La granja Cámpora

Las cosas de Don Bosco  |  José J. Gómez Palacios

10 septiembre 2024

Nostalgia de lo que nunca existió

Lamentablemente se ha desvelado mi secreto. Ya son públicos el oprobio y la indignidad que he tratado de ocultar durante más de dos siglos. Siempre creí que el tiempo enterraría en lo profundo de mis campos aquel amargo episodio. Pero no ha sido así.

Tomé conciencia de mi incómoda situación una mañana del reciente mes de julio… cuando llegaron ellos. Eran educadores que peregrinaban por los lugares de Don Bosco. Recorrieron el camino que conduce hasta mi entrada. Su mirada traspasó mis muros maquillados con cosméticos de modernidad. Y, como si hoy fuera el ayer, su pregunta resonó como un aldabonazo sobre mi puerta: «¿Por qué? ¿Por qué no lo acogiste?». Allí estaban ellos y ellas: jueces implacables de mirada severa. Conocedores de mi falta de compasión.

Fui, soy y seré una granja rural. Nací hace casi tres siglos. He crecido en las colinas de Butigliera de Asti. Mi nombre: Granja Cámpora. Mi cuerpo, fértiles campos de trigo, maíz, viñas y bosques de acacias.

A pesar del tiempo transcurrido, nunca he olvidado aquella fría mañana de febrero. A mi puerta llegó un muchacho llamado Juan Bosco. Sostenía sobre su hombro un pequeño hatillo. Portaba un escueto equipaje consistente en una muda, dos camisas y dos libros. Le observé. Su rostro mostraba una soledad recién cincelada. Huérfano de padre y alejado de su madre.

Mis dueños conocían al chico. Eran familia de Mamá Margarita. No obstante, de nada sirvió que el pequeño desgranara sus lamentos. En vano confesó que su hermano mayor le impedía estudiar; que lo zahería constantemente; que se veía obligado a buscar trabajo de peón fuera de su humilde hogar de I Becchi.

Gélidas lágrimas enturbiaban su mirada. El frío atería su cuerpo menudo… Pero nadie se apiadó de él. Marchó desolado por el camino del desaliento. Yo intenté en vano olvidar aquel encuentro. Nunca lo conseguí.

Décadas después, escuché noticias de aquel muchacho. Juan Bosco ya era sacerdote. Acogía a los chicos pobres de Turín. De tanto en tanto, regresaba a nuestras colinas rodeado de mozalbetes que habían hallado en él un padre, un maestro y un amigo. Sembraba en sus vidas un futuro cargado de oportunidades.

¡Amargamente lloré al recordar mi gesto displicente de antaño! ¡Cuánto me hubiera gustado formar parte de la historia de Don Bosco: una historia que ha traspasado todas las fronteras del mundo!

A pesar de mi moderna apariencia, soy tan sólo una granja carcomida por tristes recuerdos. Porque, no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca llegó a hacerse realidad.

Nota: Febrero 1828. Juan Bosco tiene doce años. La relación con su hermano Antonio es insostenible. Mamá Margarita le hace salir de casa para buscar empleo. Le recibirán como peón en la Granja Moglia. Pero antes, suplicará un trabajo en la cercana Granja Cámpora. Aunque en ella residen familiares de Mamá Margarita, no lo acogieron. Esta granja está activa actualmente (MBe I, 168-169).

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