{"id":73679,"date":"2022-03-30T11:55:08","date_gmt":"2022-03-30T11:55:08","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=73679"},"modified":"2022-03-30T11:53:21","modified_gmt":"2022-03-30T11:53:21","slug":"el-madrid-de-las-armas-absolutas-2","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/el-madrid-de-las-armas-absolutas-2\/","title":{"rendered":"EL MADRID DE LAS ARMAS ABSOLUTAS 2"},"content":{"rendered":"
Kil\u00f3metro 52 de Madrid<\/strong><\/p>\n <\/p>\n Los porteros de los talleres generales del Ayuntamiento, en la calle M\u00e9ndez \u00c1lvaro, le dijeron a H\u00e9ctor Mart\u00edn, alumno que hab\u00eda sido de Salesianos\u2013Atocha<\/em>:<\/p>\n – Creemos que mataron ayer al director de los salesianos. Vete a ver si lo conoces.<\/p>\n Mart\u00edn corri\u00f3 a la calle M\u00e9ndez \u00c1lvaro.<\/p>\n Sin estar a salvo de las miradas curiosas, se deshizo en l\u00e1grimas.<\/p>\n Estaba tan abatido, que los transe\u00fantes le preguntaron.<\/p>\n – \u00bfEra alg\u00fan familiar tuyo?<\/em><\/p>\n – No, pero yo soy alumno suyo.<\/em><\/p>\n La vida del submundo de la guerra, en la que Mart\u00edn entraba y caminaba y no sal\u00eda, le hab\u00eda metido una sobredosis de negrura de alcantarilla como para hundirse.<\/p>\n – \u00a1Don Enrique asesinado!<\/em><\/p>\n Mart\u00edn quer\u00eda hacer algo y no sab\u00eda. \u00bfQu\u00e9 era eso? \u00bfQu\u00e9 hab\u00eda pasado? \u00bfPor qu\u00e9? Mart\u00edn acababa de entrar en otro mundo, que le ten\u00eda que sustituir.<\/p>\n Era el mundo de la guerra.<\/p>\n El d\u00eda 8 de agosto de 1936 Alejandro Vicente lo visit\u00f3 en la pensi\u00f3n Vascoleonesa<\/em> de la calle Puebla, n\u00ba 17 y encontr\u00f3 a don Enrique muy dispuesto al martirio.<\/p>\n El 1 de octubre, a media tarde, la pensi\u00f3n Nofuentes<\/em> se vio invadida por un\u00a0 grupo de incontrolados.<\/p>\n Enrique Saiz, en el piso inferior, asomado a la mirilla de la puerta presenci\u00f3 el descenso de los salesianos detenidos all\u00ed: Carmelo P\u00e9rez, Pedro Artolozaga, Manuel Borrajo y los primos Mata, Higinio y Juan.<\/p>\n – Ma\u00f1ana vendr\u00e1n a por m\u00ed<\/em>, dijo.<\/p>\n Y es que don Enrique empezaba a ver ya la muerte con m\u00e1s claridad que la vida.<\/p>\n Era el gran ausente de otras vidas. Su ausencia era ya su aureola.<\/p>\n Aquella tarde del 1 de octubre pag\u00f3 la pensi\u00f3n a la due\u00f1a, Beatriz Ibarreche.<\/p>\n – \u00bfPor qu\u00e9 me paga usted esta noche, don Enrique?<\/em><\/p>\n – Porque ma\u00f1ana vendr\u00e1n a por m\u00ed.<\/em><\/p>\n Fue noche de oraci\u00f3n y de espera despierta. Sonaba el viento en la calle Puebla como un nav\u00edo pasando entre las casas, un nav\u00edo fantasma y varado, que gimi\u00f3 al amanecer.<\/p>\n A las nueve de la ma\u00f1ana del d\u00eda 2, se presentaron dos j\u00f3venes en la pensi\u00f3n y se llevaron a don Enrique.<\/p>\n De su soledad don Enrique hizo un h\u00e9roe, y de su independencia un m\u00e1rtir.<\/p>\n – Vengo de matar al director de los salesianos \u2013<\/em>dijo uno de sus asesinos en el hospital provincial\u2013. Estoy satisfecho. Hay que acabar con estos canallas. Le dispar\u00e9 un solo tiro para no matarle y as\u00ed hacerle sufrir. Entonces nos dijo: \u201c\u00a1Por Dios!, acabad de matarme; no me hag\u00e1is sufrir m\u00e1s\u201d. Entonces le pegu\u00e9 otro tiro.<\/em><\/p>\n El cad\u00e1ver de don Enrique Saiz, con la mirada rasa de los muertos, yac\u00eda destrozado en las aceras de M\u00e9ndez \u00c1lvaro. Un pa\u00f1uelo denunciaba su nombre marcado en rojo. Junto a \u00e9l, H\u00e9ctor Mart\u00edn palpitaba de inminencia y de temores, representando a la muchachada dispersa de Salesianos\u2013Atocha<\/em>, convulsa de convulsiones.<\/p>\n <\/p>\n Siempre pasa lo mismo. O casi siempre. Los m\u00e1s tiburones se comen el mejor bocado. Se\u00a0 lo apropian, lo asumen, lo digieren totalmente y ya nadie puede distinguir cu\u00e1l es el bocado y cu\u00e1l el comedor voraz.<\/p>\n Hubo algo extra\u00f1o \u2013cautivante, sin duda\u2013 en la vida de los salesianos en 1936.<\/p>\n No pod\u00edan so\u00f1ar una vida lejos de la vida.<\/p>\n Les pod\u00edan golpear y les golpearon. Les pod\u00edan echar abajo y lo hicieron. Les pod\u00edan arrastrar y tuvieron que comer m\u00e1s barro que una lombriz. Pero a todos, a su manera, les envolvi\u00f3 un halo de felicidad pensada, un aire de ensue\u00f1o, de locura de bengalas, esquiando como entre reyes y oropeles… \u00bfNo iban a tirar al aire su moneda?<\/p>\n Sabino Hern\u00e1ndez Laso, salesiano de Francos Rodr\u00edguez, encontr\u00f3 asilo en el domicilio de Ana Fern\u00e1ndez Vallejo, en la calle Fuencarral, n\u00ba 10, donde compartir\u00eda domicilio con otros tres sacerdotes m\u00e1s.<\/p>\n Sabino concentr\u00f3 el fuego de su fe en invocaciones muy generalizadas.<\/p>\n – \u00a1Santiago y cierra Espa\u00f1a!<\/em>, repet\u00eda con frecuencia.<\/p>\n Convert\u00eda as\u00ed a este hijo del Zebedeo, un poco ambicioso por familia, pero entregado a la intimidad de Jes\u00fas, en su camino. Santiago fue el primer ap\u00f3stol asesinado despu\u00e9s del asesinato del Maestro. No mat\u00f3 enemigos Santiago: muri\u00f3 a sus manos, como le ense\u00f1\u00f3 a morir su\/nuestro Maestro.<\/p>\n – Qu\u00e9 mal le quieren a usted<\/em>, le dijo el muchacho que le prend\u00eda.<\/p>\n – Don Sabino no tiene enemigos<\/em>, despej\u00f3 do\u00f1a Ana.<\/p>\n – S\u00ed, s\u00ed. Uno de la terracita de enfrente, se\u00f1ora.<\/em><\/p>\n Claro que Sabino Hern\u00e1ndez habr\u00eda podido tener otras vidas. Habr\u00eda podido. De verdad, que andaba ahora en la basura y el escarnio, la trampa y la bofetada. Pero ten\u00eda una especie de agradecimiento interior, una reconciliaci\u00f3n de fondo que, a lo mejor, s\u00f3lo pod\u00eda llamarse vocaci\u00f3n.<\/p>\n No eran los incontrolados y descaminados unos angelitos, por eso, Sabino, en lugar de esgrimir contra ellos el caballo blanco de Santiago y su celestial jinete, agachaba la cabeza para entregarla al verdugo. Era amar la vida en estado puro y dram\u00e1tico.<\/p>\n \u00a1Sabino y abre Espa\u00f1a!<\/em> Una esbelta forma de vida, luchando por sobrevivir. Y como \u00e9l, otros salesianos salmantinos recriados en Madrid: Justo Juanes, Nicol\u00e1s de la Torre, Germ\u00e1n Mart\u00edn, Manuel Mart\u00edn, F\u00e9lix Gonz\u00e1lez, Pascual Castro, Heliodoro Ramos, Florencio Rodr\u00edguez, Agust\u00edn Carabias, Gil Delgado, Manuel Garc\u00eda, Sebasti\u00e1n Hern\u00e1ndez, luchando por sobrevivir.<\/p>\n Salmantinos salesianos. Salamanca, ciudad renacentista y de plata vieja, condenada en sus hijos a la muerte, en Madrid.<\/p>\n Sabino y otros trece salesianos se obstinaban en vivir, en moverse y en arrastrarse, casi, casi, como moscas aplastadas. Envueltos en trapos y banderolas ca\u00edan por nuestras cunetas a la luz rasante y trist\u00edsima de la guerra.<\/p>\n D\u00edas de ser medio hombre fueron los d\u00edas de la guerra incivil<\/em>.<\/p>\n D\u00edas de ser medios hombres, partidos verticalmente por la mitad. Una mitad, la derecha, se mov\u00eda, hu\u00eda, rezaba, esperaba, se probaba trajes de paisano, estrenaba alcobas, escrib\u00eda f\u00e1cil minutas y cartas de recomendaci\u00f3n, le\u00eda peri\u00f3dicos, escuchaba la radio, pisaba r\u00e1pido con el zapato, furtivo y gr\u00e1cil.<\/p>\n La otra mitad, la izquierda, palpitaba de fe y testimonio, ten\u00eda corazonadas y convulsiones, viv\u00eda de rumores y miedos, aguantaba imprevistos y sobresaltos, que la dejaban atr\u00e1s, en relaci\u00f3n con la otra mitad. D\u00edas de estar medio bien, medio mal y muy muy mal.<\/p>\n De pronto, a estos medio hombres les sal\u00eda una mitad convulsa de epilepsia. La epilepsia del terror, de la amenaza, de la intimidaci\u00f3n, del acuchillamiento.<\/p>\n – \u00bfLes disparar\u00edan al coraz\u00f3n o a la cabeza?<\/em><\/p>\n – \u00bfQuedar\u00eda presentable ante qui\u00e9n, para qui\u00e9n?<\/em><\/p>\n – Tal vez le fusilar\u00edan al borde de la fosa, como a su t\u00edo.<\/p>\n – \u00bfY si no le fusilasen?<\/em><\/p>\n – \u00a1Qu\u00e9 rid\u00edcula necesidad constante de hacerse de vientre!<\/em><\/p>\n Golpearon a la puerta. Dios, Dios, cu\u00e1ntas puertas.<\/p>\n Las puertas retumbaron en el vac\u00edo como un gran tambor met\u00e1lico.<\/p>\n Fueron saliendo: Mateo Garrulera, Emilio Arce, Victoriano Fern\u00e1ndez, Francisco Jos\u00e9 Mart\u00edn, Anastasio Garz\u00f3n, Ram\u00f3n Eirin, Salvador Fern\u00e1ndez, P\u00edo Conde, Jos\u00e9 Villanova, Esteban Cobo, Francisco Edreira, Valent\u00edn Gil, Carmelo P\u00e9rez, Te\u00f3dulo Gonz\u00e1lez, Virgilio Edreira, Pablo Garc\u00eda, Juan Codera y Tom\u00e1s Gil.<\/p>\n El miedo hab\u00eda barrido sus cabezas, que ahora estaban desiertas, detenidas ante la imagen de aquellos diez fusiles que buscaban sus ojos.<\/p>\n – \u00bfVerdugos? Si algunos eran chiquillos…<\/em><\/p>\n – \u00a1Qu\u00e9 distinto era todo de c\u00f3mo lo hab\u00edan imaginado en el seminario!<\/em><\/p>\n – \u00bfM\u00e1rtir? \u00bfApaleado, ahorcado, quemado?<\/em><\/p>\n – \u00a1Diez, ochenta siglos perfeccion\u00e1ndose en matar!<\/em><\/p>\n Un muro de risas y aguardiente les segu\u00eda.<\/p>\n Sintieron la vaharada sucia de su respiraci\u00f3n, golpe\u00e1ndoles el rostro.<\/p>\n – \u00bfLes atamos las manos?<\/em><\/p>\n – \u00bfLes tapamos los ojos?<\/em><\/p>\n – Ll\u00e9vate a \u00e9ste; que a la muerte de un cura hay que sacarle jugo. Ma\u00f1ana acabaremos.<\/p>\n Una r\u00e1faga de disparos acab\u00f3 con el grupo.<\/p>\n La carne reventada a la altura de los muslos dejaba rostros presentables de algunos. Otros, en cambio, mostraban una boca monstruosamente alargada por la sangre o boquetes misteriosos y terribles en la frente. Tambi\u00e9n en la muerte, d\u00edas de medio hombres.<\/p>\n A don Andr\u00e9s Jim\u00e9nez le hab\u00edan ordenado atravesar la\u00a0 cuneta.<\/p>\n – \u00a1Hola! \u00bfT\u00fa aqu\u00ed? \u00bfNo me conoces?<\/em><\/p>\n – Pues, no, respond\u00eda. No recuerdo.<\/em><\/p>\n – Pues, yo a ti s\u00ed. T\u00fa eres el cura que dec\u00eda misa en…<\/em><\/p>\n Toda una letan\u00eda de rostros lo acosaba.<\/p>\n A don Andr\u00e9s comenz\u00f3 a gritarle en el pecho como una campana enloquecida. Casi no le dejaba respirar. Entonces, \u00bfera posible?, pens\u00f3. \u00bfSer\u00edan capaces?<\/p>\n Se apret\u00f3 entonces contra los cuerpos de sus alumnos, como hab\u00eda hecho de chico en Huelva contra su madre o como deb\u00edan de apretarse los n\u00e1ufragos a la viga que les va a salvar. Y apret\u00f3 muy fuerte los ojos, porque quer\u00eda que el sue\u00f1o se\u00a0 realizara. Y entonces el\u00a0 mundo entero desaparec\u00eda. Y era como si Dios mismo empezara a existir.<\/p>\n – Trae ese crucifijo.<\/em><\/p>\n – Por Dios, \u00bfqu\u00e9 vais a hacer con nosotros?<\/em><\/p>\n – T\u00edralo al suelo.<\/em><\/p>\n – Por Dios, \u00bfqu\u00e9 dec\u00eds?<\/em><\/p>\n – T\u00edralo. P\u00edsalo y te perdonamos la vida.<\/em><\/p>\n Andr\u00e9s Jim\u00e9nez se frot\u00f3 los ojos, se lami\u00f3 los labios.<\/p>\n Bes\u00f3 una y otra vez el crucifijo. Cruz\u00f3 la\u00a0 carretera y avanz\u00f3 en direcci\u00f3n hacia el r\u00edo Henares. Son\u00f3 una descarga de fusiler\u00eda.<\/p>\n Su coraz\u00f3n golpeaba en el pecho, como si quisiera salirse de \u00e9l. \u00bfO quiz\u00e1s eran s\u00f3lo sus manos intentando retener el crucifijo? Posiblemente don Andr\u00e9s sinti\u00f3 que la sangre hu\u00eda de su cabeza y que su cuerpo resbalaba hasta el suelo. S\u00ed, estaba chapoteando en su sangre, hundi\u00e9ndose ya en ella. Quiso agarrarse al crucifijo para no ahogarse, pero sus manos ya no le respond\u00edan.<\/p>\n Uno de los descamisados se adelant\u00f3 hacia la v\u00edctima y movi\u00f3 el cuerpo con el pie. Despu\u00e9s se retir\u00f3 unos pasos y, por tiro de gracia, le vaci\u00f3 el cargador de su\u00a0 pistola.<\/p>\n Las estrellas hicieron compa\u00f1\u00eda al cad\u00e1ver de don Andr\u00e9s, en las anchas tierras de barbecho, en que iban a convertirse varias noches.<\/p>\n Lo mismo que a Juan Larragueta, Luis Mart\u00ednez, Esteban V\u00e1zquez, Jos\u00e9 Mar\u00eda Celaya, Luis Soto, David Mart\u00edn, Severo Vide, Vicente Rodr\u00edguez, Miguel Septi\u00e9n, Dionisio Ull\u00edvarri, Andr\u00e9s G\u00f3mez, Antonio Cid.<\/p>\n Qu\u00e9 confusi\u00f3n \u00e9sta de ser hombres.<\/p>\n Empotrados en improvisados ata\u00fades, como mordidos por dentelladas de tibur\u00f3n, yac\u00edan 47 salesianos de la provincia salesiana de Madrid<\/p>\n \u00bfD\u00f3nde, d\u00f3nde estuvo Dios? \u00bfD\u00f3nde se meti\u00f3 Dios cuando sus salesianos lo necesitaban?<\/p>\n Aquellos 47 cad\u00e1veres se acababan de convertir en el mejor tesoro de los salesianos.<\/p>\n – Los moros, los moros, mam\u00e1.<\/em><\/p>\n – Los moros de la escolta de Franco, pasando a caballo.<\/em><\/p>\n – \u00bfAd\u00f3nde van, mam\u00e1?<\/em><\/p>\n – Camino de Capitan\u00eda.<\/em><\/p>\n Todos los d\u00edas, a las ocho de la ma\u00f1ana, todos, blancos, blancos, del turbante a las botas y con capas blancas, en caballos negros, eran ya l\u00e1minas gloriosas y cotidianas de nuestros barrios de Madrid de posguerra.<\/p>\n – Hoy van de visita de confianza, se les nota.<\/em><\/p>\n Era la voz de la pescadera, aquella cig\u00fce\u00f1a friolenta, virgen y con bigotes.<\/p>\n Los chicos mayores de Salesianos\u2013Atocha<\/em> condenaban, implacables, su mal genio con silbidos.<\/p>\n La vida segu\u00eda en nuestros populares barrios, tras aquella guerra incivil, que dijo Unamuno, en que baj\u00f3 fuego del cielo para castigar errores y torpezas de todos, porque la vida sigue siempre.<\/p>\n Salesianos\u2013Atocha<\/em>, Salesianos\u2013Estrecho<\/em>, Salesianos\u2013Carabanchel<\/em>, Salesianos\u2013El Paseo<\/em>, a pesar de todo, no eran los mismos. Hab\u00edan perdido fuerzas y disc\u00edpulos. Los talleres y las clases, desde la calle, se ve\u00edan\u00a0 negros de holl\u00edn e insidia. El\u00a0 fuego y las armas hab\u00edan estofado de fealdad y negrura hasta las caritas de los chicos.<\/p>\n En el silencio del Archivo de la catedral de Valencia encontr\u00e9 una deliciosa carta del que fuera director del colegio de la Ronda, Olaechea al obispo Modrego de Barcelona en 1945.<\/p>\n – Querido Gregorio: Gracias, muchas gracias, por tus saludos y atenciones. S\u00e9 por unos sacerdotes amigos tuyos, pero tambi\u00e9n amigos m\u00edos que haces gracietas sobre mi persona. Mira, yo no soy nacionalista vasco ni socialista ni falangista. Yo soy SUPERLISTA. \u201cS\u00f3lo la verdad os har\u00e1 libres\u201d (Jn 8,32). Todas esas denominaciones son propias de los que usan chaqueta; t\u00fa y yo usamos sotana. Bien por las ocurrencias, pero bien no les hace. Mis mejores deseos. Tuyo amigo, Marcelino, obispo de Pamplona.<\/em><\/p>\n La gubia de los ebanistas y el rasrasras<\/em> de los tranv\u00edas hab\u00edan vuelto a sonar, m\u00e1s o menos acompasados, por las entristecidas calles de Bravo Murillo o Francos Rodr\u00edguez, de Ronda de Atocha o Embajadores, sin curar todav\u00eda de sus quemaduras.<\/p>\n La posguerra transcurr\u00eda en rumores.<\/p>\n Los timbrazos nocturnos sonaban extra\u00f1os en la estrechez de las empinadas escaleras de madera mal fregadas y barandillas sin encerar.<\/p>\n Olaechea Loizaga, flamante obispo de Pamplona, consideraba ahora su propio palacio a la luz de tanto crimen.<\/p>\n – Dios, Dios, que sigue desapareciendo mucha gente<\/em>.<\/p>\n Aquello parec\u00eda que era una reanudaci\u00f3n, o m\u00e1s bien que el tiempo se empalmaba al tiempo.<\/p>\n <\/p>\n Kil\u00f3metro 52 de Madrid UN VIENTO COMO NAV\u00cdO Los porteros de los talleres generales del Ayuntamiento, en la calle M\u00e9ndez \u00c1lvaro, le dijeron a H\u00e9ctor Mart\u00edn, alumno que hab\u00eda sido de Salesianos\u2013Atocha: – Creemos que mataron ayer al director de los salesianos. Vete a ver si lo conoces. Mart\u00edn corri\u00f3 a la calle M\u00e9ndez […]<\/p>\n","protected":false},"author":8,"featured_media":73684,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"","_et_pb_old_content":"","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[362,363],"tags":[],"class_list":["post-73679","post","type-post","status-publish","format-standard","has-post-thumbnail","hentry","category-blogs","category-blog-de-andar-y-pensar","et-has-post-format-content","et_post_format-et-post-format-standard"],"yoast_head":"\nUN VIENTO COMO NAV\u00cdO<\/strong><\/pre>\n
\u00a1SANTIAGO Y ABRE ESPA\u00d1A!<\/strong><\/pre>\n
<\/h1>\n
D\u00cdAS DE MEDIO HOMBRES<\/strong><\/pre>\n
<\/h1>\n
KIL\u00d3METRO 52 DE LA CARRETERA DE MADRID<\/strong><\/pre>\n
<\/h1>\n
S\u00d3LO LA VERDAD OS HAR\u00c1 LIBRES<\/strong><\/pre>\n
CONTINUAR\u00c1…<\/h3>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"