Hace unos días tuve una conversación muy interesante con un joven que está en una junta de gobierno de una hermandad. En un cierto momento, la conversación recayó en todo lo que estamos viviendo con la pandemia y, especialmente, las restricciones de todo tipo y color según el lugar. Y en medio de ello, dijo la siguiente frase: ¡Todo lo que legalmente se pueda hacer, no hay que dejar de hacerlo!
Esta frase me dio mucho en qué pensar pues, en un momento en que la frontera entre la prudencia sensata y el miedo paralizante es muy delgada, la tentación de deslizarse hacia un estarnos quietos por la pandemia y no trabajar por el Reino de Dios desde los ámbitos en los que estamos es muy grande. Así, por seguir con lo hablado con este hermano cofrade, en el mundo de las hermandades no se han podido sacar pasos a la calle ciertamente por la pandemia, ¡pero se han podido hacer muchas otras cosas que han llevado a Dios al corazón de muchos hermanos! Y ello ha sido posible porque las personas que están al frente no se han dejado arrastrar hacia el miedo paralizante, sino que han sido capaces de discernir lo que había que hacer y actuar mirando lo mejor para la misión que nos pide nuestro Señor Jesucristo.
El ejemplo de Don Bosco nos sigue iluminando también ante lo que estamos viviendo. Igual que durante lo más duro de la pandemia, el ejemplo de coraje que dio Don Bosco en la epidemia del cólera yendo con sus jóvenes a servir a los demás nos sirvió de luz para saber cómo actuar, ahora en las sucesivas olas y sus consecuencias nos sigue iluminando. Don Bosco actuó siempre con sensatez, respeto a las autoridades, pero con la tenacidad y el arrojo de los profetas bíblicos. Cuando tenía claro que algo podía redundar en el mayor bien de los jóvenes y de la Iglesia, apostaba por ello y ponía en ello todo el corazón. Por eso, hoy podemos mirarnos en él para discernir como actuar en medio de nuestro mundo pandémico. Y estoy convencido de que Don Bosco haría todo lo que la legalidad vigente le permitiera si es en mayor bien de los jóvenes y de la Iglesia.
Por eso, con todo el respeto a las personas y ofreciendo mil y una formas de hacer las cosas, no debemos como herederos del carisma salesiano dejar de hacer el bien a las familias, a los jóvenes y a la sociedad en general por un miedo que quizás esconde comodidad y conformismo, aunque nos cueste reconocerlo o incluso no seamos conscientes de ello, sin mala voluntad. Siempre que legalmente se pueda, habrá que reinventarse desde nuestras escuelas, desde nuestros centros juveniles, parroquias, plataformas sociales y grupos de la familia salesiana, para ver de qué forma seguimos llevando a cabo iniciativas, propuestas y actividades en las que sigamos ofreciendo lo mejor y más querido: la presencia de Jesús. Siendo sensatos y cumpliendo las normas, no debemos dejar que nuestra sal se moje y pierda. En la famosa película del Señor de los Anillos, Gandalf tiene una frase que es muy iluminadora ante un tiempo difícil que nos toca como es éste: “No podemos elegir el tiempo que nos ha tocado vivir, pero lo que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado”. Tampoco los tiempos de Don Bosco fueron fáciles, pero él no se amedrentó por ello. ¿Y hoy nosotros tenemos derecho a ser menos que el Padre y Maestro de la Juventud?
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