don Marcelino Olaechea.<\/em><\/p>\n

– \u00a1Deo gratias! \u00a1Demos gracias a Dios!<\/em><\/p>\n

Hasta los rapaces sueltos y golfos del Madrid, pimpante y\u00a0 jaranero, de Embajadores y Argumosa, de San Lorenzo o el Gobernador, se amarraban con elegancia a los bancos y cantaban a garganta pelada.<\/p>\n

Tedeschini recordaba a Olaechea:<\/p>\n

Al obispo le corresponde juzgar, interpretar, consagrar, ordenar, ofrecer, bautizar, confirmar.<\/em><\/p>\n

La imposici\u00f3n de manos culminaba la ordenaci\u00f3n del nuevo obispo.<\/p>\n

Los coros entonaban el Te Deum<\/em>, los aleluyas de dar gracias a Dios.<\/p>\n

Hasta el ser\u00edsimo Tom\u00e1s Urquijo y Aguirre y la dign\u00edsima Piedad Izaguirre, su esposa, y padrinos de la ceremonia, se quebraron de emociones.<\/p>\n

A don Tom\u00e1s, el fundador del Banco de Vizcaya<\/em> y la locomotora de otras mil empresas vascas, los obrerillos y aprendices de Madrid le robaron el coraz\u00f3n. Ya no ten\u00eda disculpa y pens\u00f3 fundar en Deusto algo parecido a lo de Salesianos\u2013Atocha<\/em>.<\/p>\n

La ceremonia tuvo un\u00a0 tono, un clima siempre, de la muchachada sin rostro, la de los reinos del hambre y la suciedad. Hijos naturales de un Madrid hecho polvo y sin horizontes \u2013a\u00f1o 1935\u2013 estaban all\u00ed, acompa\u00f1aban al primer obispo salesiano en Espa\u00f1a. Tan desamparados de gram\u00e1tica, que s\u00f3lo escrib\u00edan pintadas, y de catecismo, que s\u00f3lo garabateaban, a mala pena, la se\u00f1al de la cruz, si el ojo del salesiano tutor les ca\u00eda encima.<\/p>\n

Marcelino Olaechea Loizaga se convert\u00eda en una imagen rompiente en la que todo el mundo quer\u00eda invertir, un confalonero de futuro, que sabr\u00e1 recabar afectos y respetos hasta en proyectos y formaciones opuestas.<\/p>\n

 <\/p>\n

LE LEVANTO LA TAPA DE LOS SESOS<\/strong><\/p>\n

El 19 de julio de 1936 era domingo.<\/p>\n

A muchos madrile\u00f1os se les hab\u00eda puesto la voz ronca de tanta confidencia.<\/p>\n

– A primera hora de la tarde est\u00e1 previsto un desfile de mosqueteros por la plaza de Lavapi\u00e9s.<\/em><\/p>\n

– La suerte est\u00e1 echada.<\/em><\/p>\n

– La anarqu\u00eda se est\u00e1 adue\u00f1ando de la calle.<\/em><\/p>\n

Los salesianos de la Ronda hab\u00edan previsto los hechos. S\u00f3lo quedaban en casa 20 alumnos.<\/p>\n

Se respiraba aire de desbandada general.<\/p>\n

El salesiano Francoy mir\u00f3 dos veces al director, Ram\u00f3n Goicoechea, para asegurarse de que merec\u00eda la pena hablar con \u00e9l. Goicoechea pasaba por depresiones. Pero su admiraci\u00f3n por el vasco le hizo decir.<\/p>\n

– Don Ram\u00f3n, tenemos que marchamos.<\/em><\/p>\n

– Est\u00e1 todo <\/em><\/p>\n

– En este momento s\u00f3lo hay una riqueza y es el tiempo, que no se puede comprar.<\/em><\/p>\n

De repente, puertas y ventanas ard\u00edan. Por la Ronda como por Sebasti\u00e1n Elcano.<\/p>\n

Claudio Puy\u00f3 y Lahoz, brigada de la guardia Civil, activ\u00f3 directamente la liberaci\u00f3n de los salesianos y chicos.<\/p>\n

Goicoechea sinti\u00f3 la punzada de saber que hab\u00eda que abandonar, quiz\u00e1s desertar, para no volver.<\/p>\n

El colegio estaba invadido.<\/p>\n

Los \u00faltimos salesianos y los 20 chicos pasaban entre las amenazas y provocaciones como por una sauna de popularidad inversa, fatigados y dolidos.<\/p>\n

Puy\u00f3 y Lahoz escoltaba a los salesianos al salir a la Ronda. Un coche lleno de incontrolados le acapar\u00f3 su atenci\u00f3n.<\/p>\n

– Se\u00f1ores, \u00bfad\u00f3nde van ustedes?<\/em><\/p>\n

– A recoger armamento.<\/em><\/p>\n

– Pues, por ahora, este coche queda requisado. Lo necesitamos para un servicio p\u00fablico y de urgencia.<\/em><\/p>\n

– En marcha.<\/em><\/p>\n

Salesianos y chicos subieron a \u00e9l, como en volandas. La incertidumbre lo invad\u00eda todo.<\/p>\n

Enfilaron hacia la calle de san Bernardo por el Portillo de Embajadores, Puerta de Toledo y Plaza Mayor. El tiroteo callejero arreciaba. El ch\u00f3fer de la camioneta pensaba huir. Puy\u00f3, vi\u00e9ndolas venir, le increp\u00f3 con violencia:<\/p>\n

– Como deje usted el volante, le levanto la tapa de los sesos.<\/em><\/p>\n

En el sexto piso n\u00famero 13 de la calle san Bernardo, radicaba la pensi\u00f3n Abella<\/em>. All\u00e1 quedaron los \u00faltimos salesianos en salir de Atocha y los chicos.<\/p>\n

Francoy se levant\u00f3 para abrazar a Goicoechea, el buen director de los salesianos, pero \u00e9ste hab\u00eda sucumbido al amor, al miedo y al dolor. Don Ram\u00f3n hab\u00eda perdido el juicio.<\/p>\n

Dentro de los c\u00edrculos conc\u00e9ntricos de la invasi\u00f3n, los patios del colegio se convirtieron en dep\u00f3sitos de chatarra, el teatro en Cinema la Pasionaria<\/em>, en Imprenta Len\u00edn<\/em> la iglesia y otras dependencias en Checa\u2013c\u00e1rcel<\/em>.<\/p>\n

 <\/p>\n

NO HABL\u00c9IS DE FUTURO<\/strong><\/p>\n

Ciento treinta muchachos se preparaban en Carabanchel para ser salesianos.<\/p>\n

Para que cualquier instituci\u00f3n funcione, hay que concentrar y apretar sus recursos humanos, descubrir y redescubrir su sabor espeso, su gracia duradera. Ese tiempo agolpado se llama seminario.<\/p>\n

El d\u00eda 19 de julio el pueblo de Carabanchel era un termitero.<\/p>\n

Los dieciocho salesianos de la comunidad pensaron seguir los horarios normales, pero se impusieron decisiones mucho m\u00e1s fuertes.<\/p>\n

Hab\u00eda estallado la guerra. Grupos de incontrolados penetraban en el centro en busca de armas.<\/p>\n

Los incontrolados eran revolucionarios que llevaban la revoluci\u00f3n en la cara, en el alma, en el cuerpo, en la biograf\u00eda. Por su parte, Enrique Saiz, eje de toda aquella colmena, era un santazo, que llevaba la bondad en los ojos, en la sonrisa triste, en la angustia presente.<\/p>\n

– Paz para los chicos, les suplic\u00f3<\/em>.<\/p>\n

Enrique Saiz era limpio e intr\u00e9pido.<\/p>\n

– Aqu\u00ed estoy yo en su lugar.<\/em><\/p>\n

Pero la guerra suele mover a su antojo en el tablero del destino.<\/p>\n

Todo pas\u00f3 deprisa y, por supuesto, diferente de c\u00f3mo los salesianos lo hab\u00edan pensado.<\/p>\n

El salesiano Juan Casta\u00f1o se dej\u00f3 llevar por el coraz\u00f3n y le dijo a un asaltante.<\/p>\n

– \u00bfPor qu\u00e9 hac\u00e9is esto con nosotros? Los salesianos somos unos m\u00e1s con los j\u00f3venes obreros.<\/em><\/p>\n

– El obrero est\u00e1 demasiado explotado, se\u00f1or.<\/em><\/p>\n

– Quiz\u00e1s a alguno de vuestros hijos le hemos dado un futuro los salesianos.<\/em><\/p>\n

– No habl\u00e9is de futuro \u2013<\/em>advirti\u00f3 el asaltante\u2013, porque acaba de llegar el final.<\/em><\/p>\n

Las turbas invasoras devolv\u00edan\u00a0 la mirada con indescriptible frialdad.<\/p>\n

Unos ojos inolvidables de dominio, pasi\u00f3n e indiferencia, pusieron en camino a salesianos y muchachada, unos hacia el final anunciado, otros hacia el cercano colegio de Santa B\u00e1rbara<\/em>.<\/p>\n

A partir de aquel momento, estaban todos en manos del destino.<\/p>\n

Tres meses dur\u00f3 la estancia de los muchachos en Santa B\u00e1rbara<\/em>, encajando sin dificultad su vida a la de los hu\u00e9rfanos de aquel centro.<\/p>\n

Radio Madrid envolv\u00eda en capa de seda ligera la noticia.<\/p>\n

– Los ni\u00f1os del colegio salesiano de Carabanchel Alto han sido trasladados por la Guardia Civil en perfecto orden al colegio de Santa B\u00e1rbara, en la misma localidad. Sus padres o familiares pueden pasar a recogerlos.<\/p>\n

Todos escucharon dentro de s\u00ed por si la sangre se sublevaba, pero s\u00f3lo la sintieron pulsando con \u00edmpetu en el coraz\u00f3n y la oyeron con fuerza en las sienes.<\/p>\n

Cuando o\u00edan rumor de pasos y voces alarmadas, los chicos de los salesianos acud\u00edan a los recibidores. Pod\u00edan ser sus padres o familiares.<\/p>\n

Fueron saliendo muchos, hasta alg\u00fan salesiano joven, camuflado entre ellos.<\/p>\n

El 4 de noviembre de 1936 los nacionales se apoderaban de Getafe y el d\u00eda 6 alcanzaban Carabanchel. Veinticuatro horas antes, estos chicos hab\u00edan sido evacuados a Madrid mismo.<\/p>\n

 <\/p>\n

DIEZ COLCHONES, TODO UN DETALLE<\/strong><\/p>\n

Nadie. Nadie se estaba falseando tanto en este clima de pasi\u00f3n como el desapasionado pueblo, desenfrenado a destajo y reivindicativo postizo, el m\u00e1s postizo y recortable de todos.<\/p>\n

Doscientos hombres armados condujeron a los 18 salesianos al ayuntamiento de Carabanchel.<\/p>\n

Enrique Saiz entrevi\u00f3 la imagen de garzones y j\u00f3venes con el pelo al cero y cartucheras de balas en la cintura, y su meditaci\u00f3n desoladora fue que nadie estaba a salvo, que el mal era como un regad\u00edo y llegaba a todas partes.<\/p>\n

Se volaron todos los puentes de la inteligencia.<\/p>\n

Cuatro largos y penitentes d\u00edas iban a estar los salesianos entre plaza, ayuntamiento y escuela de Carabanchel, paseando su intemperie, su abandono y su silencio.<\/p>\n

La guerra, que quedar\u00e1 como un formidable estruendo en mitad del trayecto personal, fue en realidad un pavoroso silencio de un pueblo, de una ciudad, que ya no pensaba, que ya no trabajaba, que ya no creaba.<\/p>\n

Del d\u00eda 19 al 23 de julio de 1936 los salesianos permanecieron expuestos a ese gran silencio, cementerial y obtuso, donde empezaban a pegar gritos por todas partes los cad\u00e1veres.<\/p>\n

– Ya basta de juegos de ni\u00f1os. Si tiras sobre los curas, dales.<\/p>\n

Uno de los descamisados no pudo evitar una sonrisa.<\/p>\n

– A ti no te han clavado tres cuchilladas, \u00bfverdad?<\/em><\/p>\n

– Ahora pueden caerte m\u00e1s. Hay que marchar a Madrid. Aqu\u00ed ten\u00e9is los d\u00edas contados.<\/em><\/p>\n

Pero los mejores aliados de los salesianos han sido siempre los j\u00f3venes.<\/p>\n

Por entre aquellas chatarras de muerte, media docena de muchachos les proporcionaban diez colchones para aliviar el aullido y la pena, al menos, por las noches.<\/p>\n

Aqu\u00ed los vigilantes perdieron la sonrisa y se acercaron m\u00e1s al grupo de salesianos para, directos e imparables, decirles:<\/p>\n

– No vais a necesitar para nada de los colchones. Dormid sobre la tarima el poco tiempo que os queda de vida.<\/p>\n

La atroz experiencia del momento cortaba el hilo de la comunicaci\u00f3n con el barrio, interrump\u00eda el rengl\u00f3n de la relaci\u00f3n. El idioma cristiano de mil novecientos treinta y seis se transformaba, se envilec\u00eda en gritos, en bravatas, en provocaci\u00f3n.<\/p>\n

De todas maneras, las minuciosas ruedas de la juventud no dejaban de girar ni en estos momentos, a su manera: diez colchones para sus salesianos.<\/p>\n

– Diez colchones, \u00a1qu\u00e9 fineza!<\/em><\/p>\n

– Todo un detalle, por su parte.<\/em><\/p>\n

– \u00bfQui\u00e9n habr\u00e1 sido exactamente? Que me lo cargo.<\/em><\/p>\n

 <\/p>\n

CHICOS CON BOTAS DE SOLDADO<\/strong><\/p>\n

La entrada a la improvisada prisi\u00f3n fue sorprendente: una obra de astucia y cari\u00f1o, concebida entre antiguos alumnos y la Direcci\u00f3n General de Seguridad<\/em>.<\/p>\n

Tres camionetas se deten\u00edan a la puerta, en un silencio suntuoso agravado por el sordo rodar de muchas botas.\u00a0 Los guardias de Asalto ven\u00edan en fila, encabezados por un teniente.<\/p>\n

– Estos frailes que salgan \u2013<\/em>dijo el teniente\u2013, que les vamos a ajustar las cuentas.<\/em><\/p>\n

El momento puso un tono de sinceridad a un muchachote que se le escapaba sin querer y al o\u00eddo de F\u00e9lix Gonz\u00e1lez.<\/p>\n

– Don F\u00e9lix, nos hemos enterado que ven\u00edan a matarles. Nosotros mismos hemos llamado a los Guardias para que les defendiesen.<\/em><\/p>\n

– Gracias, chico. Comprendo el peligro en que os hab\u00e9is metido.<\/em><\/p>\n

– De ninguna manera queremos ser nosotros responsables de vuestra muerte.<\/em><\/p>\n

– Venga, a los coches, deprisa.<\/em><\/p>\n

– Gracias, chico.<\/em><\/p>\n

Los chicos de los salesianos, convertidos en carceleros, tocaban de cerca la cordada de salesianos presos con afecto contenido y eficiente, pero ten\u00edan que ir a la guerra, estaban ya en la guerra, caminando por el largo camino de muerte, que todos los espa\u00f1oles iban a recorrer durante tres a\u00f1os.<\/p>\n

Los salesianos subieron a las camionetas y caminaron, blindados por los guardias, a la Direcci\u00f3n General de Seguridad<\/em>, en la tarde nublada y silenciosa del 23 de julio.<\/p>\n

La plaza de Carabanchel era un hervidero.<\/p>\n

Enrique Saiz miraba a aquella luz a sus muchachos del suburbio, convertidos en soldados, sus c\u00f3mplices de excursiones, juegos y rezos muy recientes. Hab\u00eda chicos renegridos, recastados en hambre y miserias, hab\u00eda otros chicos de blancura adolescente cubierta de fusiles, hab\u00eda descamisados en botas de soldado.<\/p>\n

– Padre An\u00e1s, ten\u00e9is que poneros en manos de la embajada.<\/em><\/p>\n

– Ponerse bajo la protecci\u00f3n de Italia es siempre prudente, pero \u2013<\/em>a\u00f1adi\u00f3 el padre Anastasio\u2013 \u00bfcu\u00e1nto tiempo pens\u00e1is que nuestra estrella puede brillar?<\/em><\/p>\n

En aquel momento, voces enfebrecidas llenaron la plaza. Se oyeron estruendos cercanos y lejanos. Carabanchel era un grito.<\/p>\n

– Disparad a los coches.<\/em><\/p>\n

– Que se los llevan.<\/em><\/p>\n

– No los dej\u00e9is escapar.<\/em><\/p>\n

El teniente, pistola en mano, mandaba arrancar a las camionetas.<\/p>\n

– Dejadnos pasar. Tenemos \u00f3rdenes del Ministerio.<\/em><\/p>\n

Por fin arrancaban. Con los ojos en sus ojos. Con el coraz\u00f3n en su coraz\u00f3n, heridos de vida, curados de muerte, los salesianos lograban entrar en la Direcci\u00f3n General de Seguridad<\/em>.<\/p>\n

 <\/p>\n

LA AORTA DEL ALMA<\/strong><\/p>\n

– De modo que el asalto puede ser el mi\u00e9rcoles.<\/em><\/p>\n

– El mi\u00e9rcoles d\u00eda 22. \u00a1Qu\u00e9 har\u00edamos sin vosotros, se\u00f1ora Carmen!<\/em><\/p>\n

El se\u00f1or Caellas, salesiano coadjutor, cari\u00f1oso y agradecido, coqueteaba, a su manera, con la informaci\u00f3n de los panaderos del colegio del Paseo de Extremadura.<\/p>\n

Ya en mayo de 1936 los salesianos hab\u00edan tenido que mandar a sus casas a los alumnos por temor a atentados o incidentes de cualquier \u00edndole.<\/p>\n

La noche del 18 de julio, Cr\u00edspulo Mart\u00edn, profesor residente en el colegio, regresaba despu\u00e9s de la cena, preocupado, para advertir:<\/p>\n

– Desde algunas casas se suministran armas dentro del mismo barrio.<\/p>\n

Alejandro Battaini, el director, entorn\u00f3 la conversaci\u00f3n que Mart\u00edn pod\u00eda hacer peligrosa.<\/p>\n

– No pasar\u00e1 de un golpe de Estado r\u00e1pido e incruento.<\/p>\n

La noche del 18 al 19 de julio fue de idas y venidas, de ajetreos e incertidumbres.<\/p>\n

Los salesianos sub\u00edan una y otra vez a las terrazas del colegio para ver Madrid.<\/p>\n

– All\u00ed est\u00e1 el Madrid\u2013Madrid.<\/em><\/p>\n

– El que va del Manzanares al Retiro, de Este a Oeste.<\/em><\/p>\n

– Unos cuantos kil\u00f3metros importantes en densidad, m\u00e1s que en n\u00famero.<\/p>\n

– S\u00ed, s\u00ed, all\u00ed la inteligencia, la log\u00edstica, el gobierno.<\/em><\/p>\n

– Por all\u00ed queda Cuatro Caminos, que es la ciudad sagrada de los comunistas.<\/em><\/p>\n

– Por all\u00e1 la Ronda de Atocha.<\/em><\/p>\n

El 19 por la ma\u00f1ana\u00a0 telefonean desde la Ronda para comunicar que una muchedumbre de incontrolados acababa de asaltar el colegio de Estrecho.<\/p>\n

Battaini ten\u00eda la calidad de alfil blanco de un ajedrez de m\u00e1rmol.<\/p>\n

Pocos salesianos encontraremos con tan puntual atenci\u00f3n hacia los dem\u00e1s.<\/p>\n

– Me preocupa vuestro destino.<\/p>\n

Y les va dando un abrazo lleno a cada salesiano.<\/p>\n

– Jos\u00e9 Luis, qu\u00e9 bien te sienta el traje cruzado.<\/em><\/p>\n

– Jos\u00e9 Antonio, os espera a los dos la madre de Joaqu\u00edn y Pepe Rodr\u00edguez, en Ferraz.<\/em><\/p>\n

– R\u00e1pidos, r\u00e1pidos, vosotros al hotel Carmen. S\u00ed, en la calle Fuentes.<\/p>\n

Y un abrazo de Battaini, que era m\u00e1s que un abrazo, injertaba a cada salesiano la aorta. La aorta del alma.<\/p>\n

El Comit\u00e9 popular del distrito encontr\u00f3 apto el colegio para convertirlo en Hospital de Sangre y lo hizo.<\/p>\n

Dormitorios, teatro, aulas, comedores, se transformaron en botiquines, salas de urgencia, quir\u00f3fanos, salas hospitalarias, torturados todos de heridos, de s\u00f3tanos, de muertes, adonde la guerra introduc\u00eda todo un mundo levitante y sobretemporal.<\/p>\n

 <\/p>\n

LO QUE DIGA EL COMIT\u00c9<\/strong><\/p>\n

El sol era flojo y los disparos de fusiles llegaban cercan\u00edsimos, comunicando a los salesianos de Francos Rodr\u00edguez, 5 y 7, que el colegio estaba ocupado.<\/p>\n

Alejandro Vicente, el director de los salesianos, le dio la mano al cabecilla de unos cincuenta hombres malencarados. Una mano como de arcilla y cordial, r\u00e1pida y caliente, salesiana. Se qued\u00f3 en el vac\u00edo y\u00a0 tiesa. Sin respuesta.<\/p>\n

Vicente comprendi\u00f3 el rechazo.<\/p>\n

– \u00bfEs usted el que manda aqu\u00ed, el jefe de los salesianos?<\/em><\/p>\n

Yo no soy jefe de nada. Yo soy uno m\u00e1s en las clases, en los juegos.<\/em><\/p>\n

– \u00bfPor qu\u00e9 envenenan los caramelos?<\/em><\/p>\n

– Todo el mundo nos conoce en el barrio. \u00bfEnvenenar?<\/em><\/p>\n

– Conozco el barrio, les conocemos.<\/em><\/p>\n

Salesianos y ocupantes se cruzaban las miradas. Cutillas, Hern\u00e1ndez, Garc\u00eda de Vinuesa, Larra\u00f1aga, Alonso, Fern\u00e1ndez, Echeverr\u00eda, hablaban entre ellos para que no se les oyera.<\/p>\n

La llegada de dos guardias de Asalto fue providencial.<\/p>\n

Los ocupantes, con sus fusiles, miraban con curiosidad e impaciencia aquella llegada. Sin duda quer\u00edan terminar, fusilar y marcharse.<\/p>\n

Mucha chiquiller\u00eda estaba en torno al colegio.<\/p>\n

– Tenemos que llevarles a la Comisar\u00eda<\/em> \u2013dijo un guardia de Asalto.<\/p>\n

Si Alejandro Vicente era una gran cabeza, antes que nada, Luis Cutillas era ahora una gran pupila que, obligado por una de aquellas cuadrillas, ten\u00eda que acompa\u00f1arles por el centro en busca de armas.<\/p>\n

– A Comisar\u00eda \u2013<\/em>insisti\u00f3 el guardia.<\/p>\n

Pasado Estrecho, la comitiva logr\u00f3 alcanzar la calle Juan de Ol\u00edas, donde estaba la comisar\u00eda del distrito. Transcurridas alrededor de cuatro horas de interrogatorios, los guardias de asalto condujeron a los salesianos a la Direcci\u00f3n General <\/em>y de all\u00ed al mundo de la calle.<\/p>\n

Mientras, a Luis Cutillas, malograda la b\u00fasqueda de armas<\/em>, le conduc\u00edan a un C\u00edrculo popular de j\u00f3venes<\/em>, contiguo a la iglesia del colegio, atestado de gentes de todo tipo.<\/p>\n

– Ahora vais a pagar los desmanes de octubre del 33.<\/em><\/p>\n

– Nosotros nos dedicamos a la educaci\u00f3n de los chicos del barrio.<\/em><\/p>\n

– Se har\u00e1 lo que diga el Comit\u00e9, <\/em>ataj\u00f3 el de m\u00e1s autoridad.<\/p>\n

Luis Cutillas perdi\u00f3 el habla y la esperanza.<\/p>\n

Un muchachote lo miraba desafiante, mientras dejaba caer las palabras con rabia, como gotas de sangre.<\/p>\n

– No te muevas, fraile, voy a ver si hago blanco en tu cabeza.<\/em><\/p>\n

– Se har\u00e1 lo que diga el Comit\u00e9<\/em>, zanj\u00f3 el m\u00e1s fuerte.<\/p>\n

Le procuraron un taxi hasta la estaci\u00f3n de metro de R\u00edos Rosas.<\/p>\n

El colegio de los salesianos qued\u00f3 transformado en cuartel del llamado 5\u00ba Regimiento.<\/p>\n

 <\/p>\n

CONTINUAR\u00c1…<\/h3>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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