{"id":95456,"date":"2023-03-21T14:51:45","date_gmt":"2023-03-21T13:51:45","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=95456"},"modified":"2023-03-21T14:51:52","modified_gmt":"2023-03-21T13:51:52","slug":"la-ordenanza-municipal","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/la-ordenanza-municipal\/","title":{"rendered":"La ordenanza municipal"},"content":{"rendered":"

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Nac\u00ed en un despacho del Ayuntamiento de Tur\u00edn. El secretario municipal, -hombre enjuto, de traje impecable y gesto adusto-, amamant\u00f3 mi cuerpo de papel verjurado con tinta de escritorio. Me adorn\u00f3 con impecable caligraf\u00eda. Recuerdo el calor de la estufa, el terciopelo que tapizaba los sillones y los se\u00f1oriales cortinajes de aquella estancia.<\/p>\n

Cuando la raz\u00f3n lleg\u00f3 a mi mente, me sent\u00ed orgullosa de las severas advertencias que conten\u00edan mis l\u00edneas. Yo era una ordenanza municipal destinada a garantizar el orden y a cortar de ra\u00edz los desmanes de un grupo de mozalbetes que se hab\u00edan ense\u00f1oreado de los Molinos del R\u00edo Dora. El excelent\u00edsimo se\u00f1or alcalde me otorg\u00f3 mayor\u00eda de edad con su sello y firma.<\/p>\n

Un grupo de guardias municipales me traslad\u00f3 a mi destino. Se adentraron por el Barrio del r\u00edo Dora, donde diecisiete molinos mol\u00edan el cereal para Tur\u00edn. Escuch\u00e9 voces en la lejan\u00eda. Lati\u00f3 con fuerza mi coraz\u00f3n de papel. Necesitaba valent\u00eda y coraje para enfrentarme a los alborotadores…<\/p>\n

Por fin me tom\u00f3 entre sus manos mi destinatario. Con sorpresa descubr\u00ed que era un joven sacerdote rodeado de muchachos que re\u00edan y jugaban buscando afecto y alegr\u00eda en aquella ma\u00f1ana de invierno. No me pareci\u00f3 un agitador. Tal vez fuera un error. Don Bosco despleg\u00f3 mi cuerpo. Los chicos hicieron un respetuoso silencio. Mientras sus ojos se deslizaban entre mis l\u00edneas, descubr\u00ed en su mirada un solo inter\u00e9s: buscar un hogar para aquellos chicos sin familia.<\/p>\n

Fue entonces cuando mis letras se rebelaron. Intent\u00e9 que las \u201coes\u201d de mi texto se convirtieran en bocas abiertas para gritar la bondad y la inocencia de aquel cura y sus muchachos. Pero fue en vano.<\/p>\n

Don Bosco me guard\u00f3 en el bolsillo de su sotana y se puso a jugar con sus muchachos para paliar el dolor del desalojo. Y yo me sum\u00ed en un silencio cargado de culpabilidad. Hubiera deseado terminar rota en mil pedazos. Pero Don Bosco me archiv\u00f3 serenamente en una vieja carpeta.<\/p>\n

Transcurrieron meses de oscuridad. Una ma\u00f1ana de abril me despert\u00f3 el rumor alborozado de unas voces j\u00f3venes. Aguc\u00e9 el o\u00eddo. Se aceler\u00f3 mi coraz\u00f3n cuando escuch\u00e9, n\u00edtida y potente, la voz de aquel cura joven. Inauguraba un humilde cobertizo, adornado con ternura y transformado en hogar para sus muchachos pobres. Ninguna ordenanza le podr\u00eda desalojar.<\/p>\n

Me dej\u00e9 llenar por aquella alegr\u00eda y se fue borrando mi culpa. Ellos me redimieron de la injusticia que se agazapaba entre mis letras.<\/p>\n

\n

Nota. A\u00f1o 1845. El Ayuntamiento de Tur\u00edn permite a Don Bosco desarrollar su Oratorio junto a los Molinos del r\u00edo Dora. Tras seis meses de actividad, las quejas de los molineros provocan una ordenanza municipal revocando el permiso. (Memorias del Oratorio. D\u00e9cada Segunda, n\u00ba 17).<\/em><\/p>\n<\/blockquote>\n

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Nac\u00ed en un despacho del Ayuntamiento de Tur\u00edn. El secretario municipal, -hombre enjuto, de traje impecable y gesto adusto-, amamant\u00f3 mi cuerpo de papel verjurado con tinta de escritorio. Me adorn\u00f3 con impecable caligraf\u00eda. Recuerdo el calor de la estufa, el terciopelo que tapizaba los sillones y los se\u00f1oriales cortinajes de aquella estancia.<\/p>

Cuando la raz\u00f3n lleg\u00f3 a mi mente, me sent\u00ed orgullosa de las severas advertencias que conten\u00edan mis l\u00edneas. Yo era una ordenanza municipal destinada a garantizar el orden y a cortar de ra\u00edz los desmanes de un grupo de mozalbetes que se hab\u00edan ense\u00f1oreado de los Molinos del R\u00edo Dora. El excelent\u00edsimo se\u00f1or alcalde me otorg\u00f3 mayor\u00eda de edad con su sello y firma.<\/p>

Un grupo de guardias municipales me traslad\u00f3 a mi destino. Se adentraron por el Barrio del r\u00edo Dora, donde diecisiete molinos mol\u00edan el cereal para Tur\u00edn. Escuch\u00e9 voces en la lejan\u00eda. Lati\u00f3 con fuerza mi coraz\u00f3n de papel. Necesitaba valent\u00eda y coraje para enfrentarme a los alborotadores...<\/p>

Por fin me tom\u00f3 entre sus manos mi destinatario. Con sorpresa descubr\u00ed que era un joven sacerdote rodeado de muchachos que re\u00edan y jugaban buscando afecto y alegr\u00eda en aquella ma\u00f1ana de invierno. No me pareci\u00f3 un agitador. Tal vez fuera un error. Don Bosco despleg\u00f3 mi cuerpo. Los chicos hicieron un respetuoso silencio. Mientras sus ojos se deslizaban entre mis l\u00edneas, descubr\u00ed en su mirada un solo inter\u00e9s: buscar un hogar para aquellos chicos sin familia.<\/p>

Fue entonces cuando mis letras se rebelaron. Intent\u00e9 que las \u201coes\u201d de mi texto se convirtieran en bocas abiertas para gritar la bondad y la inocencia de aquel cura y sus muchachos. Pero fue en vano.<\/p>

Don Bosco me guard\u00f3 en el bolsillo de su sotana y se puso a jugar con sus muchachos para paliar el dolor del desalojo. Y yo me sum\u00ed en un silencio cargado de culpabilidad. Hubiera deseado terminar rota en mil pedazos. Pero Don Bosco me archiv\u00f3 serenamente en una vieja carpeta.<\/p>

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Me dej\u00e9 llenar por aquella alegr\u00eda y se fue borrando mi culpa. Ellos me redimieron de la injusticia que se agazapaba entre mis letras.<\/p>

Nota. A\u00f1o 1845. El Ayuntamiento de Tur\u00edn permite a Don Bosco desarrollar su Oratorio junto a los Molinos del r\u00edo Dora. Tras seis meses de actividad, las quejas de los molineros provocan una ordenanza municipal revocando el permiso. (Memorias del Oratorio. 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