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Yo era un libro viejo de hojas gastadas y amarillentas. Mi \u00fanico honor, el emblem\u00e1tico nombre que pregonaba mi dignidad: \u201cManual para aprender con facilidad la lengua latina en las escuelas regias de los estados de su Majestad\u201d<\/em>. Pero todos me conoc\u00edan como \u201cEl Donato\u201d<\/em>; apodo recibido en memoria de Donato, autor de una gram\u00e1tica latina del siglo IV.<\/p>\n Pertenec\u00eda a la biblioteca de don Juan Calosso; anciano sacerdote bueno y sabio que decidi\u00f3 retirarse a la soledad de la aldea de Morialdo. Los a\u00f1os me hab\u00edan marcado con el hierro del olvido. Reposaba polvoriento sobre el anaquel del escritorio.<\/p>\n Nunca olvidar\u00e9 aquella ma\u00f1ana de diciembre. Don Juan Calosso parec\u00eda rejuvenecido\u2026 Vino directamente hacia m\u00ed. Sopl\u00f3 con fuerza. Me frot\u00f3 sobre su sotana como si quisiera sacar brillo a mis vetustas tapas de carton\u00e9.<\/p>\n Minutos despu\u00e9s me hall\u00e9 ante un chaval de unos catorce a\u00f1os. Se llamaba Juan Bosco. Ten\u00eda la mirada despierta. El anciano sacerdote me deposit\u00f3 en sus manos. El muchacho me tom\u00f3 como quien recibe un tesoro. Me sent\u00ed renovado y dispuesto a ense\u00f1arle mis riquezas.<\/p>\n Varios d\u00edas despu\u00e9s, mis ilusiones rodaron por tierra\u2026 Me vi obligado a competir con una azada. Era incomprensible. Mientras la mano derecha de Juan Bosco empu\u00f1aba una azada, con la que escardaba las hierbas del campo, me sosten\u00eda con la izquierda. Le\u00eda a trompicones. \u00bfEra aquel el respeto que merec\u00eda mi sabidur\u00eda? Me sent\u00ed inc\u00f3modo. Me hubiera gustado huir.<\/p>\n Noches despu\u00e9s, mientras yo dormitaba al calor de la repisa de la chimenea, me sobresaltaron los gritos de Antonio, el hermano mayor de Juan Bosco. De pronto, las voces destempladas de aquel hombre joven y rudo se dirigieron amenazantes hacia m\u00ed. Mis hojas comenzaron a temblar\u2026 Y hubiera terminado pasto del fuego a no ser por la rapidez con la que Juan me rescat\u00f3 de la ira de la ignorancia.<\/p>\n Qued\u00e9 admirado por el coraje de aquel muchacho. Aquella noche descubr\u00ed que cada vez que me tomaba entre sus manos, realizaba un acto de valent\u00eda. Nos hicimos buenos amigos. Me cont\u00f3 que quer\u00eda ser sacerdote para ayudar a los j\u00f3venes pobres. Puso en el estudio de mis p\u00e1ginas la intensidad que nadie hab\u00eda puesto jam\u00e1s.<\/p>\n Pas\u00f3 el tiempo. Tras ofrecerle mi sabidur\u00eda, regres\u00e9 al sue\u00f1o del olvido. Pero de tanto en tanto recuerdo su mirada. Era diferente. Cuando Juan Bosco me miraba era como si me contemplara una multitud inmensa de ojos j\u00f3venes abiertos a la esperanza.<\/p>\n Nota. Don Juan Calosso, anciano sacerdote, ense\u00f1\u00f3 lat\u00edn al adolescente Juan Bosco utilizando la popular gram\u00e1tica latina \u201cEl Donato\u201d. Ante las presiones de su hermano Antonio, Juan estudiar\u00e1 mientras trabaja con la azada en el campo. (Memorias del Oratorio. D\u00e9cada 1\u00aa. N\u00ba 2-3).<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n [\/et_pb_text][et_pb_button _builder_version=\u00bb4.20.2″ _module_preset=\u00bbdefault\u00bb button_text=\u00bbBolet\u00edn Salesiano\u00bb button_url=\u00bbhttps:\/\/www.salesianos.info\/boletin-salesiano\/\u00bb url_new_window=\u00bbon\u00bb custom_button=\u00bbon\u00bb button_text_size=\u00bb24px\u00bb button_text_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_bg_color=\u00bb#E02B20″ button_bg_enable_color=\u00bbon\u00bb button_border_width=\u00bb4px\u00bb button_border_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_icon=\u00bb9||divi||400″ button_icon_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_text_shadow_style=\u00bbpreset2″ button_text_shadow_color=\u00bb#000000″ box_shadow_style=\u00bbpreset2″ box_shadow_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb hover_enabled=\u00bb0″ sticky_enabled=\u00bb0″][\/et_pb_button][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Yo era un libro viejo de hojas gastadas y amarillentas. 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Me sent\u00ed renovado y dispuesto a ense\u00f1arle mis riquezas.<\/p> Varios d\u00edas despu\u00e9s, mis ilusiones rodaron por tierra\u2026 Me vi obligado a competir con una azada. Era incomprensible. Mientras la mano derecha de Juan Bosco empu\u00f1aba una azada, con la que escardaba las hierbas del campo, me sosten\u00eda con la izquierda. Le\u00eda a trompicones. \u00bfEra aquel el respeto que merec\u00eda mi sabidur\u00eda? Me sent\u00ed inc\u00f3modo. Me hubiera gustado huir.<\/p> Noches despu\u00e9s, mientras yo dormitaba al calor de la repisa de la chimenea, me sobresaltaron los gritos de Antonio, el hermano mayor de Juan Bosco. De pronto, las voces destempladas de aquel hombre joven y rudo se dirigieron amenazantes hacia m\u00ed. Mis hojas comenzaron a temblar\u2026 Y hubiera terminado pasto del fuego a no ser por la rapidez con la que Juan me rescat\u00f3 de la ira de la ignorancia.<\/p> Qued\u00e9 admirado por el coraje de aquel muchacho. Aquella noche descubr\u00ed que cada vez que me tomaba entre sus manos, realizaba un acto de valent\u00eda. Nos hicimos buenos amigos. Me cont\u00f3 que quer\u00eda ser sacerdote para ayudar a los j\u00f3venes pobres. Puso en el estudio de mis p\u00e1ginas la intensidad que nadie hab\u00eda puesto jam\u00e1s.<\/p> Pas\u00f3 el tiempo. Tras ofrecerle mi sabidur\u00eda, regres\u00e9 al sue\u00f1o del olvido. Pero de tanto en tanto recuerdo su mirada. Era diferente. Cuando Juan Bosco me miraba era como si me contemplara una multitud inmensa de ojos j\u00f3venes abiertos a la esperanza.<\/p> Nota. Don Juan Calosso, anciano sacerdote, ense\u00f1\u00f3 lat\u00edn al adolescente Juan Bosco utilizando la popular gram\u00e1tica latina \u201cEl Donato\u201d. Ante las presiones de su hermano Antonio, Juan estudiar\u00e1 mientras trabaja con la azada en el campo. (Memorias del Oratorio. D\u00e9cada 1\u00aa. 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