– \u201cAl paso de tu cruz de gu\u00eda, Se\u00f1or de Madrid, enmudece una ciudad como la nuestra, que es jaranera, \u00e1crata, torera, bullebulle, banal.<\/p>\n
Y cuando pasas T\u00fa, se hace el silencio.<\/p>\n
Me gusta ese Silencio, porque me gusta el lujo cuando se merece.<\/p>\n
Pasa, pasa, Se\u00f1or de nuestra Contrarreforma\u201d.<\/p>\n
El trono de plata, amigo Javier, es un eco del altar de San Ignacio en el Ges\u00fa<\/em> de Roma, expresi\u00f3n del triunfo jesuita, gloria barroca de la Contrarreforma, veh\u00edculo fet\u00e9n del misticismo espa\u00f1ol: Santa Teresa de Jes\u00fas y San Juan de la Cruz.<\/p>\n El Cristo de Medinaceli parece, a la vez, grande y peque\u00f1o, robusto y fr\u00e1gil. Algo inexplicable que sale de su bas\u00edlica con un juego de brillos agitados. Basta con escuchar el aldabonazo que pega el capataz en la canastilla para provocar cualquier \u201clevant\u00e1\u201d bajo la trabajadera, aqu\u00ed ausente. Entonces ocurre lo imprevisto, incluso se da el milagro.<\/p>\n \u201cLa levant\u00e1\u201d.<\/p>\n Aqu\u00ed s\u00f3lo \u201cla salida\u201d.<\/p>\n El suspiro, el grito, la saeta.<\/p>\n A m\u00e1s de un mill\u00f3n de madrile\u00f1os no se les permite moverse un cent\u00edmetro de su lugar en el cosmos. As\u00ed, a pie firme y sin moverse. Nada, nada coyuntural \u2013como unos posibles Juegos Ol\u00edmpicos, una Copa de Europa m\u00e1s para el Real, unos comicios democr\u00e1ticos, la entrada triunfal del papa Benedicto XVI<\/em> por la Puerta de Alcal\u00e1<\/em>. M\u00edrala, m\u00edrala\u2013 puede reiniciar aqu\u00ed el curso detenido de tanta historia.<\/p>\n Nuestra milenaria historia.<\/p>\n \u00a1He aqu\u00ed al Hombre! Ecce Homo<\/em>!<\/p>\n He aqu\u00ed al Se\u00f1or de Madrid.<\/p>\n Sin costaleros, sin mecidas pintureras, sin adornos, sin saetas.<\/p>\n Enfila la calle Duque de Medinaceli<\/em> y avanza el silencio, que es inmenso y dif\u00edcil. El silencio al que me refiero es aquel que antes o despu\u00e9s transforma el sentido de las cosas. Ese silencio que es miedo, fortaleza, secreto, vigor, audacia, plenitud.<\/p>\n Nadie pregunta de m\u00e1s.<\/p>\n Damos por hecho que aqu\u00ed se viene a algo del Nazareno; y si no, tampoco importa. Todos somos capaces de detallar una gracia del Se\u00f1or, cuando creemos que sucede, sin titubear. Quien m\u00e1s y quien menos ha experimentado alguna. Tambi\u00e9n acumulamos supersticiones.<\/p>\n En dos horas y cuarenta minutos se va a producir el vuelco, la caminata, la procesi\u00f3n por el paisaje de la luz<\/em>, la inmersi\u00f3n sin saber muy bien a d\u00f3nde: a la realidad o a la historia, al teatro o a la liturgia, a la cultura popular o al arte, o a todo junto.<\/p>\n A la realidad<\/em>.<\/p>\n Seg\u00fan avanza el cortejo por las calles de San Jer\u00f3nimo y Canalejas crece el silencio y se ponen en cuesti\u00f3n todas las palabras. Aqu\u00ed caben todos, incluso quienes no tienen la religi\u00f3n como gu\u00eda, ni como br\u00fajula, ni como nada. Cristo de Medinaceli<\/em> se puede vivir desde ese otro lado y, como la misma naturaleza en cada primavera, celebrar la fiesta de la resurrecci\u00f3n, que se da igual en la m\u00ednima flor del almendro en nuestro Retiro<\/em> que en cualquier hombre, \u201ccreado por Dios a su imagen y semejanza\u201d.<\/p>\n La realidad es tremenda en ambos casos.<\/p>\n El espect\u00e1culo es tremendo en ambos casos.<\/p>\n M\u00e1s real en el almendro y seg\u00fan la presi\u00f3n que en cada persona ejerce el chispazo de la fe. De vez en cuando necesitamos estos pactos de credibilidad para no tener que explicarnos del todo lo improbable. O lo ins\u00f3lito.<\/p>\n Al asa de nuestro Cristo de Medinaceli<\/em>, lleno de reverberaciones, que exigen un alto grado de convicci\u00f3n (incluso de fantas\u00eda mediterr\u00e1nea en algunos casos), se juntan los devotos y los pagamos de todo Madrid, de toda Espa\u00f1a. Unos \u2013tantos\u2013 movidos por las causas del reino de los cielos; otros, enardecidos y entusiasmados, por la est\u00e9tica tronante de los pasos de Salzillo, de Gregorio Hern\u00e1ndez, de Juan de Mesa, de Juan de Juni; y otros, y otros, en fin, por la severidad y misterio de los capirotes que inflan a cualquiera de inquietud y asombro.<\/p>\n Al teatro<\/em>.<\/p>\n Se oyen las arengas del diputado del gobierno de los pasos y tronos de la Espa\u00f1a entera, esos fervorines<\/em> con que instruyen a los penitentes en la quietud, el fervor, el rigor, la pasi\u00f3n, la tradici\u00f3n, y todas las dem\u00e1s virtudes abolidas por la pen\u00faltima reforma de la ense\u00f1anza. En vano.<\/p>\n Todo es extra\u00f1eza y j\u00fabilo.<\/p>\n Avanza nuestro Medinaceli<\/em> por la calle de Alcal\u00e1, calle principal de la Villa, donde la noche llega muy despacio, estirando las luces del fondo de la Puerta del Sol<\/em>. Se api\u00f1a la multitud.<\/p>\n Todos fingimos una cierta armon\u00eda, dispuestos para el lucimiento.<\/p>\n O con San Juan de la Cruz\u2026 \u201cy d\u00e9jame muriendo un no s\u00e9, que quedan balbuciendo\u201d.<\/p>\n Entre el oleaje de manos sobresale el Hotel \u201cFour seasons<\/em>\u201d, como salvavidas que uno lanza a la memoria. Y el \u201cHotel Regina\u201d, donde se puede repasar una y otra vez la geograf\u00eda de mi ayer.<\/p>\n La fusta del Viernes Santo<\/em> azota los amores perdidos. No encuentro lo que busco y dejo atr\u00e1s los sue\u00f1os alados, cuando no puedo dominar los d\u00edas por venir.<\/p>\n \u00bfTeatro o realidad? \u00bfTodo junto?<\/p>\n Todo junto sin que nadie abandone la escena y sin tel\u00f3n que bajar. Y con el entusiasmo de los aplausos, vivas y ol\u00e9s, abrazando el inc\u00f3modo silencio de no saber cu\u00e1l es al fin nuestro papel desde las aceras.<\/p>\n A la historia<\/em>.<\/p>\n Es abril de 2022.<\/p>\n Abril viene a advertir que empieza el tiempo del aquelarre.<\/p>\n \u00a1He aqu\u00ed al Hombre! Ecce Homo<\/em>! \u00a1Cristo de Medinaceli<\/em>!<\/p>\n Firme, afirmado, consolidado, en plena Plaza de las Cortes<\/em>.<\/p>\n Cristo de Medinaceli<\/em> viene a advertirnos que en los pr\u00f3ximos meses la vida arde \u2013tambi\u00e9n la nuestra\u2013 en todas las direcciones y que es muy probable que en alguna de ellas encontremos un motivo m\u00e1s para seguir en pie. Que, pese a todo y precisamente por todo, el pr\u00f3ximo verano puede ser una tentaci\u00f3n de placer, un chispazo de resurrecci\u00f3n \u2013como en la flor del almendro\u2013 y si te niegas a creer que tantas cosas suceden precisamente en tu honor es que est\u00e1s muerto o no mereces seguir viviendo.<\/p>\n Y ahora en la cima de mi vida, puedo escribir como Quir\u00f3s que \u201cme da a veces por mirar atr\u00e1s, donde quedaron las sobras de los d\u00edas consumidos\u201d.<\/p>\n Un tuitero ocurrente ha escrito que, con el fin de la pandemia, ha vuelto Lope de Vega<\/em> a las Trinitarias para rezar Maitines<\/em> junto a su hija, y Calder\u00f3n<\/em> a representar sus obras en el Corral de Comedias<\/em>, y Quevedo<\/em>, mi moralista de cabecera desde la Gregoriana de Roma, a trastear por la calle de San Bernardo. O sea.<\/p>\n Pero es que vuelven muchas cosas m\u00e1s; sin duda, en breve, el Real Madrid a Cibeles y Cristiano al Bernab\u00e9u, Ayuso y Almeida a ganar elecciones y miles y miles de ucranianos a nuestros hogares sin fin. Ha vuelto Fernando Alonso<\/em> a Renault, Pau Gasol<\/em> al Barsa y Guti<\/em> al Budda \u00a1ah! Y Feijoo y Urkullu a ganar elecciones. A ganar elecciones otra vez. O sea.<\/p>\n Se queja nuestro Cristo de Medinaceli<\/em>, que no sabe c\u00f3mo barrer los restos de la lanzada ni el v\u00e9rtigo del vac\u00edo, colgado de la t\u00fanica de los reproches, mientras contempla la desnudez de los cien mil muertos por el COVID 19.<\/p>\n Llueve sobre el coraz\u00f3n de los madrile\u00f1os como llueve sobre el molde impensable de la piedra germinal, porque es tan corto el amor y es tan largo el olvido.<\/p>\n Repican las campanetas de las clarisas de San Pascual.<\/p>\n Hollywood oscila entre el remake<\/em> y la secuela y abraza otra vez el c\u00f3digo Hays<\/em>, reconduciendo la intransigencia victoriana hacia el dogma identitario.<\/p>\n Regresa un a\u00f1o m\u00e1s al paisaje de la luz<\/em> el Se\u00f1or de Madrid<\/em>.<\/p>\n Le recibe el Museo del Prado<\/em> en pleno.<\/p>\n A Vel\u00e1zquez<\/em>, Murillo<\/em> y Goya<\/em> se les ha puesto rostro s\u00fabito de din\u00e1stico casticismo con rigurosa fidelidad. Desde sus pinturas existenciales enfrentan la cultura espa\u00f1ola y europea al desaf\u00edo de la metr\u00f3poli que simboliza el nuevo Imperio, hoy en declive\u2026 y de otras capitales de degeneraciones y mitos. De todas las bellezas tambi\u00e9n, de todas las culturas.<\/p>\n Vuelve el Cristo de Medinaceli<\/em> a su bas\u00edlica, \u201cbordado de palomas\u201d del Edificio de Correos, de los rascacielos de \u201cacero y miel\u201d de la Gran V\u00eda, Alcal\u00e1, Prado, Castellana. Camina erguido, digno, luminoso \u2013el condensador del paisaje de la luz\u2013 al asa de las m\u00fasicas de Falla y Granados, Albeniz y Rodrigo, Turina y del la\u00fad que \u201cresta\u00f1a las \u00falceras de la madera\u201d (Hierro); de Beethoven, en fin, que es la soledad sonora, la sordera tronante de \u201clas miles de heridas luminosas\u201d que asaetean el paisaje de la luz.<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" – \u201cAl paso de tu cruz de gu\u00eda, Se\u00f1or de Madrid, enmudece una ciudad como la nuestra, que es jaranera, \u00e1crata, torera, bullebulle, banal. Y cuando pasas T\u00fa, se hace el silencio. Me gusta ese Silencio, porque me gusta el lujo cuando se merece. Pasa, pasa, Se\u00f1or de nuestra Contrarreforma\u201d. 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