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Soy una bala de arcabuz. Por aquellos tiempos las balas de fabricaci\u00f3n casera \u00e9ramos gruesas y toscas: una esfera de plomo de unos pocos cent\u00edmetros de di\u00e1metro.<\/p>\n
Nac\u00ed en la miserable casa de un asesino a sueldo. Mi amo creci\u00f3 en las tabernas bebiendo el vino amargo de la violencia. La prisi\u00f3n y los bajos fondos de la ciudad fueron su \u00fanica escuela. Era amigo de broncas y peleas; taciturno y solitario; col\u00e9rico y desconfiado.<\/p>\n
Cuando le contrataron para asesinar a un joven cura que acog\u00eda y educaba a los muchachos pobres de Tur\u00edn, no pregunt\u00f3 nada. Resentido y amargado, acept\u00f3. Tom\u00f3 el dinero. Cerr\u00f3 el trato en una sombr\u00eda taberna.<\/p>\n
Durante la noche prepar\u00f3 el arcabuz. Cuando me eligi\u00f3 entre varias de mis compa\u00f1eras, sent\u00ed que se aceleraba mi coraz\u00f3n de bala. Cuando me enter\u00e9 del hombre bueno al que iba destinaba, intent\u00e9 negarme. Me horrorizaba el dolor que iba a causar. Imaginaba a aquellos pobres hu\u00e9rfanos sumergidos en una nueva orfandad.<\/p>\n
Mi siniestro due\u00f1o se acerc\u00f3 al Oratorio a plena luz. Observ\u00f3 a los muchachos que jugaban. Con mirada atenta sigui\u00f3 las evoluciones de Don Bosco. Rode\u00f3 la tapia hasta tenerle a tiro.<\/p>\n
Acech\u00f3 la sombra del cura que, tras la ventana, hablaba a los chicos. Tan s\u00f3lo le separaba el fr\u00e1gil cristal. Carg\u00f3 el arcabuz con una medida de p\u00f3lvora negra. Me dej\u00f3 caer por el ca\u00f1\u00f3n. Me apret\u00f3 con fuerza. Apunt\u00f3\u2026 y dispar\u00f3. Sent\u00ed un calor intenso sobre mi cuerpo de plomo. Rasgu\u00e9 el aire. Iba directa al coraz\u00f3n de aquel sacerdote bueno\u2026 Cerr\u00e9 mis ojos para no ver su muerte. Sent\u00ed un golpe muy fuerte.<\/p>\n
Cuando recobr\u00e9 el sentido, me hallaba en las manos de un muchacho que me hab\u00eda recogido del suelo. Aturdida, pude ver c\u00f3mo don Bosco sonre\u00eda en medio del p\u00e1nico provocado por el disparo. Mostraba a sus muchachos el desconchado que yo hab\u00eda provocado al impactar sobre la pared, y el trozo de sotana que hab\u00eda rasgado al rozarle.<\/p>\n
Cuando comprend\u00ed que el disparo hab\u00eda fallado, me invadi\u00f3 una inmensa alegr\u00eda. Mi hura\u00f1o y cobarde due\u00f1o huy\u00f3 a toda prisa. Yo qued\u00e9 libre para siempre.<\/p>\n
Actualmente permanezco en el escritorio de Don Bosco. Me conserva sobre su mesa para no olvidar dar gracias a Dios cada ma\u00f1ana. Convertida en peque\u00f1o pisapapeles, mantengo apiladas las facturas del Oratorio. He recuperado la dignidad.<\/p>\n
Nota.<\/em> Durante la primavera de 1848 Don Bosco es v\u00edctima de un atentado. El disparo de un sicario intenta acabar con la vida de Don Bosco mientras explica catecismo a sus muchachos. La bala simplemente le rasg\u00f3 la sotana y fue a incrustarse en la pared. (Memorias biogr\u00e1ficas. Tomo III, 237-238).<\/em><\/strong><\/p>\n [\/et_pb_text][et_pb_button _builder_version=\u00bb4.21.0″ _module_preset=\u00bbdefault\u00bb button_text=\u00bbBolet\u00edn Salesiano\u00bb url_new_window=\u00bbon\u00bb button_url=\u00bbhttps:\/\/www.salesianos.info\/boletin-salesiano\/\u00bb custom_button=\u00bbon\u00bb button_text_size=\u00bb22px\u00bb button_text_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_bg_color=\u00bb#E02B20″ button_bg_enable_color=\u00bbon\u00bb button_border_color=\u00bb#000000″ button_icon=\u00bb9||divi||400″ button_icon_color=\u00bb#FFFFFF\u00bb button_text_shadow_style=\u00bbpreset1″ button_text_shadow_color=\u00bb#000000″ box_shadow_style=\u00bbpreset2″ box_shadow_color=\u00bb#000000″ hover_enabled=\u00bb0″ sticky_enabled=\u00bb0″][\/et_pb_button][\/et_pb_column][\/et_pb_row][\/et_pb_section]<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":" Soy una bala de arcabuz. Por aquellos tiempos las balas de fabricaci\u00f3n casera \u00e9ramos gruesas y toscas: una esfera de plomo de unos pocos cent\u00edmetros de di\u00e1metro. Nac\u00ed en la miserable casa de un asesino a sueldo. Mi amo creci\u00f3 en las tabernas bebiendo el vino amargo de la violencia. La prisi\u00f3n y los bajos […]<\/p>\n","protected":false},"author":8,"featured_media":99921,"comment_status":"open","ping_status":"closed","sticky":false,"template":"","format":"standard","meta":{"_et_pb_use_builder":"on","_et_pb_old_content":" Soy una bala de arcabuz. Por aquellos tiempos las balas de fabricaci\u00f3n casera \u00e9ramos gruesas y toscas: una esfera de plomo de unos pocos cent\u00edmetros de di\u00e1metro.<\/p> Nac\u00ed en la miserable casa de un asesino a sueldo. Mi amo creci\u00f3 en las tabernas bebiendo el vino amargo de la violencia. La prisi\u00f3n y los bajos fondos de la ciudad fueron su \u00fanica escuela. Era amigo de broncas y peleas; taciturno y solitario; col\u00e9rico y desconfiado.<\/p> Cuando le contrataron para asesinar a un joven cura que acog\u00eda y educaba a los muchachos pobres de Tur\u00edn, no pregunt\u00f3 nada. Resentido y amargado, acept\u00f3. Tom\u00f3 el dinero. Cerr\u00f3 el trato en una sombr\u00eda taberna.<\/p> Durante la noche prepar\u00f3 el arcabuz. Cuando me eligi\u00f3 entre varias de mis compa\u00f1eras, sent\u00ed que se aceleraba mi coraz\u00f3n de bala. Cuando me enter\u00e9 del hombre bueno al que iba destinaba, intent\u00e9 negarme. Me horrorizaba el dolor que iba a causar. Imaginaba a aquellos pobres hu\u00e9rfanos sumergidos en una nueva orfandad.<\/p> Mi siniestro due\u00f1o se acerc\u00f3 al Oratorio a plena luz. Observ\u00f3 a los muchachos que jugaban. Con mirada atenta sigui\u00f3 las evoluciones de Don Bosco. Rode\u00f3 la tapia hasta tenerle a tiro.<\/p> Acech\u00f3 la sombra del cura que, tras la ventana, hablaba a los chicos. Tan s\u00f3lo le separaba el fr\u00e1gil cristal. Carg\u00f3 el arcabuz con una medida de p\u00f3lvora negra. Me dej\u00f3 caer por el ca\u00f1\u00f3n. Me apret\u00f3 con fuerza. Apunt\u00f3\u2026 y dispar\u00f3. Sent\u00ed un calor intenso sobre mi cuerpo de plomo. Rasgu\u00e9 el aire. Iba directa al coraz\u00f3n de aquel sacerdote bueno\u2026 Cerr\u00e9 mis ojos para no ver su muerte. Sent\u00ed un golpe muy fuerte.<\/p> Cuando recobr\u00e9 el sentido, me hallaba en las manos de un muchacho que me hab\u00eda recogido del suelo. Aturdida, pude ver c\u00f3mo don Bosco sonre\u00eda en medio del p\u00e1nico provocado por el disparo. Mostraba a sus muchachos el desconchado que yo hab\u00eda provocado al impactar sobre la pared, y el trozo de sotana que hab\u00eda rasgado al rozarle.<\/p> Cuando comprend\u00ed que el disparo hab\u00eda fallado, me invadi\u00f3 una inmensa alegr\u00eda. Mi hura\u00f1o y cobarde due\u00f1o huy\u00f3 a toda prisa. Yo qued\u00e9 libre para siempre.<\/p> Actualmente permanezco en el escritorio de Don Bosco. Me conserva sobre su mesa para no olvidar dar gracias a Dios cada ma\u00f1ana. Convertida en peque\u00f1o pisapapeles, mantengo apiladas las facturas del Oratorio. He recuperado la dignidad.<\/p> Nota.<\/em> Durante la primavera de 1848 Don Bosco es v\u00edctima de un atentado. El disparo de un sicario intenta acabar con la vida de Don Bosco mientras explica catecismo a sus muchachos. La bala simplemente le rasg\u00f3 la sotana y fue a incrustarse en la pared. (Memorias biogr\u00e1ficas. Tomo III, 237-238).<\/em><\/strong><\/p>","_et_gb_content_width":"","footnotes":""},"categories":[362,368],"tags":[3913,3911,3914,3218,3272,3235,3912,3360],"yoast_head":"\n