‘Dilexit Nos’

5 mayo 2025

La muerte nunca pide permiso cuando llega y tampoco lo ha hecho en esta ocasión con nuestro querido papa Francisco, fallecido en la madrugada del lunes de Pascua.

A todos nos sorprendió la noticia, y no porque la salud del Santo Padre estuviera tan delicada desde su última enfermedad, ni lo viéramos en el Triduo Pascual sacando fuerzas de flaqueza para dejarse ver en su silla de ruedas, encontrarse con los presos de una cárcel romana o bendecir “Urbi et orbi” con un hilo de voz desde el balcón de San Pedro el domingo de Pascua. No esperábamos que el Señor lo llamara tan pronto, pero pasó, y a Francisco ya no lo tenemos físicamente entre nosotros.

“Dilexit Nos” fue el título de su última encíclica sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo, firmada hace solo seis meses. Un auténtico regalo para el Pueblo de Dios y una joya para todos los que nos sentimos unidos a la devoción al Corazón de Jesús, se exprese de uno u otro modo.

“Nos amó” es lo que significa el título latino de la encíclica. El papa se refiere a Jesucristo, por supuesto, pero no es ningún desenfoque, pensar que Francisco nos ha amado de forma entrañable. Lo ha hecho ensanchando él también su corazón de padre, en el ejercicio de una paternidad que, como la que enseñó Jesús, ha optado siempre por salir al encuentro de los más débiles, más pobres y necesitados: emigrantes, presos, enfermos, descartados… Y no solo a ellos, también amó a la gente pequeña, esa que intenta pasar por la vida “dejando huella”, expresión que a él le gustaba repetir siendo arzobispo de Buenos Aires; y, cómo no, amó también “a los santos de la puerta de al lado”, que en su sencillez y humildad van siguiendo al Señor y son como pequeñas luces en el camino.

Gracias, querido papa Francisco, porque amándonos, nos ensanchaste nuestra capacidad de amar y de servir, que nos impulsa para que aprendamos, como tú escribías en la encíclica: “a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno”. Y concluías: “Eso será hasta que celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial”. Allí estará Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota incesante de su Corazón abierto. Bendito sea”.

 

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