La misión no es fácil, pero es apasionante: el primer anuncio en la pastoral juvenil

22 noviembre 2024

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Hace varias semanas, tuve la oportunidad de participar como traductor en el Seminario “Primer anuncio y diálogo interreligioso” en la recién inaugurada Casa Don Bosco. Esta experiencia me llevó a una profunda reflexión que bien podría servir como propósito de vida. La pastoral juvenil enfrenta hoy, más que nunca, el desafío de acercarse a aquellos jóvenes cuya actitud hacia la Iglesia, en ocasiones, parece crítica. Esa postura crítica, que surge de la crisis actual de la evangelización en Occidente, como bien expuso Jesús Rojano en su intervención, debe motivarnos a anunciar con valentía el amor de Dios.

Una pastoral que parte de las palabras del papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud, “En la Iglesia caben todos” —una frase que ya se ha convertido en eslogan— debe estar en constante movimiento y, sobre todo, debe tener el valor de promover una espiritualidad auténticamente cristiana. Gracias a Dios, y nunca mejor dicho, al Espíritu Santo, la Iglesia ha cambiado mucho en los últimos años, especialmente gracias a la visión renovada que desde el Concilio Vaticano II ha sido impulsada por los últimos pontífices. No obstante, el proceso de secularización y el cambio social han generado una brecha evidente entre los jóvenes y el mensaje evangélico, al menos en el contexto occidental.

La Iglesia, que desde sus primeros siglos ha intentado adaptarse a la sociedad sin renunciar a la verdad del Evangelio, enfrenta el reto de anunciar la salvación revelada en Jesucristo a todos. Esta misión salvadora de Dios, de la cual Gustavo Cavagnari habló en su ponencia, es la esencia de la misión evangelizadora de la Iglesia, donde el testimonio y el anuncio explícito representan un desafío para los cristianos del siglo XXI. Cavagnari también nos advirtió sobre cómo muchas comunidades han perdido su dinamismo misionero, un aspecto vital que necesitamos recuperar.

En la última ponencia, Koldo Gutiérrez abordó la espiritualidad del acompañante, ofreciendo claves que nos pueden ayudar tanto en nuestra reflexión personal como en nuestro examen de conciencia. Entre los rasgos que destacó, encontramos:

Ser conscientes de nuestro papel como mediadores, respetando la libertad y evitando crear dependencias.

  • Haber recorrido un camino espiritual con un amor concreto por Jesús.
  • Amar a la Iglesia.
  • Colaborar en la acción de Dios, sin pretender poseerla.
  • Discernir a la luz de Cristo.
  • Estar nutridos por la oración.
  • Respetar a la persona acompañada.
  • Caminar con alegría hacia la santidad.

Este desafío no es una razón para rendirse, sino una invitación a reinventarse. Necesitamos una pastoral juvenil que hable el lenguaje de hoy, que comprenda las inquietudes de los jóvenes y que se atreva a escuchar antes de hablar. Al igual que Don Bosco, debemos ser capaces de crear espacios de verdadero diálogo y cercanía, donde los jóvenes se sientan escuchados y encuentren sentido en su fe. Una pastoral en movimiento implica revisar constantemente nuestros métodos, nuestras actitudes y nuestra apertura a la diversidad de pensamientos y experiencias que los jóvenes nos traen. La misión no es fácil, pero es apasionante.

Concluyo con las palabras del papa Francisco en la clausura del Sínodo de la Sinodalidad que como son aplicadas a la Iglesia pueden ser aplicadas a la pastoral: “Hermanos, hermanas: no una Iglesia sentada, una Iglesia en pie. No una Iglesia muda, una Iglesia que recoge el grito de la humanidad. No una Iglesia ciega, sino una Iglesia iluminada por Cristo, que lleva la luz del Evangelio a los demás. No una Iglesia estática, una Iglesia misionera, que camina con el Señor por las vías del mundo”.

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