De las mejores cosas que me han pasado en la vida es haber sido padre aunque también una de las que más miedo me ha dado.
Considero que hablar de miedos y debilidades es complicado, aunque cada vez menos. Todavía no es hoy una conversación muy de “hombres” por mucho que se diga. Puedo decir que me educaron para la igualdad (la de los 80-90 que nada tiene que ver con la de hoy), pero hablar del cambio vital que conlleva la paternidad, de los miedos que tienes ante el futuro y las dudas de lo que pueda pasar, no se hace mucho entre los varones.
Mientras que el embarazo es seguido con ánimo por la mayoría de la familia y amigos… yo echaba de menos que me preguntaran: ¿Cómo estás Leví? ¿Cómo lo lleva el padre? Pues la verdad, es un cambio de vida maravilloso que como tal supone una gestión emocional que cada cual hace cómo puede… En mi caso tuve la suerte de hablar con otros amigos que son padres, con Pedronchi, y me di cuenta que los “tíos” sí vivimos con frecuencia miedos, inseguridades y tenemos dudas.
Ser padre sin todo esto no es muy posible. Gracias a Dios, cuando esto se ha ido dando a mi alrededor he procurado cuidar al padre de la criatura que iba a nacer, o al menos preguntarle y trasmitirle mi experiencia y, es curioso, muchos están de acuerdo conmigo. Os animo a que lo hagáis vosotros también.
Desde esta vivencia el proceso soñado que nos toca vivir se transforma con audacia confiada por lo que Dios deposita en nuestra vida. La inseguridad no desaparece, pero al vivir la paternidad como un regalo o un don, la indiferencia se cura y uno se compromete con la vida y con querer mejorar el futuro de todos.
Ejemplo en San José
Se acerca la Navidad y todo ello supone también una paternidad que aterriza en el papá humano del Niño Jesús, San José. Tal vez una de las figuras del Belén más estereotipada: con barba, está de pie y sujeta una vara mirando con cariño a la Madre y al Niño. Puede que esto nos pase también a los papás de hoy: que todos tenemos que ser valientes, tomar decisiones con seguridad y no podemos mostrar ciertos sentimientos que dejen en entredicho nuestra “hombría”. Creo que ser padre de verdad tiene que ver más con san José: un soñador que se entrega a lo que le viene de Dios. A mí me sirve. Ser papá (en enero lo fui por tercera vez) ha sido un sueño cumplido, pero los sueños que se cumplen conllevan responsabilidades apasionantes en sus protagonistas. ¿Qué os parece si lo vemos así?
Os deseo a todos unos días muy buenos con las personas que más os quieren.
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