{"id":74717,"date":"2022-04-13T11:01:02","date_gmt":"2022-04-13T11:01:02","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=74717"},"modified":"2022-04-13T11:01:02","modified_gmt":"2022-04-13T11:01:02","slug":"el-madrid-de-la-ira-salesianos-audaces","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/el-madrid-de-la-ira-salesianos-audaces\/","title":{"rendered":"EL MADRID DE LA IRA, SALESIANOS AUDACES"},"content":{"rendered":"

NO M\u00c1S SANGRE<\/strong><\/h3>\n

O sea que, conc\u00e9ntrico al orden franquista, hab\u00eda en aquellos a\u00f1os cuarenta y cincuenta un desorden interior que se generaba, se asimilaba, se propiciaba o se callaba.<\/p>\n

El salesiano Olaechea tomaba nota de todo y quedaba en penumbra observando.<\/p>\n

El desorden y el asesinato en 1937 hab\u00edan llegado, en Pamplona, a lo tempestuoso, a lo injusto, a lo criminal.<\/p>\n

En las aceras de Pamplona, todas las ma\u00f1anas, en una dificultad de ropa y sangres, aparec\u00edan cuerpos de hombres, de j\u00f3venes… ahogados, estrangulados, macheteados, muertos de varias muertes. Los ojos de don Marcelino pudieron recorrer m\u00e1s de una vez aquellos cuerpos, como lengua de luz.<\/p>\n

– Dios, Dios.<\/em><\/p>\n

No pod\u00eda seguir mirando.<\/p>\n

El 8 de diciembre de 1937 no pudo m\u00e1s y lanz\u00f3 su exhortaci\u00f3n pastoral No m\u00e1s sangre<\/em>, que lleg\u00f3 a taladrar todos los cielos del odio, con su golpeteo seguro y limpio.<\/p>\n

– No m\u00e1s sangre que la decretada por los tribunales de justicia, serena, largamente pensada, escrupulosamente discutida, clara, sin dudas, que jam\u00e1s sea amarga fuente de remordimiento.<\/em><\/p>\n

Y como en una guerra se obliga a jugar, por cubrir las apariencias, en un juego sutil del que se sustraen las piezas fundamentales: las vidas de los otros, Olaechea gritaba:<\/p>\n

– Ni una gota de sangre de venganza. Una gota de sangre mal vertida pesa como un mundo de plomo en la conciencia honrada, no da reposo en la vida y satura de pena y remordimiento en la muerte. Ya no habr\u00e1 izquierdas ni derechas, no habr\u00e1 partidos, todos hermanos. El evangelio es uno y ser\u00e1 uno hasta el fin de los siglos, y cumpli\u00e9ndolo con sinceridad de vida llegaremos a aquella patria que es verdadera patria, sin disensiones ni partidos.<\/p>\n

Todo, toda iba volviendo a la cotidianidad y la repetici\u00f3n en los barrios de Madrid, bajo los cielos sucesivos del canto sant\u00edsimo de las novenas de Mar\u00eda Auxiliadora; los cantos regionales de la Secci\u00f3n Femenina<\/em>; las marchas imp\u00e1vidas y vegetales, de La mirada clara y lejos<\/em> o Franco, Franco, siempre Arriba Espa\u00f1a<\/em>, el virtuoso piano de Felipe Alc\u00e1ntara; la gubia perseverante de Jos\u00e9 Recasens, que taladraba todos los pensamientos de cientos de aprendices; la aguja ensebada de Higinio Arce \u2013don Higinio\u2013 tras la cercana guerra lejana, tan presente gracias al crimen posterior.<\/p>\n

En los barrios de Cuatro Caminos y Estrecho, Alto de Extremadura y Carabanchel Alto, donde no pasa nada, sol\u00edan pasar muchas cosas.<\/p>\n

Mientras, la pila de s\u00faplicas de indulto crec\u00eda sobre la mesa del despacho de don Marcelino.<\/p>\n

EL JUEGO DEL \u201cCIEMPI\u00c9S\u201d<\/strong><\/h3>\n

– \u00a1Churro va!<\/p>\n

Y un chavalote tomaba carrerilla y saltaba encima de otros, al grito de \u00a1churro va!<\/em>, con la crudel\u00edsima intenci\u00f3n de hundir y desbaratar la bien trabada reata.<\/p>\n

En el juego del ciempi\u00e9s<\/em> interven\u00edan dos bandas rivales: la de los caballeros y la de los caballos, de forma alterna, y as\u00ed, envueltos en la barbarie, pasaban los largos ratos de la posguerra.<\/p>\n

Agachado, El Jaro<\/em>, el jefe de la banda de los caballos, se aferraba a una tuber\u00eda de la pared; detr\u00e1s de \u00e9l, metiendo sus cabezas entre las piernas de quien ten\u00eda delante, para formar una s\u00f3lida cadena, los otros chavales, como improvisadas potrancas, ofrec\u00edan sus ri\u00f1ones a los caballeros rivales.<\/p>\n

El orden de batida del ej\u00e9rcito asaltante era, como siempre, objeto de discusi\u00f3n y hasta de lucha. Unas veces saltaban primero los m\u00e1s \u00e1giles, otras los m\u00e1s pesados, que con s\u00f3lo dejar caer su mole sobre la columna del enemigo, romp\u00edan espinazos y hasta crismas…; pero los m\u00e1s rifados eran siempre los que sumaban a su peso altura y longitud en el brinco.<\/p>\n

\u00bfC\u00f3mo domar y hundir a los caballos?<\/p>\n

Exist\u00eda una t\u00e1ctica infalible: concentrar todos los efectivos en el eslab\u00f3n m\u00e1s d\u00e9bil de la cadena, en los chicos o chicas m\u00e1s chuchurr\u00edos<\/em>.<\/p>\n

As\u00ed, pues, obedeciendo las \u00f3rdenes de El Chino<\/em>, el jefe de la banda de los caballeros, todos procuraban caer sobre la espalda de Pacita<\/em>, la \u00fanica chica de la banda de El Jaro<\/em>. Previendo la a\u00f1agaza, El Jaro<\/em> hab\u00eda colocado a Pacita entre dos compactos: \u00e9l por delante; Julito, por detr\u00e1s. El Jaro<\/em>, por delante espachurraba entre sus muslos hasta los pensamientos de la infeliz Pacita, con tal ferocidad que los o\u00eddos comenzaban a silbarle; y Julito, por detr\u00e1s, la agarraba las piernas con tan firme determinaci\u00f3n que s\u00f3lo, a pedazos, separ\u00e1ndola del tronco, hubieran podido los caballos arrancar la presa.<\/p>\n

Era el turno de Santi, Santiago P\u00e9rez, de Salesianos\u2013Atocha<\/em>. Sobre las espaldas de Pacita se apilaba una mesa de jinetes sin escr\u00fapulos; mord\u00edan, pellizcaban, brincaban, picaban con sa\u00f1a espuelas, pero, encastrada entre El Jaro<\/em> y Julito, la chica resist\u00eda.<\/p>\n

– \u00a1Venga ya! \u00a1El siguiente!<\/p>\n

Santi no tuvo otro remedio ya que echar a correr. Arranc\u00f3 despacio, a c\u00e1mara lenta; al llegar dio un bote limpio.<\/p>\n

– \u00a1Churro va!<\/em><\/p>\n

– \u00a1Chicos!<\/em> \u2013era la voz de don R\u00f3mulo\u2013, me vais a romper los t\u00edmpanos<\/em>.<\/p>\n

De pronto, El Jaro<\/em>, el eslab\u00f3n m\u00e1s fuerte de la cadena, sal\u00eda corriendo, y la monta\u00f1a de carne humana\u00a0 se ven\u00eda abajo con gran estr\u00e9pito, antes que los 18 a\u00f1os de Santi cayeran encima.<\/p>\n

– \u00a1Hemos ganao! \u00a1Hemos ganao!<\/p>\n

Poco a poco, los chavalotes fueron deshaciendo su amasijo y, debajo, aplastado contra el suelo aparec\u00eda el cuerpo espachurrado de Pacita. Narciso Pastor, de 20 a\u00f1os; Santiago P\u00e9rez, de 18 y Luis Chamizo de 15, a las \u00f3rdenes del salesiano R\u00f3mulo Pi\u00f1ol, jugaban al ciempi\u00e9s<\/em> y a lo que hiciera falta, en los solares del barrio de Bilbao, porque hab\u00eda fundado el Oratorio Domingo Savio<\/em>. Era el curso 1945.<\/p>\n

LOS A\u00d1OS TRIUNFALES<\/strong><\/h3>\n

Madrid era una ciudad inhabitable. Sus niveles de ruina, ratas y basuras, de vulgaridad, de miedo y enfermedad eran casi mortales.<\/p>\n

Madrid no estaba en los ministerios ni en los chirriantes desfiles militares: estaba en la supervivencia, en los sobrecogedores ni\u00f1os de los descampados, en el idioma triunfal y racial de la prensa, en los indigestos bocadillos, en las largas colas de Auxilio Social<\/em>, en sus barras de pan de\u00a0 tercera de los estraperlistas, en las madres fam\u00e9licas coronadas con la permanente.<\/p>\n

Todo era aluvi\u00f3n, todo era arrastre.<\/p>\n

Los cuatro colegios de los salesianos en la capital eran una ruina, un destrozo de pasadas noches tristes y de noches violentas.<\/p>\n

En los cuatro, todo manga por hombro, todo adefesios de pared con las patas colgando.<\/p>\n

Salesianos\u2013Atocha<\/em>, de checa a c\u00e1rcel, de f\u00e1brica de material de guerra y almacenes a dep\u00f3sitos de chatarra. Salesianos\u2013Estrecho<\/em>, de cuartel del 5\u00ba Regimiento, con sus batallones Pasionaria<\/em> y Thaelmann<\/em> a teatro proletario. Salesianos\u2013Paseo de Extremadura<\/em>, de hospital de sangre a centro de observaci\u00f3n y emplazamiento de antia\u00e9reos. Y Salesianos\u2013Carabanchel<\/em>, de cuartel de\u00a0 milicias a dep\u00f3sito de muebles de los vecinos del pueblo.<\/p>\n

– \u00bfY ahora qu\u00e9 va a pasar?<\/em><\/p>\n

– Pues, posiblemente todo.<\/em><\/p>\n

– \u00bfQu\u00e9 quieres decir?<\/em><\/p>\n

– Que tendremos que empezar a prepararnos para lo que Dios quiera.<\/p>\n

– \u00a1Pero nosotros no hemos hecho nada, al rev\u00e9s!<\/em><\/p>\n

– En este pa\u00eds nadie ha hecho nada. Y ya ves. El resultado de la siembra de todas esas noches ha sido una cosecha de odios y de muertes.<\/em><\/p>\n

– Tantas muertes por un lado y por otros son demasiadas para que muchos no puedan escapar de la venganza.<\/em><\/p>\n

\u00c9sta era la palabra que ahora trepaba por las almas de los madrile\u00f1os. La que\u00a0 repet\u00edan y repet\u00edan los supervivientes en sus casas desconchadas y sin luz. Venganza.<\/p>\n

La guerra parec\u00eda haber borrado entre los hombres todo otro lazo que el pol\u00edtico. Hab\u00eda desaparecido la amistad e incluso el parentesco. Nac\u00eda y crec\u00eda, inmisericorde, una nueva\u00a0 escala de valores.<\/p>\n

– No me fiar\u00eda yo precisamente de Maruja, una roja como ella.<\/em><\/p>\n

– T\u00fa siempre poniendo etiquetas a la gente. Si fuera el canalla de su marido.<\/em><\/p>\n

– Sabes que, cuando fue alcalde, mand\u00f3 quitar el crucifijo de la escuela.<\/em><\/p>\n

– Se limit\u00f3 a cumplir una orden del gobierno.<\/em><\/p>\n

– Bueno, no quiero que te vean con ella ni con \u00e9l, y basta.<\/em><\/p>\n

El cielo del Madrid de los vencedores permanec\u00eda impasible, cerrado a cal y canto. El l\u00e1tigo de los rel\u00e1mpagos golpeaba alturas y bajuras. El aire de los a\u00f1os cuarenta sigui\u00f3 seco, s\u00f3lido, casi insoportable.<\/p>\n

DOCE CHAVALOTES Y DOS BALONES DE GOMA<\/strong><\/h3>\n

Una noche Don Bosco encontr\u00f3 rara a su madre.<\/p>\n

Aunque el santo lo advirtiera, no le dijo nada.<\/p>\n

Los chavalotes del Piamonte se hab\u00edan ido a dormir y ella permanec\u00eda, \u00fanica e imprescindible, ante aquellas monta\u00f1as de ropa \u2013\u00a1y qu\u00e9 ropa!\u2013: camisolas que lavar, pantalones que coser, calcetines que zurcir, para el d\u00eda siguiente, al amanecer.<\/p>\n

Don Bosco, como de costumbre, se dispuso a echarle una mano, remendando chaquetas y componiendo zapatos.<\/p>\n

– Juan, dijo de repente, estoy muy cansada. D\u00e9jame volver a I Becchi (el caser\u00edo). Trabajo de la ma\u00f1ana a la noche, soy una pobre vieja, y estos muchachotes me lo destrozan todo. Ya no puedo m\u00e1s.<\/em><\/p>\n

A Don Bosco se le cay\u00f3 el alma a los pies.<\/p>\n

Le lat\u00eda el coraz\u00f3n aceleradamente y el santo le se\u00f1al\u00f3 el crucifijo…<\/p>\n

Margarita Occhiena se qued\u00f3 con Don Bosco hasta la muerte.<\/p>\n

El salesiano R\u00f3mulo Pi\u00f1ol, que viv\u00eda en la casa salesiana de Alcal\u00e1, 164, decid\u00eda traerse a su madre para que le acompa\u00f1ara en una aventura parecida a la de Don Bosco, en su Oratorio\u2013Domingo Savio<\/em>, por las campas de Emilio Ferrari.<\/p>\n

Pi\u00f1ol andaba cuanto hab\u00eda que andar para verificar que el Madrid de posguerra estaba en el campo, que al escaso asfalto que lo sosten\u00eda la tierra y que entre los\u00a0 adoquines agujereados y ametrallados pod\u00edan crecer las flores.<\/p>\n

Fue un domingo del mes de julio de 1947.<\/p>\n

Hubo pitos y carcajadas entre los curiosos.<\/p>\n

– \u00a1Chuta, chuta, chuta!<\/em><\/p>\n

– \u00a1Qu\u00edtate de en medio!<\/em><\/p>\n

– \u00a1Chuta! \u00a1Goool…!<\/em><\/p>\n

– El cura R\u00f3mulo…, \u00a1goool!<\/em><\/p>\n

Don R\u00f3mulo Pi\u00f1ol estaba sucio y ojeroso. El peinado se le hab\u00eda deshecho, los pelos le tapaban la frente.<\/p>\n

– \u00bfQu\u00e9 pasa? \u00bfQui\u00e9n est\u00e1 rifando una mano de hostias?<\/em><\/p>\n

– Un respeto al cura, Jaro.<\/em><\/p>\n

Hab\u00eda nacido el Oratorio\u2013Domingo\u2013Savio<\/em> con dos peque\u00f1os balones de goma, regalo de las salesianas de Emilio Ferrari y doce chavalotes.<\/p>\n

Un mes m\u00e1s tarde, en agosto de 1947, se presentaba en aquellas campas do\u00f1a Mar\u00eda Ibarra de Oriol, de la agrupaci\u00f3n de Damas Cat\u00f3licas<\/em>, quien entregaba un generoso donativo a don R\u00f3mulo para sus oratorianos<\/em>.<\/p>\n

En octubre de 1947, ya eran ochenta.<\/p>\n

LA LIPOTIMIA DE DON ALEJANDRO<\/strong><\/h3>\n

All\u00ed donde hay un chico necesitado, est\u00e1 Madrid<\/em>, preciosa frase de ida y vuelta que era, en el fondo y en la superficie, un bonito piropo a la villa y a la juventud.<\/p>\n

La frase creo que era del salesiano Alejandro Vicente.<\/p>\n

Don Alejandro no paraba.<\/p>\n

Hab\u00eda sido el enlace, durante la guerra, de los salesianos con Tur\u00edn y de los salesianos entre s\u00ed. \u00bfQu\u00e9 descamisado iba a fijarse en \u00e9l con esa cicatriz en la mejilla y esas arrugas de desharrapado?<\/p>\n

Don Alejandro hab\u00eda sobrevivido a la revoluci\u00f3n.<\/p>\n

Ahora con el sabor de la muerte en la boca estaba aqu\u00ed, en Madrid.<\/p>\n

No vino aqu\u00ed como conquistador, ni era su meta.<\/p>\n

Antes de la guerra hab\u00eda venido para sacar adelante Salesianos\u2013Estrecho<\/em>. Y ya se fue quedando como salesiano.<\/p>\n

Qu\u00e9 largas y qu\u00e9 interminables caminatas, solitarias unas veces y otras acompa\u00f1ado de Felipe Alc\u00e1ntara, Emilio Corrales, Higinio Arce. Horas y horas siguiendo itinerarios incre\u00edbles, viendo pasar a su alcance la vida de los madrile\u00f1os, aprendi\u00e9ndose las leyes y normas de Regiones devastadas<\/em>, contemplando los proyectos de creaciones sociales del gobierno al servicio de los chicos madrile\u00f1os.<\/p>\n

– Todo arreglado, padre Vicente, no hay que preocuparse. Tengo amigos en el Ministerio.<\/p>\n

– Madrid necesita un nuevo empuje, se\u00f1or.<\/em><\/p>\n

La cabezota se le columpiaba a don Alejandro sobre el cuello, como a tentetieso con el muelle roto.<\/p>\n

– A la vuelta de unos d\u00edas pueden ustedes empezar en La Paloma, en Santa B\u00e1rbara, en San Fernando y en Fuencarral.<\/em><\/p>\n

– Demasiado, se\u00f1or Pemart\u00edn.<\/em><\/p>\n

– Demasiado poco para lo que ustedes se merecen.<\/em><\/p>\n

– \u00bfQui\u00e9n le va a poner inconvenientes al desarrollo de los j\u00f3venes? <\/em><\/p>\n

– A partir de ahora no van a tener vacaciones, se lo aseguro.<\/p>\n

Con un pa\u00f1uelo sufrido y arrugado don Alejandro se secaba el sudor fr\u00edo que le ca\u00eda a chorros por la frente.<\/p>\n

– Es s\u00f3lo una lipotimia <\/em>\u2013explicaba don Higinio\u2013. Hace mucho calor; si pudiera darle un vaso de…<\/em><\/p>\n

El tambaleante don Alejandro, sin pedir permiso a nadie, se precipitaba sobre el sof\u00e1, a trompicones y\u00a0 manotadas, para quedarse dormido.<\/p>\n

Aquel 1947, los salesianos empezaban a colaborar en el colegio de San Fernando del pueblo de Fuencarral, en el colegio de Ferroviarios de la Dehesa de la Villa, en el colegio del Ej\u00e9rcito de Santa B\u00e1rbara y en la Instituci\u00f3n Virgen de la Paloma.<\/p>\n

BASTA QUERER SER FELIZ, PARA SERLO<\/strong><\/h3>\n

El a\u00f1o 1940 se inauguraron en Madrid unos grandes almacenes llamados El Corte Ingl\u00e9s<\/em>. Se creaban a partir de un peque\u00f1o comercio de telas perteneciente al empresario Ram\u00f3n Areces.<\/p>\n

Los vencedores de la guerra se tra\u00edan con la victoria reformas en las leyes laborales y sindicales, militares y sociales y hasta una orden por la que se prohib\u00eda en los r\u00f3tulos comerciales toda clase de vocablos extranjeros.<\/p>\n

La posguerra fue una especie de guerra de despu\u00e9s, agria, triste y dif\u00edcil.<\/p>\n

En aquel cielo bajo y nost\u00e1lgico, naci\u00f3 una colmena de trabajo y verdes ganas de vivir, el hoy llamado Instituto Polit\u00e9cnico del Ej\u00e9rcito<\/em>, porque el que pasar\u00edan\u00a0 miles de j\u00f3venes, nost\u00e1lgicos del cosmopolitismo de las milicias, de los ej\u00e9rcitos, que iban a remansarse en la patria.<\/p>\n

La verdad es que los chicos de la posguerra tuvimos pocos \u00e1rboles donde reposar la mirada.<\/p>\n

El Instituto, llamado Parque de Automovilismo<\/em>, a\u00fan con la resaca de la guerra a cuestas, pod\u00eda convertirse en romer\u00eda de deseos.<\/p>\n

Los salesianos entraron en la casa, o m\u00e1s bien\u00a0 se quedaron, como una cosa m\u00e1s, entre los j\u00f3venes aprendices y los mandos. Con una inteligente sonrisa, ca\u00edda sobre todos, llenaron y llenan de acierto y frescura los pabellones y talleres, ya durante sesenta a\u00f1os, a pesar de la pesantez de su cuerpo macizote, maduro y lento.<\/p>\n

El Colegio de Hu\u00e9rfanos de Militares de Santa B\u00e1rbara<\/em> viv\u00eda de intuiciones y comprendi\u00f3 que con aquellos salesianos como capellanes pod\u00edan descubrir la vida, la muerte, el trabajo, la milicia, la posguerra. As\u00ed lo entend\u00eda el comandante Ricardo Piquer.<\/p>\n

Ambrosio D\u00edaz se puso en pie, ni siquiera se abroch\u00f3 bien la sotana, apur\u00f3 otro vaso de agua para calmar los nervios y dijo a toda aquella muchachada de cadetes:<\/p>\n

– Caballeros cadetes, vais en una canoa y, si os fij\u00e1is, el remo hace que la proa sea m\u00e1s ligera, m\u00e1s deslizante, m\u00e1s pura. Y hay monta\u00f1as azules en el silencio, como en una pel\u00edcula de las tierras altas del Colorado con tramperos y pieles y todo eso… Para ser feliz \u2013all\u00ed, en la canoa\u2013, quiz\u00e1s s\u00f3lo baste meter la mano, golpear ligeramente el agua de ese r\u00edo. El agua de adentro, sab\u00e9is, esa agua lineal, pura y r\u00e1pida.<\/em><\/p>\n

Paseaba el salesiano D\u00edaz su mirada sobre aquellos cientos de caballeros cadetes.<\/p>\n

Era un patio, casi de armas, lleno de vibraciones, con m\u00e1scara de chicos j\u00f3venes y uniformados. Parec\u00edan la\u00a0 imagen de la felicidad.<\/p>\n

– Padre D\u00edaz, lo \u00fanico que me falta es ser feliz; volver a serlo, quiz\u00e1s.<\/em><\/p>\n

– Pues, ser feliz, Pedro, es atrapar el tiempo perdido. Ser feliz, dir\u00edamos, es aventurarse, a serlo. Quererlo.<\/em><\/p>\n

Pedro Robles Garc\u00eda, caballero cadete, nacido en M\u00e1laga, se hizo salesiano.<\/p>\n

Y porque los salesianos sab\u00edan que los muchachos se autodestruyen muchas veces, que con demasiada frecuencia entran en el s\u00f3tano vivo de sus horrores, desde 1940 quisieron acompa\u00f1ar a los caballeros cadetes hasta hoy. Los primeros fueron Jos\u00e9 Aguilar y Jos\u00e9 Manuel del Bosque, Jos\u00e9 Luis Bastarrica, Casto Moro y Jos\u00e9 Antonio Rico. Los \u00faltimos, Nicanor del Valle, Anastasio Alba y Jos\u00e9 Andr\u00e9s Valencia.<\/p>\n

– Caballeros cadetes, vais en una canoa…<\/em><\/p>\n

Es ya 1999.<\/p>\n

POR LA CALLE DE ALCAL\u00c1, N\u00ba 164<\/strong><\/h3>\n

– Esto es un espect\u00e1culo.<\/em><\/p>\n

– Las que l\u00eda el padre Rinaldi.<\/em><\/p>\n

– Este hombre siempre nos sorprende.<\/em><\/p>\n

– \u00bfT\u00fa crees que anda en el tema?<\/em><\/p>\n

– Hasta el cuello.<\/em><\/p>\n

Cuando el clima de romer\u00eda se fue poniendo espeso de multitud y licor, de expectaci\u00f3n y palmadas, Felipe Rinaldi, el tercer sucesor de don Bosco, inauguraba en Tur\u00edn la SEI (Sociedad Editora Internacional), con sucursales en el mundo entero, para promover la buena prensa.<\/p>\n

– \u00bfY qu\u00e9 va a salir de todo esto, padre Rinaldi?<\/em><\/p>\n

– Las revistas y los peri\u00f3dicos son el fuego que alumbra hoy todos los caminos. Todos. <\/em><\/p>\n

– Ya est\u00e1n aqu\u00ed.<\/em><\/p>\n

– Los salesianos tenemos nuestras Lecturas Cat\u00f3licas. Hay que potenciarlas, adaptarlas.<\/em><\/p>\n

– La verdad, que no es tarea f\u00e1cil.<\/em><\/p>\n

– Es uno de los fines pendientes de la Congregaci\u00f3n.<\/em><\/p>\n

– <\/em>No me considere un c\u00ednico, pero el momento pide hombres honestos.<\/em><\/p>\n

\u00a0– Los salesianos lo son.<\/em><\/p>\n

– Pero tendr\u00e1n que saltar m\u00e1s all\u00e1 de s\u00ed mismos.<\/em><\/p>\n

– Lo har\u00e1n. Est\u00e1n preparados.<\/em><\/p>\n

Rinaldi era hombre de respuesta r\u00e1pida, de una sinceridad un poco pasada, que era la de su juventud.<\/p>\n

Y los salesianos abrieron en Madrid su SEI, en la calle Alcal\u00e1, 164.<\/p>\n

Modesto Bellido, provincial de entonces, pudo respirar hondo. El obispo Eijo y Garay conced\u00eda su autorizaci\u00f3n, en escrito del 21 de enero de 1947.<\/p>\n

Desde entonces, hasta hoy, la buena\u2013gente<\/em> gris de los barrios populares de La Guindalera, Cuatro Caminos, las Rondas, que necesitaban libros encajables en el hueco de la mano, pudieron saborear las andanzas de Carre\u00f1o o Albizuri, los trayectos de Fierro o Pi\u00f1ol, las creaciones de Moret\u00f3n o S\u00e1nchez Romo, las audacias de fe de Ginel o de Bartolom\u00e9, la orfebrer\u00eda po\u00e9tica de Alfaro o Izquierdo, la proeza teol\u00f3gica de Calero o de Jim\u00e9nez. No decimos nada de la orfebrer\u00eda art\u00edstica de Jos\u00e9 Luis Mena durante treinta a\u00f1os.<\/p>\n

El nuevo Rinaldi de la editorial, llamada ahora CCS (Central Catequ\u00edstica Salesiana), Aureliano Laguna, heredero del talento y la brillante personalidad del Beato Rinaldi, es como un volc\u00e1n de iniciativas.<\/p>\n

– \u00bfEl demonio del poder, don Aureliano, le ha tentado siempre?<\/em><\/p>\n

– Tengo que decir, Paco, como aquel personaje de Tolstoi: \u201cMucha tierra para un hombre\u201d.<\/em><\/p>\n

– \u00bfQuiere decir que ha ambicionado demasiada tierra?<\/em><\/p>\n

– Toda, pero toda para don Bosco, toda para mi gente, toda para los m\u00edos, toda para los salesianos.<\/em><\/p>\n

Los santos salesianos de los cuadros de su despacho asist\u00edan reverentes y bizcos a aquella confesi\u00f3n de don Aureliano Laguna. Laguna<\/em> significa en vascuence amigo<\/em>, por si alguien no lo sabe.<\/p>\n

CONTINUAR\u00c1…<\/strong><\/em><\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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