{"id":80449,"date":"2022-07-12T09:22:43","date_gmt":"2022-07-12T07:22:43","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=80449"},"modified":"2022-07-12T09:22:49","modified_gmt":"2022-07-12T07:22:49","slug":"los-zuecos","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/los-zuecos\/","title":{"rendered":"Los zuecos"},"content":{"rendered":"
[et_pb_section fb_built=\u00bb1″ _builder_version=\u00bb4.16″ global_colors_info=\u00bb{}\u00bb][et_pb_row _builder_version=\u00bb4.16″ background_size=\u00bbinitial\u00bb background_position=\u00bbtop_left\u00bb background_repeat=\u00bbrepeat\u00bb global_colors_info=\u00bb{}\u00bb][et_pb_column type=\u00bb4_4″ _builder_version=\u00bb4.16″ custom_padding=\u00bb|||\u00bb global_colors_info=\u00bb{}\u00bb custom_padding__hover=\u00bb|||\u00bb][et_pb_text _builder_version=\u00bb4.17.4″ background_size=\u00bbinitial\u00bb background_position=\u00bbtop_left\u00bb background_repeat=\u00bbrepeat\u00bb hover_enabled=\u00bb0″ global_colors_info=\u00bb{}\u00bb sticky_enabled=\u00bb0″]<\/p>\n
Calzando a la humildad<\/strong><\/p>\n Los zuecos tenemos un tosco cuerpo de madera. Pero, a pesar de nuestra ruda apariencia, late en nosotros el deseo de proteger a las gentes del campo. Resguardamos los pies campesinos del barro de los senderos. A ello contribuyen los tacos clavados en nuestra suela.<\/p>\n Cuando conocimos a Don Bosco ya \u00e9ramos unos objetos in\u00fatiles. Una mano inmisericorde nos traslad\u00f3 a la ciudad. Las calles pavimentadas de la urbe nos tornaron superfluos. Dormit\u00e1bamos polvorientos en el desv\u00e1n del Oratorio. A\u00f1or\u00e1bamos un pasado que jam\u00e1s regresar\u00eda. Ignor\u00e1bamos que la vida puede hacerte un gui\u00f1o en cualquier momento.<\/p>\n As\u00ed ocurri\u00f3 aquella tarde de verano. Pasos apresurados en el desv\u00e1n. B\u00fasqueda afanosa. Manos liber\u00e1ndonos de la capa de polvo que nos afeaba. Minutos despu\u00e9s, nos hall\u00e1bamos frente a los pies sin zapatos de Don Bosco. Dedos inquietos y nerviosos bajo sus calcetines remendados. Resignaci\u00f3n.<\/p>\n Por las palabras que musit\u00f3 el muchacho que nos hab\u00eda rescatado, comprendimos la situaci\u00f3n. Don Bosco hab\u00eda regalado sus zapatos a un hu\u00e9rfano. Tras este arranque de generosidad, no encontraba acomodo para calzar sus pies. Y, \u00a1deb\u00eda desplazarse para confesar a un bienhechor que estaba a punto de llamar a las puertas del m\u00e1s all\u00e1!<\/p>\n No hab\u00eda tiempo que perder. A falta de zapatos o sandalias\u2026 fuimos nosotros, unos humildes zuecos, los elegidos para cubrir sus pies.<\/p>\n Iniciamos el trayecto. Conseguimos no resbalar en el enlosado de las avenidas. Pero no logramos evitar el ruido que produc\u00edan nuestros tacos de madera golpeando el pavimento. \u00a1Toc-toc; toc-toc-toc\u2026! Los viandantes se giraban. Risas y chanzas. Verg\u00fcenza. Don Bosco comenz\u00f3 a caminar encogido para que su sotana rozara el suelo y nos ocultara de miradas indiscretas. Pero nuestro estr\u00e9pito segu\u00eda resonando.<\/p>\n Arribamos a una casa se\u00f1orial. Sus alfombras mitigaron el ruido. Don Bosco confes\u00f3 al enfermo. Le dej\u00f3 preparado para que llamara sin temor a la puerta del para\u00edso.<\/p>\n Orgullosos de nuestro trabajo, iniciamos el regreso.<\/p>\n De pronto, el hombre ilustre que ahora acompa\u00f1aba a Don Bosco, le hizo recalar en una lujosa zapater\u00eda. La due\u00f1a descalz\u00f3 a Don Bosco. Nos apart\u00f3 con desd\u00e9n. Coloc\u00f3 unos elegantes zapatos en nuestro lugar\u2026 Sentimos un hondo desprecio.<\/p>\n Pero, cuando todo parec\u00eda oprobio, la due\u00f1a de la zapater\u00eda suplic\u00f3 a Don Bosco quedarse con nosotros.<\/p>\n As\u00ed fue c\u00f3mo permanecimos en el escaparate de aquella zapater\u00eda de post\u00edn durante largos a\u00f1os. Los lujosos zapatos llegaban y marchaban. Pero nosotros, unos toscos zuecos, siempre est\u00e1bamos expuestos. Fuimos los testigos silenciosos de la generosidad humilde de Don Bosco.<\/p>\n Nota: Verano de 1854. Don Bosco regala sus zapatos a un chico pobre. Al no encontrar calzado, y tener que ir a confesar urgentemente, se calza unos r\u00fasticos zuecos. De regreso, recalar\u00e1 en la zapater\u00eda de viuda Zanone. Ella le regalar\u00e1 unos zapatos a cambio de los zuecos que conservar\u00e1 como reliquia y recuerdo (MBe V, 483-484).<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n <\/p>\n [\/et_pb_text][et_pb_button _builder_version=\u00bb4.17.4″ _module_preset=\u00bbdefault\u00bb button_text=\u00bbBolet\u00edn Salesiano\u00bb button_url=\u00bbhttps:\/\/salesianos.info\/boletin-salesiano\/\u00bb url_new_window=\u00bbon\u00bb custom_button=\u00bbon\u00bb button_text_size=\u00bb22px\u00bb button_text_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_bg_color=\u00bb#E02B20″ button_bg_enable_color=\u00bbon\u00bb button_border_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_font=\u00bb|||||on|||\u00bb button_icon=\u00bb9||divi||400″ button_icon_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_text_shadow_style=\u00bbpreset1″ button_text_shadow_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb box_shadow_style=\u00bbpreset2″ box_shadow_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb hover_enabled=\u00bb0″ sticky_enabled=\u00bb0″][\/et_pb_button][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Calzando a la humildad Los zuecos tenemos un tosco cuerpo de madera. Pero, a pesar de nuestra ruda apariencia, late en nosotros el deseo de proteger a las gentes del campo. Resguardamos los pies campesinos del barro de los senderos. A ello contribuyen los tacos clavados en nuestra suela. Cuando conocimos a Don Bosco ya […]<\/p>\n","protected":false},"author":8,"featured_media":80450,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"on","_et_pb_old_content":" Calzando a la humildad<\/strong><\/p> Los zuecos tenemos un tosco cuerpo de madera. Pero, a pesar de nuestra ruda apariencia, late en nosotros el deseo de proteger a las gentes del campo. Resguardamos los pies campesinos del barro de los senderos. A ello contribuyen los tacos clavados en nuestra suela.<\/p> Cuando conocimos a Don Bosco ya \u00e9ramos unos objetos in\u00fatiles. Una mano inmisericorde nos traslad\u00f3 a la ciudad. Las calles pavimentadas de la urbe nos tornaron superfluos. Dormit\u00e1bamos polvorientos en el desv\u00e1n del Oratorio. A\u00f1or\u00e1bamos un pasado que jam\u00e1s regresar\u00eda. Ignor\u00e1bamos que la vida puede hacerte un gui\u00f1o en cualquier momento.<\/p> As\u00ed ocurri\u00f3 aquella tarde de verano. Pasos apresurados en el desv\u00e1n. B\u00fasqueda afanosa. Manos liber\u00e1ndonos de la capa de polvo que nos afeaba. Minutos despu\u00e9s, nos hall\u00e1bamos frente a los pies sin zapatos de Don Bosco. Dedos inquietos y nerviosos bajo sus calcetines remendados. Resignaci\u00f3n.<\/p> Por las palabras que musit\u00f3 el muchacho que nos hab\u00eda rescatado, comprendimos la situaci\u00f3n. Don Bosco hab\u00eda regalado sus zapatos a un hu\u00e9rfano. Tras este arranque de generosidad, no encontraba acomodo para calzar sus pies. Y, \u00a1deb\u00eda desplazarse para confesar a un bienhechor que estaba a punto de llamar a las puertas del m\u00e1s all\u00e1!<\/p> No hab\u00eda tiempo que perder. A falta de zapatos o sandalias\u2026 fuimos nosotros, unos humildes zuecos, los elegidos para cubrir sus pies.<\/p> Iniciamos el trayecto. Conseguimos no resbalar en el enlosado de las avenidas. Pero no logramos evitar el ruido que produc\u00edan nuestros tacos de madera golpeando el pavimento. \u00a1Toc-toc; toc-toc-toc\u2026! Los viandantes se giraban. Risas y chanzas. Verg\u00fcenza. Don Bosco comenz\u00f3 a caminar encogido para que su sotana rozara el suelo y nos ocultara de miradas indiscretas. Pero nuestro estr\u00e9pito segu\u00eda resonando.<\/p> Arribamos a una casa se\u00f1orial. Sus alfombras mitigaron el ruido. Don Bosco confes\u00f3 al enfermo. Le dej\u00f3 preparado para que llamara sin temor a la puerta del para\u00edso.<\/p> Orgullosos de nuestro trabajo, iniciamos el regreso.<\/p> De pronto, el hombre ilustre que ahora acompa\u00f1aba a Don Bosco, le hizo recalar en una lujosa zapater\u00eda. La due\u00f1a descalz\u00f3 a Don Bosco. Nos apart\u00f3 con desd\u00e9n. Coloc\u00f3 unos elegantes zapatos en nuestro lugar\u2026 Sentimos un hondo desprecio.<\/p> Pero, cuando todo parec\u00eda oprobio, la due\u00f1a de la zapater\u00eda suplic\u00f3 a Don Bosco quedarse con nosotros.<\/p> As\u00ed fue c\u00f3mo permanecimos en el escaparate de aquella zapater\u00eda de post\u00edn durante largos a\u00f1os. Los lujosos zapatos llegaban y marchaban. Pero nosotros, unos toscos zuecos, siempre est\u00e1bamos expuestos. Fuimos los testigos silenciosos de la generosidad humilde de Don Bosco.<\/p> Nota: Verano de 1854. Don Bosco regala sus zapatos a un chico pobre. Al no encontrar calzado, y tener que ir a confesar urgentemente, se calza unos r\u00fasticos zuecos. De regreso, recalar\u00e1 en la zapater\u00eda de viuda Zanone. Ella le regalar\u00e1 unos zapatos a cambio de los zuecos que conservar\u00e1 como reliquia y recuerdo (MBe V, 483-484).<\/em><\/p><\/blockquote> \u00a0<\/p>","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[362,368],"tags":[],"class_list":["post-80449","post","type-post","status-publish","format-standard","has-post-thumbnail","hentry","category-blogs","category-las-cosas-de-don-bosco","et-doesnt-have-format-content","et_post_format-et-post-format-standard"],"yoast_head":"\n\n