Nos encontramos en pleno verano, un tiempo ideal para pararnos y no sólo por el calor que está haciendo, sino porque tenemos más tiempo para mirarnos hacía dentro.
El otro día leía un artículo donde las estadísticas dicen que después de las vacaciones de verano hay un número más elevado de familias que se rompen y también que durante este tiempo se generan más conflictos familiares. Por este motivo es sumamente importante tener imaginación para convertir las vacaciones en un tiempo excelente para compartir con la familia. Este tiempo nos debería servir para fortalecernos, unirnos y encontrar tranquilidad, calma, serenidad, para que ya sin prisas, supiéramos dar descanso al cuerpo, paz al espíritu, profundidad a la espiritualidad, tiempo a los amigos y, por encima de todo, ser padre, madre, esposo, esposa, hijo o hija, ofreciendo, disfrutando de lo que significa la vida de familia.
Es sin duda en los largos momentos compartidos cuando los padres pueden transmitir a sus hijos los valores cristianos, no solamente de palabras, sino con el testimonio. No hay nada mejor para la familia que disfrutar precisamente de días de vacaciones en común: días para dialogar, para escuchar, para poder poner en común los proyectos, las ilusiones, también los miedos y las preocupaciones del futuro. Y siempre que se pueda hacer un viaje juntos, es una actividad que une y enriquece y si entramos en contacto con gente y culturas diferentes nos pueden complementar.
Es necesario buscar tiempo para leer, compartir y consolidar amistad. Contemplar la naturaleza, con toda su belleza, es el arte de Dios. Buscar tiempo para mirarnos y llegar a nuestras profundidades, discernir lo bueno que debemos potenciar y lo malo que debemos corregir. Pero sobre todo busquemos tiempo para rezar y amar.
Os deseo unas vacaciones llenas de paz y de cosas buenas, y que el descanso del verano nos ayude a recomponer aquello que se hubiese ido gastando a lo largo del año. Recuperad los momentos para crecer interiormente, aprovechad la belleza de todo lo creado, encontraos con los amigos y la familia olvidándoos del reloj, y haced cada día un hueco a Dios en el silencio de nuestro corazón. En este tiempo de descanso, revisemos nuestra vida y cambiemos. Demos gracias a Dios por lo que tenemos, por las metas alcanzadas, por las personas que pone en nuestro camino, por las dificultades que nos hacen aprender y crecer… ¡FELIZ VERANO!
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