Creo que ya he comentado alguna vez en esta página que escribo mensualmente que hay unas palabras de un teólogo que nos recuerda que la búsqueda de espiritualidad que existe en nuestra sociedad necesita de propuestas que reúnan estas tres características: calidad de la propuesta, profundidad de contenido y pedagogía para iniciarse en la experiencia de Dios.
Seguro que procuramos cuidar que las tres características se encuentren en todas nuestras propuestas, pero también sabemos que aún nos queda mucho por aprender y por mejorar.
Me permito hoy, a modo de columna vertebral, proponer unas pistas que ayuden a quienes educan en la oración.
En primer lugar, tenemos que tener muy presente que educar a la oración requiere:
Educar actitudes: Me refiero a la importancia de cuidar el cómo vamos a la oración. Por ello es necesario:
- Ayudar a resolver las dificultades: escasez de tiempo, distracciones, sequedad, éxito o no…
- Estimular distintas formas de orar desde la situación personal en que nos encontramos: alabanza, petición, acción de gracias, petición…
- Cuidar actitudes básicas como silencio, escucha, contemplación, aclarar la imagen de Dios que tenemos, etc.
Hacer experiencias: Se trata en primer lugar de tomar conciencia de que sólo las personas orantes son capaces de acompañar y educar a otras personas a orar. Por ello, deberíamos:
- Poner en práctica lo que se aprende.
- Acompañar y ser acompañados.
- Orar en grupo, familia comunidad; orar creativamente; orar en libertad, cuando estás con otras personas o cuando estás en soledad, cuanto te ven y cuando no te ven.
- Es importante cuidar la forma, el contenido, la estética, la temperatura del lugar.
Utilizar buenos instrumentos: Cuidar con mimo, mucho mimo, cada experiencia:
- Adaptando los espacios en que se desarrolle la oración.
- Elegir los mejores momentos, para ayudar a centrarse y vivirlos intensamente.
- Cuidar el lenguaje (oraciones, cuerpo, expresiones, imágenes) de tal manera que sea actual y profundo. Y, sobre todo, libre.
Poner en funcionamiento el taller de oración
Hay que seguir un proceso adecuado, creando itinerarios y una pedagogía apropiada. Tenemos que insistir y no perder de vista que la experiencia de Dios no se resuelve en un momento, sino que comprende un comienzo, crecimiento, maduración, un extraviarse, un volver a Dios. Y así durante toda la vida.
Por último, si creamos escuelas de oración, es necesario que estén bien fundamentadas teológicamente, presenten una adecuada visión antropológica y propongan una metodología completa y adaptada.
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