Hace semanas me propusieron hacer un testamento vital desde el momento presente. Un ejercicio comprometido en el que uno se para a pensar si lo que está haciendo con su vida tiene sentido a largo plazo.
Digo a largo plazo, porque en la vorágine diaria, una gestión eficiente de lo que haces en tu trabajo, el trato y tiempo que das a una persona, el desplazamiento en transportes o el gasto para comer, por ejemplo, puede no dejarnos ver la meta final.
Don Bosco ya lo hacía con sus muchachos en lo que llamaba “ejercicio de la buena muerte”. Recordemos que la esperanza de vida en el oratorio de Valdocco del siglo XIX era muy inesperada a veces. El santo soñador les planteaba más o menos esta pregunta: Si murieras hoy, ¿harías lo que haces?
¿Lo harías?
Plantearnos el presente desde el final de la vida puede definir un cambio o la justificación a mantener el rumbo actual. Tal vez el indicador de sinceridad de nuestra respuesta tiene mucho que ver con la paz que tengamos al terminar cada día. Si al meterte en la cama y repasar lo que has hecho, sientes que todo encaja a pesar de estar cansado… es que vas bien.
En la mitad de la vida es necesario hacer un análisis personal (muchos ensayos filosóficos insisten en esta etapa como crisis que es oportunidad). Desde mi experiencia puedo decir que se trata de vivir sin querer controlarlo todo, porque la vida trae oportunidades de forma constante. Cierto es que esto se aprecia mirando hacia atrás y vivir se hace en presente y mirando hacia adelante.
Otra de mis humildes apreciaciones es que cuanto más me comprometo y entrego en las distintas facetas de mi vida, menos dueño de mí mismo soy y a la vez mejor me siento. En relación a esto, comparto con vosotros parte de mi reflexión en mi testamento vital: “Tener fe y ser cristiano ha sido una suerte. A veces discutí con Dios a mi manera… dando voces de rabia o siguiendo con mi vida ignorándole. Es verdad que quise ser ateo y en esos momentos más certezas de Dios encontré… mirar con otros ojos, darnos cuenta de que la vida es mucho más que biología… ¿Cómo puede haber personas tan al margen? Y aquí probablemente encontré mi vocación y misión: disfrutar de mi trabajo, ser testigo y anunciar con mi vida”.
Creo que cuando elegí el lema de mi vida, otro ejercicio que también te recomiendo, acerté: Todo lo que no se da se pierde (proverbio hindú).
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