[et_pb_section fb_built=\u00bb1″ _builder_version=\u00bb4.16″ global_colors_info=\u00bb{}\u00bb][et_pb_row _builder_version=\u00bb4.16″ background_size=\u00bbinitial\u00bb background_position=\u00bbtop_left\u00bb background_repeat=\u00bbrepeat\u00bb global_colors_info=\u00bb{}\u00bb][et_pb_column type=\u00bb4_4″ _builder_version=\u00bb4.16″ custom_padding=\u00bb|||\u00bb global_colors_info=\u00bb{}\u00bb custom_padding__hover=\u00bb|||\u00bb][et_pb_text _builder_version=\u00bb4.17.3″ background_size=\u00bbinitial\u00bb background_position=\u00bbtop_left\u00bb background_repeat=\u00bbrepeat\u00bb global_colors_info=\u00bb{}\u00bb]<\/p>\n
Por aquellos tiempos yo era un magn\u00edfico acorde\u00f3n. Mi due\u00f1o era un m\u00fasico ambulante que rodaba de feria en feria. Me mimaba. Entre sus manos aprend\u00ed a dibujar sobre las plazas: ritmos de baile, baladas nost\u00e1lgicas, romanzas de amor\u2026<\/p>\n
Un d\u00eda tuve la mala suerte de caerme. Mi cuerpo qued\u00f3 maltrecho. El fuelle deteriorado. Varios botones quebrados. Las cantoneras de n\u00e1car resquebrajadas\u2026<\/p>\n
Mi amo se desplaz\u00f3 a Tur\u00edn para sustituirme. Sin compasi\u00f3n me entreg\u00f3 como parte del pago por el nuevo acorde\u00f3n que compr\u00f3. Permanec\u00ed arrumbado en un rinc\u00f3n de la casa de instrumentos musicales.<\/p>\n
Una ma\u00f1ana del mes de noviembre se ilumin\u00f3 mi oscuridad. Alguien se fijaba en m\u00ed. Evaluaba la posibilidad de repararme. Preguntaba mi precio\u2026 \u00a1Doce liras! Escaso valor incluso para un acorde\u00f3n maltrecho. Pero\u2026 as\u00ed trata la vida a los instrumentos deteriorados.<\/p>\n
Mi nuevo due\u00f1o era un joven sacerdote. Cuando vi el destino que me aguarda, pens\u00e9 que la felicidad de mis d\u00edas hab\u00eda llegado a lo m\u00e1s alto. Aquel cura, al que llamaban Don Bosco, me repar\u00f3. Al d\u00eda siguiente estaba entre sus manos interpretando melod\u00edas para un grupo de chicos. Cantaban entusiasmados. Pero mi sensibilidad musical se horroriz\u00f3 al escuchar sus voces desentonadas\u2026 Al observar la paciencia de Don Bosco, repet\u00ed una y otra vez la misma melod\u00eda hasta conseguir una cierta afinaci\u00f3n en aquellos muchachos.<\/p>\n
Sin embargo, mi felicidad dur\u00f3 poco. Cada d\u00eda me surg\u00eda un nuevo desperfecto. Aunque me esforzaba por permanecer en pie\u2026 tem\u00eda lo peor.<\/p>\n
Mis temores se confirmaron. Don Bosco apareci\u00f3 con un organillo de manubrio para sustituirme. En su tambor ten\u00eda memorizados varios cantos lit\u00fargicos: Tantum Ergo<\/em>, Ave Maris Stela<\/em>, Ave Mar\u00eda<\/em>\u2026<\/p>\n Regres\u00e9 dolido al oscuro silencio de los acordeones inservibles. Pero lo que m\u00e1s me doli\u00f3 fueron las altivas miradas que me dirigi\u00f3 el organillo. Dese\u00e9 gritarle que su m\u00fasica era mec\u00e1nica y sin alma; que para hacerle sonar bastaba con girar su manivela\u2026 Pero \u00e9l se burlaba de m\u00ed con el desprecio de los orgullosos. Me sumergieron en el mutismo polvoriento del desv\u00e1n.<\/p>\n Semanas despu\u00e9s dej\u00e9 de escuchar las mon\u00f3tonas canciones del organillo. Con sorpresa observ\u00e9 c\u00f3mo varios muchachos le sub\u00edan al desv\u00e1n. Le depositaron junto a m\u00ed. Compartimos una pregunta: \u00bfqui\u00e9n acompa\u00f1ar\u00e1 ahora el canto de los muchachos? \u00bfTendr\u00e1n que dejar de cantar por culpa de nuestras diferencias?<\/p>\n Aguzamos el o\u00eddo: los muchachos segu\u00edan cantando\u2026 acompa\u00f1ados ahora por un clavicordio.<\/p>\n Olvidamos nuestro enfrentamiento. Hicimos las paces. Nos sentimos orgullosos de haber sido el \u201calma del Oratorio\u201d durante algunas semanas. Ambos hab\u00edamos escuchado a Don Bosco repetir: \u201cun Oratorio sin m\u00fasica es como un cuerpo sin alma\u201d. Le agradecimos la oportunidad que nos dio. A su lado fuimos mucho m\u00e1s que unos instrumentos musicales.<\/p>\n Nota:<\/em> A\u00f1o 1847. Don Bosco inicia las clases de canto. Primeramente compra un desvencijado acorde\u00f3n por 12 liras. Lo sustituir\u00e1 por un organillo de manubrio con varias canciones lit\u00fargicas en su tambor. Ante la monoton\u00eda de tener que repetir siempre las mismas canciones, el sacerdote Juan Vola le regalar\u00e1 un clavicordio o espineta parecida a un piano. Don Bosco repet\u00eda: \u201cun Oratorio sin m\u00fasica es como un cuerpo sin alma\u201d (MBe III, 122-124).<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n <\/p>\n [\/et_pb_text][et_pb_button button_url=\u00bbhttps:\/\/salesianos.info\/boletin-salesiano\/\u00bb url_new_window=\u00bbon\u00bb button_text=\u00bbBolet\u00edn Salesiano\u00bb _builder_version=\u00bb4.17.3″ _module_preset=\u00bbdefault\u00bb custom_button=\u00bbon\u00bb button_text_size=\u00bb25px\u00bb button_text_color=\u00bb#E02B20″ button_bg_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_border_width=\u00bb5px\u00bb button_border_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_font=\u00bb|||||on|||\u00bb button_text_shadow_style=\u00bbpreset1″ button_text_shadow_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb box_shadow_style=\u00bbpreset2″ global_colors_info=\u00bb{}\u00bb][\/et_pb_button][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Por aquellos tiempos yo era un magn\u00edfico acorde\u00f3n. Mi due\u00f1o era un m\u00fasico ambulante que rodaba de feria en feria. Me mimaba. Entre sus manos aprend\u00ed a dibujar sobre las plazas: ritmos de baile, baladas nost\u00e1lgicas, romanzas de amor\u2026 Un d\u00eda tuve la mala suerte de caerme. Mi cuerpo qued\u00f3 maltrecho. El fuelle deteriorado. Varios […]<\/p>\n","protected":false},"author":8,"featured_media":75438,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"on","_et_pb_old_content":" Por aquellos tiempos yo era un magn\u00edfico acorde\u00f3n. Mi due\u00f1o era un m\u00fasico ambulante que rodaba de feria en feria. Me mimaba. Entre sus manos aprend\u00ed a dibujar sobre las plazas: ritmos de baile, baladas nost\u00e1lgicas, romanzas de amor\u2026<\/p> Un d\u00eda tuve la mala suerte de caerme. Mi cuerpo qued\u00f3 maltrecho. El fuelle deteriorado. Varios botones quebrados. Las cantoneras de n\u00e1car resquebrajadas\u2026<\/p> Mi amo se desplaz\u00f3 a Tur\u00edn para sustituirme. Sin compasi\u00f3n me entreg\u00f3 como parte del pago por el nuevo acorde\u00f3n que compr\u00f3. Permanec\u00ed arrumbado en un rinc\u00f3n de la casa de instrumentos musicales.<\/p> Una ma\u00f1ana del mes de noviembre se ilumin\u00f3 mi oscuridad. Alguien se fijaba en m\u00ed. Evaluaba la posibilidad de repararme. Preguntaba mi precio\u2026 \u00a1Doce liras! Escaso valor incluso para un acorde\u00f3n maltrecho. Pero\u2026 as\u00ed trata la vida a los instrumentos deteriorados.<\/p> Mi nuevo due\u00f1o era un joven sacerdote. Cuando vi el destino que me aguarda, pens\u00e9 que la felicidad de mis d\u00edas hab\u00eda llegado a lo m\u00e1s alto. Aquel cura, al que llamaban Don Bosco, me repar\u00f3. Al d\u00eda siguiente estaba entre sus manos interpretando melod\u00edas para un grupo de chicos. Cantaban entusiasmados. Pero mi sensibilidad musical se horroriz\u00f3 al escuchar sus voces desentonadas\u2026 Al observar la paciencia de Don Bosco, repet\u00ed una y otra vez la misma melod\u00eda hasta conseguir una cierta afinaci\u00f3n en aquellos muchachos.<\/p> Sin embargo, mi felicidad dur\u00f3 poco. Cada d\u00eda me surg\u00eda un nuevo desperfecto. Aunque me esforzaba por permanecer en pie\u2026 tem\u00eda lo peor.<\/p> Mis temores se confirmaron. Don Bosco apareci\u00f3 con un organillo de manubrio para sustituirme. En su tambor ten\u00eda memorizados varios cantos lit\u00fargicos: Tantum Ergo<\/em>, Ave Maris Stela<\/em>, Ave Mar\u00eda<\/em>\u2026<\/p> Regres\u00e9 dolido al oscuro silencio de los acordeones inservibles. Pero lo que m\u00e1s me doli\u00f3 fueron las altivas miradas que me dirigi\u00f3 el organillo. Dese\u00e9 gritarle que su m\u00fasica era mec\u00e1nica y sin alma; que para hacerle sonar bastaba con girar su manivela\u2026 Pero \u00e9l se burlaba de m\u00ed con el desprecio de los orgullosos. Me sumergieron en el mutismo polvoriento del desv\u00e1n.<\/p> Semanas despu\u00e9s dej\u00e9 de escuchar las mon\u00f3tonas canciones del organillo. Con sorpresa observ\u00e9 c\u00f3mo varios muchachos le sub\u00edan al desv\u00e1n. Le depositaron junto a m\u00ed. Compartimos una pregunta: \u00bfqui\u00e9n acompa\u00f1ar\u00e1 ahora el canto de los muchachos? \u00bfTendr\u00e1n que dejar de cantar por culpa de nuestras diferencias?<\/p> Aguzamos el o\u00eddo: los muchachos segu\u00edan cantando\u2026 acompa\u00f1ados ahora por un clavicordio.<\/p> Olvidamos nuestro enfrentamiento. Hicimos las paces. Nos sentimos orgullosos de haber sido el \u201calma del Oratorio\u201d durante algunas semanas. Ambos hab\u00edamos escuchado a Don Bosco repetir: \u201cun Oratorio sin m\u00fasica es como un cuerpo sin alma\u201d. Le agradecimos la oportunidad que nos dio. A su lado fuimos mucho m\u00e1s que unos instrumentos musicales.<\/p> Nota:<\/em> A\u00f1o 1847. Don Bosco inicia las clases de canto. Primeramente compra un desvencijado acorde\u00f3n por 12 liras. Lo sustituir\u00e1 por un organillo de manubrio con varias canciones lit\u00fargicas en su tambor. Ante la monoton\u00eda de tener que repetir siempre las mismas canciones, el sacerdote Juan Vola le regalar\u00e1 un clavicordio o espineta parecida a un piano. Don Bosco repet\u00eda: \u201cun Oratorio sin m\u00fasica es como un cuerpo sin alma\u201d (MBe III, 122-124).<\/em><\/p><\/blockquote> \u00a0<\/p>","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[362,368],"tags":[],"yoast_head":"\n\n