¿Inteligencia artificial o artificiosa?

29 noviembre 2024

Si tiramos de diccionario, descubriremos que artificial hace referencia a lo “hecho por mano o arte del hombre”. En cambio, artificioso se define como “poco espontáneo, sin naturalidad, falso”.

No vengo a hablar hoy de la IA, más bien la utilizo como argumento y excusa para constatar algo que quienes vivimos inmersos en el estilo salesiano podemos afirmar con rotundidad: la familiaridad, la espontaneidad, la sencillez son los ingredientes de este ambiente que permitió brotar el árbol fuerte y vigoroso soñado por Don Bosco.

Una especie de radar viene de serie en quienes vivimos en clave salesiana, un sexto sentido que nos hace exclamar “esto no es salesiano”. Si no lo vives no lo entiendes, y no se “aprehende” en un cursillo acelerado ni en una convivencia con mucho incienso  por muy emotiva y lacrimógena que sea. En Jerez, sabemos de vinos y todo jerezano puede confirmar que los buenos caldos conquistan su solera con el tiempo y el ecosistema adecuados.

Quiero reivindicar la espontaneidad que manifiestan los niños, la naturalidad que huye de lo barroco, la franqueza que brota del corazón y evita frases hechas y huecas, el candor de quien va por la vida sin máscaras ni programaciones establecidas… Por cierto, hablando de programaciones ¿alguien dirá basta a tanta burocracia absurda? Esa que adultera la creatividad indómita que todos llevamos al nacer y que terminamos cercenando y anulando por encajar en una maquinaria artificial (hecha por el hombre) con el fin de volvernos artificiosos (falsos, poco espontáneos…) No lo digo yo, lo dice la RAE….

Nuestro Alzheimer autoinfligido nos resetea el alma para hacernos a todos iguales por miedo a destacar, a ser nosotros mismos, relegando nuestros talentos al desván de lo políticamente correcto por el miedo que atenaza, cancelando aquellos planes que nos recuerdan nuestro principal objetivo: que Dios nos hace en serio, no en serie.
Hablamos de libertad, pero imponemos cadenas. Nunca en la historia hubo tantos ofendiditos por todo. Y cuando claudicamos, les damos la razón y consolidamos el sistema retorcido que aniquila metas. Devoradores de energía, censores que buscan cortar sin ningún pudor todo lo que es diferente.

¡Qué diferencia atroz entre tanta literatura que aturde y la aplicación real en el día a día! Y lo verdaderamente preocupante es que hay quienes se acostumbran a las reuniones interminables, a las reformulaciones eternas, a poner el grito en el cielo por esta coma o el adjetivo más acertado, mientras la vida de nuestros chavales y el ritmo vertiginoso nos puede hace estar siempre a la cola sin llegar a capturar realmente el pulso de lo que pasa en la calle, en la vida de las familias y de quienes -cada vez más – ni siquiera la tienen.

Me niego a creer que los signos de los tiempos y el espíritu profético vayan en esta dirección. Quiero resistirme mientras pueda a que lo institucional – y hablo de todas las instituciones en general: privadas, públicas, civiles o religiosas – pueda llegar en cualquier ámbito de la vida a asfixiar el carisma que con tanto sacrificio, ardor y esfuerzo forjaron nuestros antecesores.

Ojalá esta inteligencia artificial que ha venido para quedarse nos haga también a nosotros más inteligentes, pero, sobre todo, menos artificiosos. Si la IA es arte del hombre, que sirva para mejorarnos, no para envilecernos.

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