{"id":98507,"date":"2023-05-09T09:43:51","date_gmt":"2023-05-09T07:43:51","guid":{"rendered":"https:\/\/salesianos.info\/?p=98507"},"modified":"2023-05-09T09:44:00","modified_gmt":"2023-05-09T07:44:00","slug":"la-acequia","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/salesianos.info\/blog\/la-acequia\/","title":{"rendered":"La acequia"},"content":{"rendered":"

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La profundidad del agua<\/strong><\/p>\n

Mi vida era silenciosa y serena. As\u00ed suele transcurrir la existencia de las acequias. La monoton\u00eda hab\u00eda hecho nido en las m\u00e1rgenes de mi cauce. Algunas hierbas silvestres crec\u00edan en mis orillas. Yo les aportaba humedad. Ellas hac\u00edan menos rutinario el fluir del agua por mi cuerpo.<\/p>\n

Cuando llegaron ellos, yo llevaba casi dos siglos fluyendo desde el r\u00edo Dora. El destino de mis d\u00edas hab\u00eda consistido en regar campos de ma\u00edz, cultivos de patatas y peque\u00f1os huertecillos de verduras. Pero la presencia de aquellos muchachos cambi\u00f3 mi vida. Ellos llenaron de nuevas resonancias el murmullo casi imperceptible del agua. Alteraron mi silencio\u2026 y mi misi\u00f3n.<\/p>\n

Todav\u00eda recuerdo aquella primera tarde. Llegaron desde la casa Pinardi; una edificaci\u00f3n que se alzaba a escasa distancia de mi curso.<\/p>\n

De pronto, sin pedir permiso, aquel grupo de muchachos comenz\u00f3 a sumergir en mis aguas las escasas prendas que portaban en humildes hatillos. Mi agua cristalina, protest\u00f3. Aquellas ropas estaban sucias: arena y cal, grasa y sudor, mugre y suciedad\u2026 No pude reprimir una mueca de asco. Luego, entre risas y chanzas, esgrimieron toscas pastillas de jab\u00f3n. Quise protestar\u2026 pero ya era tarde: mi agua cristalina se estaba enturbiando. Sent\u00ed escozor en mis ojos. Llor\u00e9. Mis l\u00e1grimas se fundieron con mi caudal.<\/p>\n

Tiempo despu\u00e9s, desapareci\u00f3 el jab\u00f3n. Ces\u00f3 el llanto de mis ojos. Fue entonces cuando repar\u00e9 en las prendas que lavaban en mi cuerpo. Eran pobres y humildes. Mostraban un sinf\u00edn de cicatrices: zurcidos y remiendos; pedazos y composturas recientemente hilvanadas. Repar\u00e9 tambi\u00e9n en sus peque\u00f1as manos encallecidas: hac\u00eda tiempo que abandonaron la infancia para someterse a la aspereza del trabajo adulto.<\/p>\n

Finalmente marcharon. Recuper\u00e9 transparencia y tersura. Reflexion\u00e9. Y tom\u00e9 una decisi\u00f3n: ofrecerles la mejor de mis aguas cuando regresar\u00e1n. Y as\u00ed lo hice durante m\u00e1s de diez largos a\u00f1os. Fui fiel a mi compromiso.<\/p>\n

Nunca me arrepent\u00ed. De labios de Don Bosco, el joven sacerdote que les acompa\u00f1aba, aprend\u00ed que yo, una humilde acequia de riego, pod\u00eda llegar a ser mucho m\u00e1s que el lugar donde sus chicos hac\u00edan la colada.<\/p>\n

Gracias a \u00e9l me convert\u00ed en signo de limpieza interior y de pureza. Mis aguas tersas fueron como el espejo que transformaba sus muecas del desaliento en sonrisas. Fui el misterio de un agua clara que se ofrece, se entrega y luego sigue su curso, sin pedir nada a cambio.<\/p>\n

A d\u00eda de hoy sigo existiendo, pero enterrada en vida bajo el asfalto de la gran ciudad de Tur\u00edn. Tan s\u00f3lo cuando llueve mucho, siento que un hilo de agua acaricia mi cauce reseco. Y me sumerjo en la nostalgia de un ayer que nunca regresar\u00e1.<\/p>\n

Nota: A escasos metros de la parte norte de la casa Pinardi flu\u00eda una acequia de agua abundante destinada al riego. Proven\u00eda del r\u00edo Dora. Fue usada por el Oratorio. En sus m\u00e1rgenes se alzaba el lavadero. De ella tomaba Mam\u00e1 Margarita el agua para regar su peque\u00f1o huerto (MBe II,403; III,402).<\/em><\/strong><\/p>\n

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Mi vida era silenciosa y serena. As\u00ed suele transcurrir la existencia de las acequias. La monoton\u00eda hab\u00eda hecho nido en las m\u00e1rgenes de mi cauce. Algunas hierbas silvestres crec\u00edan en mis orillas. Yo les aportaba humedad. Ellas hac\u00edan menos rutinario el fluir del agua por mi cuerpo.<\/p>

Cuando llegaron ellos, yo llevaba casi dos siglos fluyendo desde el r\u00edo Dora. El destino de mis d\u00edas hab\u00eda consistido en regar campos de ma\u00edz, cultivos de patatas y peque\u00f1os huertecillos de verduras. Pero la presencia de aquellos muchachos cambi\u00f3 mi vida. Ellos llenaron de nuevas resonancias el murmullo casi imperceptible del agua. Alteraron mi silencio\u2026 y mi misi\u00f3n.<\/p>

Todav\u00eda recuerdo aquella primera tarde. Llegaron desde la casa Pinardi; una edificaci\u00f3n que se alzaba a escasa distancia de mi curso.<\/p>

De pronto, sin pedir permiso, aquel grupo de muchachos comenz\u00f3 a sumergir en mis aguas las escasas prendas que portaban en humildes hatillos. Mi agua cristalina, protest\u00f3. Aquellas ropas estaban sucias: arena y cal, grasa y sudor, mugre y suciedad\u2026 No pude reprimir una mueca de asco. Luego, entre risas y chanzas, esgrimieron toscas pastillas de jab\u00f3n. Quise protestar\u2026 pero ya era tarde: mi agua cristalina se estaba enturbiando. Sent\u00ed escozor en mis ojos. Llor\u00e9. Mis l\u00e1grimas se fundieron con mi caudal.<\/p>

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Finalmente marcharon. Recuper\u00e9 transparencia y tersura. Reflexion\u00e9. Y tom\u00e9 una decisi\u00f3n: ofrecerles la mejor de mis aguas cuando regresar\u00e1n. Y as\u00ed lo hice durante m\u00e1s de diez largos a\u00f1os. Fui fiel a mi compromiso.<\/p>

Nunca me arrepent\u00ed. De labios de Don Bosco, el joven sacerdote que les acompa\u00f1aba, aprend\u00ed que yo, una humilde acequia de riego, pod\u00eda llegar a ser mucho m\u00e1s que el lugar donde sus chicos hac\u00edan la colada.<\/p>

Gracias a \u00e9l me convert\u00ed en signo de limpieza interior y de pureza. Mis aguas tersas fueron como el espejo que transformaba sus muecas del desaliento en sonrisas. Fui el misterio de un agua clara que se ofrece, se entrega y luego sigue su curso, sin pedir nada a cambio.<\/p>

A d\u00eda de hoy sigo existiendo, pero enterrada en vida bajo el asfalto de la gran ciudad de Tur\u00edn. Tan s\u00f3lo cuando llueve mucho, siento que un hilo de agua acaricia mi cauce reseco. Y me sumerjo en la nostalgia de un ayer que nunca regresar\u00e1.<\/p>

Nota: A escasos metros de la parte norte de la casa Pinardi flu\u00eda una acequia de agua abundante destinada al riego. Proven\u00eda del r\u00edo Dora. Fue usada por el Oratorio. En sus m\u00e1rgenes se alzaba el lavadero. 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