En el corazón de Roma, entre los archivos que guardan historias de fe y dedicación, encontramos esta fotografía que captura un momento en el tiempo. Hay fotografías que, aunque no emiten sonido, parecen guardar historias y sueños compartidos. La imagen de esta antigua fotografía de grupo es uno de esos originales únicos: un retrato colectivo, probablemente realizado después de 1888, tomado en el Oratorio de Valdocco en Turín. En el centro, sentado y rodeado de jóvenes, se distingue la figura de Don Miguel Rua, el primer sucesor de Don Bosco, acompañado por Don Felipe Rinaldi, quien también llegaría a ser Rector Mayor y figura clave en la expansión salesiana. Entre los muchachos destaca Luis Orione, el joven que observa atentamente un libro, símbolo de su sed de aprender y de su corazón abierto.
Entre las formas sepia de esta antigua fotografía, copia a la albúmina, se esconde una historia viva. Un instante detenido en el tiempo que, más allá de sus rostros juveniles y vestidos oscuros, guarda una profunda conexión espiritual entre dos grandes figuras: Don Luis Orione y San Juan Bosco. Y en una esquina, la inscripción: «Archivo Don Orione – Roma». Una señal inequívoca de que estamos ante una pieza de historia que nos conecta con Don Luis Orione, un hombre cuya vida estuvo marcada por el servicio y el amor al prójimo. En esta imagen general, cada rostro cuenta una historia. Algunos compañeros muestran sonrisas tímidas, otros adoptan poses más formales, pero Orione destaca por su concentración. Parece ajeno al momento fotográfico, como si estuviera escuchando una voz interior que lo llamaba a grandes cosas. Luis Orione llegó a Valdocco en 1886, y esos años junto a Don Bosco fueron, según él mismo confesó, los cimientos de toda su vida. En la foto, señalado por la tradición, es el niño que mira con atención el libro abierto, como si en ese gesto sencillo se resumiera toda su vocación: aprender para servir. No era solo un alumno más; era un joven inquieto, con un corazón grande, dispuesto a dejarse moldear por el ejemplo de quienes lo rodeaban.
Después de la muerte de Don Bosco en 1888, Don Rua asumió la responsabilidad de guiar la congregación. Su estilo, más sobrio pero igual de apasionado, supo mantener vivo el fuego encendido por Don Bosco. Don Rinaldi, por su parte, aportó una visión renovada y una capacidad de escucha que lo hicieron entrañable para muchos jóvenes, entre ellos el propio Orione. Ambos, cada uno a su manera, supieron ser faros en tiempos de cambio y crecimiento.
Luis Orione no fue salesiano, pero siempre se sintió hijo de esa casa. Fundó la Pequeña Obra de la Divina Providencia y dedicó su vida a los más necesitados, llevando consigo el espíritu salesiano aprendido de Don Bosco. Su historia es la prueba de que los encuentros verdaderos dejan huella, y que una foto antigua puede seguir inspirando a quienes buscan servir con alegría y generosidad. Hoy, estas fotos no solo documentan el pasado. Nos interpelan, nos emocionan, y nos invitan a reconocer cómo los grandes sueños muchas veces comienzan en los rincones más humildes, con la guía de quienes supieron encender luz en medio de las sombras.
Datos imagen:
Original fotográfico, copia a la albumina, del «Archivo Don Orione – Roma»
ARCHIVO FONDO DOCUMENTAL HISTÓRICO
Centro Patrimonio Salesiano SSM
Madrid-Carabanchel
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