En esta fotografía en blanco y negro podemos ver al sacerdote asuncionista Luis Madina Michelena (1911-1984) rodeado de niños. La escena es sencilla y a la vez profundamente elocuente: un sacerdote joven, con gesto sereno y mirada cercana, sostiene en brazos a un pequeño mientras otros, con sonrisas tímidas o miradas llenas de curiosidad, se agrupan a su alrededor. No hay artificio: lo que transmite la imagen es la ternura de un educador que hace con su cercanía y afecto.
Este instante congelado resume el espíritu con el que nació Ciudad de los Muchachos, una obra que desde sus orígenes quiso ser mucho más que un colegio o un albergue. El Padre Madina, junto con un grupo de colaboradores asuncionistas, soñó con un espacio donde los niños y jóvenes sin recursos pudieran encontrar no solo techo y alimento, sino también formación, dignidad y futuro.
A mediados del siglo XX, en el año 1948, en un contexto social de posguerra marcado por la pobreza y la falta de oportunidades, Ciudad de los Muchachos se convirtió en un faro de esperanza. Allí, la educación se entendió como un camino integral: aprender un oficio,
descubrir la fe, compartir la vida en comunidad y crecer en valores humanos que preparasen a cada muchacho para desenvolverse en la sociedad con libertad y responsabilidad.
En 1989, tras décadas de trabajo incansable, los Salesianos tomaron el relevo en la gestión del centro Ciudad de los Muchachos. Mantuvieron el espíritu cristiano y solidario, pero le dieron un nuevo impulso con el sistema educativo de Don Bosco. Modernizaron las instalaciones, adaptaron los programas a las nuevas reformas educativas y reforzaron la formación profesional, manteniendo siempre el enfoque en los jóvenes más vulnerables.
Desde entonces, el colegio Salesiano Ciudad de los Muchachos en Vallecas ha seguido creciendo, ofreciendo educación desde Infantil hasta Formación Profesional, y manteniendo viva la misión original: formar personas, no solo alumnos. Actualmente, aunque el barrio ha cambiado, el legado del Padre Madina y de todos los que han pasado por la Ciudad de los Muchachos sigue muy presente. Porque hay proyectos que nacen del corazón… se quedan para siempre.
Hoy, al contemplar esta fotografía, comprendemos que la historia de Ciudad de los Muchachos no se explica únicamente por las estructuras que se levantaron o los programas que se desarrollaron, sino sobre todo por las relaciones humanas que dieron vida a cada día: el abrazo, la sonrisa, la confianza. Esa herencia sigue viva en cada proyecto educativo que se impulsa y en cada persona que, inspirada por aquel sueño, apuesta por el futuro de la juventud. Ciudad de los Muchachos es, en definitiva, el testimonio vivo de cómo la fe, la creatividad y el amor pueden cambiar el rumbo de la historia de muchos.
Este retrato del Padre Madina con un grupo de niños recibe hoy a quienes acceden por la portería del nuevo edificio de Ciudad de los Muchachos. Enmarcada cuidadosamente. Se conserva como un precioso bien cultural que testimonia los orígenes de esta obra educativa y social. No está ahí por casualidad: se ha colocado como un signo de memoria viva, un recordatorio permanente de los orígenes humildes y del espíritu fundacional que dio vida a esta institución. Cada visitante que cruza esa puerta se encuentra con la imagen de un sacerdote que, con sencillez y ternura, abrió caminos de esperanza para tantos muchachos. La foto nos recuerda que la historia no comienza en los muros modernos ni en las instalaciones actuales, sino en el gesto cercano y en la entrega generosa de quienes creyeron que otro futuro era posible. De este modo, la imagen no solo decora un espacio, sino que custodia la identidad de Ciudad de los Muchachos y anima a mantener vivo el mismo espíritu con el que nació, como una guía para el futuro.
DATOS IMAGEN:
Inventario patrimonial inspectorial : 01MCM FOTO PADRE MADINA

0 comentarios