En la bula para convocar el jubileo, ‘La esperanza no defrauda’ Francisco cita a la Paciencia como la hija de la Esperanza. Me hacía recordar, la importancia de la espera calmada, de la capacidad de contemplación, del aguardo por algo que está por llegar, de la educación en el asombro.
Hoy en día, que todo lo exigimos “aquí y ahora” y nos autoexigimos con plazos apremiantes, parece que hemos perdido la paciencia y olvidado que hay tareas que necesitan su tiempo. Como escribir este artículo, como preparar un delicioso guiso, como tostar un buen café, como hacer un rompecabezas, como educar a un hijo o como tomar decisiones vitales. Exigimos inmediatez, nos repelen las colas y atascos que nos hacen perder el tiempo, y odiamos las salas de espera repletas.
Parece que contemplar la naturaleza en su evolución ha perdido su belleza y no es así, sencillamente hemos dejado de mirarla y nuestro foco está puesto en otras cosas más urgentes. Mirar las gotas de lluvia golpeando la ventana esperando a que pase la tormenta, charlar con un vecino en la cola del supermercado, o disfrutar de una conversación agradable en una sala de espera, tiene su encanto, tiene su beneficio, incluso es saludable. Se trata de la virtud de la paciencia, disfrutar del momento y dejar a un lado las prisas y agobios. Pensar en el otro, y no en nosotros y nuestros objetivos del día.
El Cántico de las criaturas, escrito hace 800 años, por San Francisco me teletransporta a una mañana fría de campamento, con olor a hierba fresca, escuchando el silencio de la naturaleza despertando, el calor de un rayo de sol en la cara. ¿Acaso ahí no estaba Dios? Ese asombro por la creación, es un tesoro para los que lo hemos vivido y un regalo que podemos hacer a las nuevas generaciones. Sin pantallas, sin relojes, sin horario, un momento en que el tiempo se para y la creación habla.
Don Bosco hablando de paciencia decía “El sostén de nuestra paciencia es la esperanza en el premio futuro” y también los sacrificios serán, con el tiempo y la paciencia, recompensados por Dios. El esfuerzo diario tiene su recompensa. Recordemos esto cuando eduquemos a nuestros jóvenes, vamos a animarles ser pacientes, a descubrir que la paciencia se educa, se aprende, hasta se disfruta.
Don Bosco animaba a que las notas características de una clase fueran: dulzura, caridad y paciencia. Tomemos esta invitación y hagámosla extensiva para nuestro día a día donde reine la sencillez, el amor y la esperanza, como tono habitual en nuestro estar en cualquier lugar.
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