Comienzo con este “grito” para llamar la atención sobre una situación tremenda e inquietante. Utilizo la imagen de las ballenas varadas para que la creciente y legítima sensibilidad ecológica-naturalista-animalista me ayude a despertar algún interés mayor para su lectura.
Seguro que, en algún momento de nuestra vida, hemos visto la imagen de un pobre cetáceo bloqueado en la orilla del océano y luchando por volver al agua, a la vida. En ocasiones, lo consigue y, a veces, con la ayuda de personas de gran corazón que le empujan para que pueda entrar de nuevo en su medio y se salve. ¡Qué alegría y orgullo sentimos de estos ejemplos de compromiso humano por nuestras hermanas las ballenas, como diría San Francisco!.
Sin embargo, ocurre que las energías del mayor mamífero marino ayudado no son suficientes ante la fuerza insistente de las olas del mar que la devuelven al mismo lugar, del que conseguimos sacarla. ¡Qué frustración más grande! Pero, la humanidad solidaria no se rinde y vuelve a unirse y a empujar el pesado cuerpo hacia dentro del océano, donde está la familia y el futuro de la ballena. ¡Bravo!, lo volvemos a conseguir.
Pero, nuestra alegría dura un instante porque el océano tiene nuevas olas preparadas, más fuertes, con las corrientes cambiadas para que nuestra amiga no vuelva a llegar a dónde están los que la ayudan. De nuevo, es “vomitada” a la orilla de muerte segura, más sola y más débil. ¡Dios mío!, ¿qué podemos hacer por salvar a nuestra ballena?, ¿cómo podremos evitar que el cruel océano, que tendría que cuidarla y protegerla, la siga “escupiendo” con sus olas inmisericordes?. ¿Bastará con gritarle al mar – a sabiendas que no servirá para nada- o tendremos que asumir que así son las cosas y aceptar un tanto por ciento inevitable de ballenas muertas por quedar varadas?.
Bueno, como ya te imaginabas, esta parrafada no es por las ballenas (que me encantan y tienen que ser defendidas), sino es una imagen que me viene a la mente y al corazón día sí y día también. Las “ballenas varadas” que yo veo son jóvenes inmigrantes que el sistema oceánico expulsa de futuro con las “olas” del funcionamiento social, político, económico y judicial. Jóvenes que quedan “varados”, que no tienen fuerzas por sí mismos para volver al “océano” de la sociedad –que les pertenece porque son SERES HUMANOS- y tendría que ser su familia y su futuro. Sin embargo, ese sistema oceánico, leguleyo y cruel, tiene preparadas “olas legales” cada vez más contundentes y mortales.
¡Oh!, ¿dónde está la humanidad solidaria y empática?. A veces, ni se le espera y, otras, el inteligentísimo sistema amaña la forma para que no pueda “empujar” sino que quede, también, varada y desista o muera con sus “ballenas”. Pero, no lo van a conseguir porque nuestro compromiso ecológico, en el más pleno sentido “franciscano”, es total y absoluto.
Amigo y amiga. No te hablo de ballenas, te hablo de seres humanos, de jóvenes que necesitan tu grito, tu fuerza y tu constancia hasta el final. ¡Salvemos a las “ballenas varadas!
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