{"id":88960,"date":"2022-12-13T10:16:38","date_gmt":"2022-12-13T08:16:38","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=88960"},"modified":"2022-12-13T10:19:00","modified_gmt":"2022-12-13T08:19:00","slug":"el-huertecillo-de-mama-margarita","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/el-huertecillo-de-mama-margarita\/","title":{"rendered":"El huertecillo de Mam\u00e1 Margarita"},"content":{"rendered":"

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Tan s\u00f3lo fui un huertecillo de reducidas dimensiones. Nac\u00ed fruto de la nostalgia de una campesina. Mi due\u00f1a se llamaba Margarita Occhiena. Lleg\u00f3 a la ciudad de Tur\u00edn desde las suaves colinas del caser\u00edo I Becchi para apoyar a su hijo Juan Bosco, joven sacerdote que hab\u00eda decidido concretar su sue\u00f1o: ofrecer oportunidades de vida a los chicos pobres de la gran urbe. Ella fue la madre de aquellos peque\u00f1os.<\/p>\n

Se multiplic\u00f3 para que nunca faltara un plato de polenta y una raci\u00f3n de afecto a los j\u00f3venes aprendices acogidos por su hijo. Por la noche, mientras dorm\u00edan, remendaba sus gastadas blusas obreras. Durante el d\u00eda, zurc\u00eda, con hilo de esperanza y aguja de alegr\u00eda, las heridas que la vida hab\u00eda dejado en sus corazones.<\/p>\n

Un d\u00eda de primavera decidi\u00f3 crearme a m\u00ed. Eligi\u00f3 un terreno algo apartado del lugar donde jugaban los chicos. A golpe de azada alis\u00f3 la tierra. Traz\u00f3 los surcos. Delimit\u00f3 mi cuerpo con una peque\u00f1a valla. Puso una fila de lechugas, varias plantas de jud\u00edas, coles, patatas y tomates\u2026 Me reg\u00f3 cuidadosamente y cuid\u00f3 con primor. Jud\u00edas y tomateras se pusieron en pie, de puntillas hacia el sol. Sus zarcillos abrazaron las ca\u00f1as que les serv\u00edan de gu\u00eda.<\/p>\n

El milagro se produjo. Todav\u00eda recuerdo el orgullo con el que le ofrec\u00ed las primeras verduras y hortalizas nacidas en mi tierra.<\/p>\n

Pero una aciaga tarde de mayo todo cambi\u00f3. El Oratorio bull\u00eda de actividades y fiesta. Varios bandos de muchachos jugaban a la guerra. Improvisados generales trazaban estrategias. Dirig\u00edan a la tropa infantil. Reptaban por tierra, asaltaban posiciones enemigas, recuperaban banderas y estandartes\u2026<\/p>\n

Aunque siempre me hab\u00edan respetado, aquel d\u00eda todo fue distinto. Sent\u00ed las pisadas inconscientes de varias decenas de muchachos sobre mi cuerpo de tierra\u2026 En el fragor de la batalla, cayeron derribadas las ca\u00f1as de las tomateras. Malogradas hojas de coles y lechugas se apelmazaron contra el suelo.<\/p>\n

Cuando ella lleg\u00f3, tan s\u00f3lo pudo evaluar los da\u00f1os. Con l\u00e1grimas de rabia e impotencia, tom\u00f3 una determinaci\u00f3n: regresar a las suaves colinas de I Becchi. La vi alejarse hacia la habitaci\u00f3n de su hijo Juan para comunicarle la decisi\u00f3n.<\/p>\n

Tem\u00ed lo peor. Por un momento me imagin\u00e9 privado de los cuidados de mam\u00e1 Margarita. Abandonado para siempre. Soportando las malas hierbas del olvido.<\/p>\n

Horas despu\u00e9s regres\u00f3 mam\u00e1 Margarita. No dijo nada. Comenz\u00f3 a retirar pacientemente las hortalizas da\u00f1adas. Levant\u00f3 las ca\u00f1as rotas\u2026 De tanto en tanto miraba hacia lo alto, como musitando una oraci\u00f3n y pidiendo paciencia y ayuda a Dios.<\/p>\n

Y la ayuda lleg\u00f3\u2026 De pronto, apareci\u00f3 un grupo de muchachos del Oratorio. Con rostro compungido se colocaron fuera de los l\u00edmites del huertecillo. En silencio pidieron una nueva oportunidad.<\/p>\n

Margarita les perdon\u00f3 con la mirada. Sonrieron. Le ayudaron a recomponer mi cuerpo de huertecillo herido de muerte en el fragor de la batalla. Renac\u00ed a la vida.<\/p>\n

\n

Nota: Mam\u00e1 Margarita, recordando sus ra\u00edces campesinas, levant\u00f3 un huertecillo en el Oratorio. Los muchachos lo destrozaron en varias ocasiones. Ante los enfados de la buena mujer, Don Bosco le indicaba la paciencia que tuvo Jes\u00fas en la cruz. (Memorias Biogr\u00e1ficas. Tomo II, 404. Tomo III, 342-343).<\/p>\n<\/blockquote>\n

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Tan s\u00f3lo fui un huertecillo de reducidas dimensiones. Nac\u00ed fruto de la nostalgia de una campesina. Mi due\u00f1a se llamaba Margarita Occhiena. Lleg\u00f3 a la ciudad de Tur\u00edn desde las suaves colinas del caser\u00edo I Becchi para apoyar a su hijo Juan Bosco, joven sacerdote que hab\u00eda decidido concretar su sue\u00f1o: ofrecer oportunidades de vida a los chicos pobres de la gran urbe. Ella fue la madre de aquellos peque\u00f1os.<\/p>

Se multiplic\u00f3 para que nunca faltara un plato de polenta y una raci\u00f3n de afecto a los j\u00f3venes aprendices acogidos por su hijo. Por la noche, mientras dorm\u00edan, remendaba sus gastadas blusas obreras. Durante el d\u00eda, zurc\u00eda, con hilo de esperanza y aguja de alegr\u00eda, las heridas que la vida hab\u00eda dejado en sus corazones.<\/p>

Un d\u00eda de primavera decidi\u00f3 crearme a m\u00ed. Eligi\u00f3 un terreno algo apartado del lugar donde jugaban los chicos. A golpe de azada alis\u00f3 la tierra. Traz\u00f3 los surcos. Delimit\u00f3 mi cuerpo con una peque\u00f1a valla. Puso una fila de lechugas, varias plantas de jud\u00edas, coles, patatas y tomates\u2026 Me reg\u00f3 cuidadosamente y cuid\u00f3 con primor. Jud\u00edas y tomateras se pusieron en pie, de puntillas hacia el sol. Sus zarcillos abrazaron las ca\u00f1as que les serv\u00edan de gu\u00eda.<\/p>

El milagro se produjo. Todav\u00eda recuerdo el orgullo con el que le ofrec\u00ed las primeras verduras y hortalizas nacidas en mi tierra.<\/p>

Pero una aciaga tarde de mayo todo cambi\u00f3. El Oratorio bull\u00eda de actividades y fiesta. Varios bandos de muchachos jugaban a la guerra. Improvisados generales trazaban estrategias. Dirig\u00edan a la tropa infantil. Reptaban por tierra, asaltaban posiciones enemigas, recuperaban banderas y estandartes\u2026<\/p>

Aunque siempre me hab\u00edan respetado, aquel d\u00eda todo fue distinto. Sent\u00ed las pisadas inconscientes de varias decenas de muchachos sobre mi cuerpo de tierra\u2026 En el fragor de la batalla, cayeron derribadas las ca\u00f1as de las tomateras. Malogradas hojas de coles y lechugas se apelmazaron contra el suelo.<\/p>

Cuando ella lleg\u00f3, tan s\u00f3lo pudo evaluar los da\u00f1os. Con l\u00e1grimas de rabia e impotencia, tom\u00f3 una determinaci\u00f3n: regresar a las suaves colinas de I Becchi. La vi alejarse hacia la habitaci\u00f3n de su hijo Juan para comunicarle la decisi\u00f3n.<\/p>

Tem\u00ed lo peor. Por un momento me imagin\u00e9 privado de los cuidados de mam\u00e1 Margarita. Abandonado para siempre. Soportando las malas hierbas del olvido.<\/p>

Horas despu\u00e9s regres\u00f3 mam\u00e1 Margarita. No dijo nada. Comenz\u00f3 a retirar pacientemente las hortalizas da\u00f1adas. Levant\u00f3 las ca\u00f1as rotas\u2026 De tanto en tanto miraba hacia lo alto, como musitando una oraci\u00f3n y pidiendo paciencia y ayuda a Dios.<\/p>

Y la ayuda lleg\u00f3\u2026 De pronto, apareci\u00f3 un grupo de muchachos del Oratorio. Con rostro compungido se colocaron fuera de los l\u00edmites del huertecillo. En silencio pidieron una nueva oportunidad.<\/p>

Margarita les perdon\u00f3 con la mirada. Sonrieron. Le ayudaron a recomponer mi cuerpo de huertecillo herido de muerte en el fragor de la batalla. Renac\u00ed a la vida.<\/p>

Nota: Mam\u00e1 Margarita, recordando sus ra\u00edces campesinas, levant\u00f3 un huertecillo en el Oratorio. Los muchachos lo destrozaron en varias ocasiones. Ante los enfados de la buena mujer, don Bosco le indicaba la paciencia que tuvo Jes\u00fas en la cruz. (Memorias Biogr\u00e1ficas. Tomo II, 404. 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