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Las musas
Hay electricidad en el aire, mientras pienso en la Grecia antigua.
No, no se trata de elecciones, colegios electorales, recuento del voto.
Se trata de recordarte que en aquella Grecia,
la de Hesiodo, Herodoto o Jenofonte, las artes estaban ligadas
a la inspiración de las musas, que eran nueve.
Calíope, Clío.
Erato, Euterpe.
Melpómene, Polimnia,
Talia, Terpsícore
y Urania.
Entre ellas se encontraba Clío, la masa de la historia,
y su función era la de mantener vivo el recuerdo
de los acontecimientos
que debían permanecer en la memoria de las gentes.
Con las manos hacendosas
de uvas moscatel bajo a la Plaza de España.
Sin interrumpir por la luz, “la salada claridad” de Alberti,
sigo mi rumbo, conduciendo los pasos,
por las empinadas calles
de la madrugada.
Era la Asunción de María en Vejer.
Es decir, que la calle vejeriega
no ha perdido su rumor de viejo cuchillo
tiritando bajo el polvo de los siglos:
Que no decaigan los focos de la verdad.
Clío, la lusa de la historia, está de luto
como consecuencia de una decisión
de este y de otro Ministerio de Educación:
Quiere que toda nuestra historia se limite
a una brevísima relación en lo que se refiere
a lo acontecido antes de que en nuestro país
hubiera una constitución, es decir,
antes de 1812.
Y eso es
una locura desamor.
En vano, amigo Antonio,
aquí el tiempo –tanto– dejó arrugas en el paisaje,
del “furor de los brazos blanquísimos de las olas” (Hierro)
hasta los ojos verdes de las gaditanas
que quieren escuchar el mar: y ver el viento,
hasta “el silencio sonoro”,
–presente la palabra de San Juan de la Cruz–
de la redes de los pescadores del atún rojo,
nadando en el irrepetible océano inmisericorde
de todas las depravaciones,
de todas las bellezas,
de todas las culturas,
de todas las iglesias,
de todas las heridas humanas
que asaetean a inmigrantes desaparecidos.
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Que le den
Con el límite de los espejos desgastados,
traigo las nuevas leyes
que quieren poner los cuernos a nuestra historia.
Se trata de olvidar a la Hispania romana, (¡pero hombre!)
una de las provincias más importantes
que configuraron aquel imperio.
Que le den a Aníbal
que cruzó los Alpes y estuvo a punto de cambiar el curso de la historia,
tras las batallas en Italia misma de “Tessicco, Trevia, Trsasimeno y
Cannas”, cantábamos en el parvulario de posguerra.
Que les den a cesarianos y pompeyanos enfrentados
en Munda, allá por Murcia
por el control del Imperio:
Que les den a los cuatro emperadores béticos:
Trajano, Adriano, Teodosio y Marco Aurelio.
Se trata de dejar a un lado la monarquía de los visigodos
que en sus tres siglos de permanencia
transformaron España de una nación cultural
a una nación política,
con el impulso complementario de la Iglesia ya católica, que no arriana.
Y que le den a Isidoro de Sevilla, autor de las Etimologías
–el Google– la gran enciclopedia, que contenía todo el
saber de su tiempo.
Amigo Antonio,
el sonar de las fuentes de la plaza de España en Vejer
halla repercusión
en lo cóncavo de la gruta de la tetería del Calífa
y en la música interior de Al Andalus.
Que le den a la califal Córdoba, que en el siglo X,
era con mucha diferencia
la ciudad más importante de todo Occidente
–cerca de un millón de habitantes, mientras
la capital del reino de León no llegaba a quince mil
y Lutecia –París– ni a cinco mil.
Que le dan a Abderramán III y al Alhakén II
y a Maimónides y a Averroes
que le den a los reyes Fernando III, Alfonso X,
a Isabel de Castilla y a Fernando de Aragón,
que en el cauce más íntimo del catolicismo
firme el pulso,
erizada la capacidad de lucha
desde una identidad poliédrica
acepta el destino de ser el eco
de una comunidad humana,
enigmática, poderosa, heroica, controvertida.
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Tenebroso
La atmósfera de Vejer
envuelta por azulejos sevillanos
deslumbra la ambientación de mi día.
Todo lo envuelve
todo lo matiza
todo lo enciendo.
La longitud de alcance de las nuevas leyes
del Ministerio de Educación quiere tomar
encampanadas revanchas de lo que califica “memoria tenebrosa”.
Tenebroso lo que pasó en Las Navas de Tolosa en 1212,
donde la cristiandad hispana se jugaba el ser o no ser
frente a los almohades
llegados del norte de África.
Tenebroso el reinado de los Reyes Católicos,
lo que es arrinconar a Cristóbal Colón
y desconocer la importancia del descubrimiento
de América.
Tenebroso saber quienes fueron monarcas como
Carlos I y Felipe II
y Juan Sebastián Elcano,
el primero que dio la vuelta al mundo
o quiénes fueron Hernán Cortés, Fernando de Soto
y Cabeza de Vaca.
Tenebroso conocer por qué hoy hay más
de quinientos millones de personas que hablan español
y por qué las universidades más antiguas de América
fueron fundadas por los españoles.
Tenebrosa la presencia de El Greco en Toledo
de Martínez Montañés y Murillo en Sevilla
de Gregorio Fernández en Valladolid.
Tenebrosa la presencia de Velázquez
en el Museo del Prado, de Madrid,
si es que tienen interés en visitarlo
y qué hacían los tercios de infantería española
rindiendo Breda en el siglo XVII.
Tenebrosa la estampa de la galera real
de don Juan de Austria en el Museo Marítimo de Barcelona,
porque no sabrán quién fue
ni qué fue la batalla de Lepanto.
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Alusiones corteses
Clío está de luto,
porque nuestros escolares de España, Andalucía, Cádiz,
y Vejer de la Frontera
tendrán muchas dificultades para comprender
por qué se levantaron y se encuentran en su emplazamiento
obras como la Mezquita de Córdoba,
la catedral de Sevilla,
la Alhambra de Granada,
el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
la catedral de Cádiz
“San Salvador”, “La Concepción” y “La Merced” de Vejer.
Por qué El Greco pintó cuadros como el “Entierro del Conde de Orgaz”
o Velázquez “La rendición de Breda” o “Las Meninas”.
Por qué Martín Alonso de Mesa esculpió la estatua de la Virgen de la Oliva
o Francisco de Villegas el retablo de San Salvador,
y la imagen de Jesús Nazareno
o la epigrafía latina, nada menos,
de las ermitas visigodas vejeriegas de
San Ambrosio y de la Oliva. Nada menos.
Amigo Antonio, querido párroco de Vejer:
No soy una de esas personas que se mueren
por llevar la razón,
pero, a veces, me tranquiliza saber
que no estoy del todo desencaminado.
Vejer de la Frontera es
la batalla de la Janda y la conquista árabe de Hispania,
la ganadería del vejeriego Juan Bueno en Cádiz,
Don Alonso Pérez de “Guzmán el Bueno”,
Bartolomé Clavijo en América,
el capitán Bartolomé de Amaya,
Lal-la Zohra y sus hijos,
Sor Dolores Novoa, la hija de la Caridad…
Con estas alusiones de simple cortesía
quiero denunciar sencillamente el atropello suicida
de unas autoridades que están dispuestas a borrar
la memoria de lo que a lo largo de muchos siglos
ha contribuido a configurar lo que llamamos
España.
Son ganas de enredar. Y de ensuciar.
Y de perder el tiempo. ¿Tú crees?
¿O de desventrar un país desde dentro
y con la gente dentro?
Bravo por la historia bien contada… magnífico Paco…situarse en la panorámica de Vejer para enseñarnos lo que acaece hoy… Bravo.