Seguramente has visto esta escena más de una vez: un grupo de amigos disfruta de una tarde en una cafetería, y para que el niño pequeño de la mesa no moleste, se le da un teléfono móvil. En ese instante, queda hipnotizado por la pantalla. Otras veces, es el niño quien pide el dispositivo porque está aburrido. Así, la imagen de la pantalla se convierte en un alivio inmediato al aburrimiento, pero al mismo tiempo, se le priva de otras oportunidades, como jugar o desarrollar su creatividad.
En casos más extremos, algunos padres colocan un teléfono o una tableta frente a los ojos de sus hijos pequeños mientras comen, para que se mantengan tranquilos. Este fenómeno tan común y que todavía no tiene nombre lo podríamos denominar el ciberchupete o el chupete digital. Lo que parece una solución rápida e inofensiva está, en realidad, convirtiéndose en un hábito perjudicial que podría tener consecuencias negativas a largo plazo.
Según una investigación de la empresa de seguridad informática Kaspersky, el 47% de los niños en España usan un smartphone antes de cumplir los siete años. Además, muchos de estos menores también tienen contacto con tabletas desde muy pequeños, lo que les ofrece una gratificación inmediata que reemplaza la capacidad de tolerar la frustración o de lidiar con el aburrimiento, aspectos fundamentales para el juego creativo y el desarrollo emocional.
Un estudio publicado en JAMA Pediatrics, una reconocida revista estadounidense de pediatría, ha revelado que el uso excesivo de tabletas en niños de entre 3,5 y 5,5 años contribuye a una mayor frecuencia de arrebatos de ira y frustración, lo que dificulta su capacidad para gestionar emociones cotidianas. En el estudio, los niños que usaban tabletas a los 3,5 años mostraron una mayor tendencia a la frustración al año siguiente, y esta tendencia se intensificó a los 5,5 años, lo que demuestra un patrón perjudicial en su capacidad para regular sus emociones. Esto evidencia que el uso de pantallas en la primera infancia puede generar un ciclo negativo que afecte a su desarrollo emocional.
No se trata de demonizar la tecnología. Las pantallas, YouTube y los videojuegos son herramientas valiosas cuando se utilizan de manera adecuada y a la edad correcta. Sin embargo, es importante que los niños y niñas no dependan exclusivamente de estas opciones para entretenerse o calmarse. Un niño de tres años que siempre recurra a vídeos o minijuegos en una tableta para combatir el aburrimiento perderá oportunidades para desarrollar la creatividad, el juego simbólico o el contacto con la naturaleza.
Invito a padres, madres, educadores e incluso abuelos a recuperar el tiempo de juego tradicional, a prestar más atención a los niños y a promover actividades que no incluyan una pantalla. Juegos simples, como el «veo, veo» durante un largo viaje en coche, son mucho más enriquecedores para los pequeños que ver vídeos sin descanso, mientras sus padres hacen lo mismo con sus móviles, excepto el conductor, espero.
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