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Un rostro al descubierto<\/strong><\/p>\n Se abri\u00f3 lentamente la verja del port\u00f3n de la c\u00e1rcel. Sus goznes chirriaron con quejido met\u00e1lico. Mi due\u00f1o atraves\u00f3 lentamente el umbral que separaba la prisi\u00f3n de la libertad. Ech\u00f3 la mirada atr\u00e1s. Contempl\u00f3 los muros que le hab\u00edan retenido durante dos a\u00f1os y un d\u00eda. Escupi\u00f3 con rabia. Me coloc\u00f3 sobre su cabeza. Avanz\u00f3. Era libre de nuevo.<\/p>\n Yo, un humilde sombrero campesino, fui su \u00fanica pertenencia durante los a\u00f1os de prisi\u00f3n. Ahora se abr\u00eda ante nosotros un horizonte de libertad. Con mi ala delantera proyect\u00e9 sombra sobre su rostro. Los reclusos siempre llevan a flor de piel el estigma de la prisi\u00f3n.<\/p>\n Antonio, que as\u00ed se llamaba mi propietario, se adentr\u00f3 enseguida por caminos de tierra. Anduvo toda la jornada. Temblaban las amarillentas hojas del oto\u00f1o. Campos de ma\u00edz. Racimos oscuros de uva aguardando la vendimia.<\/p>\n Atardec\u00eda cuando divisamos el campanario de Castelnuovo. Afloraron recuerdos entra\u00f1ables. Mi due\u00f1o regresaba a su casa. Me imagin\u00e9 el abrazo familiar y las l\u00e1grimas contenidas. Una nueva oportunidad.<\/p>\n De pronto, Antonio se detuvo. No s\u00e9 c\u00f3mo ocurri\u00f3, pero brot\u00f3 en su interior un torrente de verg\u00fcenza por el honor familiar mancillado. Dud\u00f3 de la indulgencia de los suyos. Sinti\u00f3 el ara\u00f1azo de la duda.<\/p>\n Minutos despu\u00e9s, busc\u00f3 una rama. Hizo con ella un arma. Se agazap\u00f3 tras unas acacias. Esper\u00f3 a que alg\u00fan campesino recorriera aquellas soledades para atracarlo. El ala frontal de mi cuerpo de sombrero enmascaraba su rostro.<\/p>\n Apareci\u00f3 una silueta en el camino. Antonio empu\u00f1\u00f3 su improvisada tranca. Lleg\u00f3 el caminante a nuestra altura. Mi due\u00f1o se plant\u00f3 ante \u00e9l. Amenazante y despiadado, le exigi\u00f3: \u201cEntr\u00e9gueme el dinero o le mato\u201d.<\/p>\n El transe\u00fante respondi\u00f3 con calma: \u201cDinero para ti no tengo. Lo poco que tengo es para los muchachos pobres de Tur\u00edn. La vida me la ha dado Dios y s\u00f3lo \u00e9l la puede tomar\u201d.<\/p>\n Al escuchar aquella voz, un escalofr\u00edo recorri\u00f3 mi cuerpo de paja. \u00a1Era la voz de Don Bosco! \u00a1El sacerdote que tiempo atr\u00e1s se hab\u00eda desvivido por mi due\u00f1o! Si le reconociera ahora, \u00bfle ayudar\u00eda nuevamente a salir de la miseria y del error?<\/p>\n Decid\u00ed intentarlo. Para ello, dej\u00e9 caer mi cuerpo de sombrero. Resbal\u00e9 hasta dejar al descubierto la cara de mi due\u00f1o. Don Bosco le reconoci\u00f3 enseguida a pesar de la penumbra. Creci\u00f3 la sorpresa. Se obr\u00f3 el milagro.<\/p>\n Poco tiempo despu\u00e9s, dos siluetas caminaban juntas hacia Castelnuovo. El perd\u00f3n alumbraba la oscuridad del camino. Yo, un humilde sombrero, iba con ellos. Antonio me llevaba en su mano.<\/p>\n Nunca m\u00e1s he tenido que ocultar el rostro de mi due\u00f1o. \u00c9l acept\u00f3 para siempre la nueva dignidad que Don Bosco le ofrec\u00eda.<\/p>\n Nota: Octubre de 1854. Don Bosco prepara la larga excursi\u00f3n con la que premiaba a sus muchachos en oto\u00f1o. Regresa solo de Castelnuovo. Un tal Antonio, reci\u00e9n salido de la c\u00e1rcel, y al que ayud\u00f3 tiempo atr\u00e1s, intenta asaltarle. Aunque oculta el rostro con un sombrero, Don Bosco le reconoce (MBe III, 427-428).<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n [\/et_pb_text][et_pb_button _builder_version=\u00bb4.18.0″ _module_preset=\u00bbdefault\u00bb button_text=\u00bbBolet\u00edn Salesiano\u00bb button_url=\u00bbhttps:\/\/www.salesianos.info\/boletin-salesiano\/\u00bb url_new_window=\u00bbon\u00bb custom_button=\u00bbon\u00bb button_text_size=\u00bb21px\u00bb button_text_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_bg_color=\u00bb#E02B20″ button_bg_enable_color=\u00bbon\u00bb button_border_width=\u00bb3px\u00bb button_border_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_icon=\u00bb9||divi||400″ button_icon_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_text_shadow_style=\u00bbpreset1″ button_text_shadow_color=\u00bb#000000″ box_shadow_style=\u00bbpreset2″ box_shadow_color=\u00bb#000000″ hover_enabled=\u00bb0″ sticky_enabled=\u00bb0″][\/et_pb_button][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Un rostro al descubierto Se abri\u00f3 lentamente la verja del port\u00f3n de la c\u00e1rcel. 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Era libre de nuevo.<\/p> Yo, un humilde sombrero campesino, fui su \u00fanica pertenencia durante los a\u00f1os de prisi\u00f3n. Ahora se abr\u00eda ante nosotros un horizonte de libertad. Con mi ala delantera proyect\u00e9 sombra sobre su rostro. Los reclusos siempre llevan a flor de piel el estigma de la prisi\u00f3n.<\/p> Antonio, que as\u00ed se llamaba mi propietario, se adentr\u00f3 enseguida por caminos de tierra. Anduvo toda la jornada. Temblaban las amarillentas hojas del oto\u00f1o. Campos de ma\u00edz. Racimos oscuros de uva aguardando la vendimia.<\/p> Atardec\u00eda cuando divisamos el campanario de Castelnuovo. Afloraron recuerdos entra\u00f1ables. Mi due\u00f1o regresaba a su casa. Me imagin\u00e9 el abrazo familiar y las l\u00e1grimas contenidas. Una nueva oportunidad.<\/p> De pronto, Antonio se detuvo. No s\u00e9 c\u00f3mo ocurri\u00f3, pero brot\u00f3 en su interior un torrente de verg\u00fcenza por el honor familiar mancillado. Dud\u00f3 de la indulgencia de los suyos. Sinti\u00f3 el ara\u00f1azo de la duda.<\/p> Minutos despu\u00e9s, busc\u00f3 una rama. Hizo con ella un arma. Se agazap\u00f3 tras unas acacias. Esper\u00f3 a que alg\u00fan campesino recorriera aquellas soledades para atracarlo. El ala frontal de mi cuerpo de sombrero enmascaraba su rostro.<\/p> Apareci\u00f3 una silueta en el camino. Antonio empu\u00f1\u00f3 su improvisada tranca. Lleg\u00f3 el caminante a nuestra altura. Mi due\u00f1o se plant\u00f3 ante \u00e9l. Amenazante y despiadado, le exigi\u00f3: \u201cEntr\u00e9gueme el dinero o le mato\u201d.<\/p> El transe\u00fante respondi\u00f3 con calma: \u201cDinero para ti no tengo. Lo poco que tengo es para los muchachos pobres de Tur\u00edn. La vida me la ha dado Dios y s\u00f3lo \u00e9l la puede tomar\u201d.<\/p> Al escuchar aquella voz, un escalofr\u00edo recorri\u00f3 mi cuerpo de paja. \u00a1Era la voz de Don Bosco! \u00a1El sacerdote que tiempo atr\u00e1s se hab\u00eda desvivido por mi due\u00f1o! Si le reconociera ahora, \u00bfle ayudar\u00eda nuevamente a salir de la miseria y del error?<\/p> Decid\u00ed intentarlo. Para ello, dej\u00e9 caer mi cuerpo de sombrero. Resbal\u00e9 hasta dejar al descubierto la cara de mi due\u00f1o. Don Bosco le reconoci\u00f3 enseguida a pesar de la penumbra. Creci\u00f3 la sorpresa. Se obr\u00f3 el milagro.<\/p> Poco tiempo despu\u00e9s, dos siluetas caminaban juntas hacia Castelnuovo. El perd\u00f3n alumbraba la oscuridad del camino. Yo, un humilde sombrero, iba con ellos. Antonio me llevaba en su mano.<\/p> Nunca m\u00e1s he tenido que ocultar el rostro de mi due\u00f1o. \u00c9l acept\u00f3 para siempre la nueva dignidad que Don Bosco le ofrec\u00eda.<\/p> Nota: Octubre de 1854. Don Bosco prepara la larga excursi\u00f3n con la que premiaba a sus muchachos en oto\u00f1o. Regresa solo de Castelnuovo. Un tal Antonio, reci\u00e9n salido de la c\u00e1rcel, y al que ayud\u00f3 tiempo atr\u00e1s, intenta asaltarle. Aunque oculta el rostro con un sombrero, Don Bosco le reconoce (MBe III, 427-428).<\/em><\/p><\/blockquote>","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[362,368],"tags":[3303,3218,3301,3272,3235,3302,3300],"yoast_head":"\n\n