Precisamente es en este tercer apartado, que va de los parágrafos 7 al 15, donde nos queremos detener. El papa señala diversos signos de esperanza: los signos de los tiempos, la paz, la apertura a la vida, los presos, los pobres, los enfermos, los jóvenes, los migrantes y los ancianos, entre otros.
¿Qué significa la esperanza en un mundo como el nuestro que vive una aceleración histórica tan inexorable, cuyas consecuencias más visibles son el cansancio, la desesperanza y un pesimismo radical?
Blaise Pascal (1623-1662) distinguía entre “espoir” (espera) y “espérance” (esperanza). La Academia Francesa define la espoir como «el hecho de esperar, de esperar algo», mientras que espérance es «el sentimiento que lleva a esperar con confianza un bien que se desea». Y es que este autor francés en su obra Discours sur les passions de l’espérance, explora la naturaleza profunda de esta compleja emoción esencial para la existencia humana. El célebre filósofo y matemático francés nos invita a adentrarnos en los entresijos de la esperanza, para comprender mejor su papel en nuestra vida cotidiana.
Según Pascal, la esperanza es una pasión que se sitúa entre el miedo y el deseo. Es fruto de la expectación, del deseo ardiente de ver realizarse un acontecimiento futuro favorable. Sin embargo, a diferencia del deseo, que suele asociarse al afán de posesión inmediata, la esperanza se caracteriza por su proyección hacia el futuro. Es una fuerza motriz que nos empuja a actuar, a perseverar a pesar de los obstáculos y las incertidumbres.
Inmanuel Kant (1724-1804), autor posterior a Pascal y que ha marcado profundamente la cultura europea, en un pequeño libro que se titula ¿Qué es la Ilustración? (1784) señala que hay tres preguntas muy importantes que configuran al ser humano: ¿qué puedo conocer?, ¿qué puedo hacer? y ¿qué me cabe esperar? Las tres preguntas son expresión de tres dimensiones muy significativas del conocer humano. Para el filósofo alemán, estas tres preguntas se resumen en una cuarta ¿Qué es el hombre? Por consiguiente, para definir al “ser humano” es muy importante, es conveniente, conocer la respuesta a esta pregunta: ¿Qué me cabe esperar?
Es importante no confundir la esperanza con el optimismo. El cardenal Cobo, en su carta pastoral de Cuaresma de este año 2025 (Conviértete y cree en la esperanza) señala que “el cristiano es un ser esperanzado, más que un optimista. El optimismo parece a veces una invitación a mirar solo la parte positiva de la realidad. El esperanzado invita a mirar la realidad en su totalidad, pero sabiendo que la última palabra es de futuro y es de Dios. La Esperanza no es evidente. Supone un “salto en la fe”, como el de María, o el de tantos que, sin hacer pie, apoya su vida en la promesa del Señor incluso cuando solo se ven gérmenes de lo que será. Implica mirar hacia adelante con confianza, sabiendo -como decía san Agustín- que ‘nada hay tan opuesto a la Esperanza como el mirar atrás’” (p. 8).
También es importante caer en la cuenta de que la esperanza no se puede enseñar, como mucho podemos inducirla o educar en ella, a través de la creación de ambientes. Dice el filósofo germano-coreano Byung-Chul Han, en El espíritu de la esperanza (2024), que “la esperanza no se puede enseñar ni aprender como una virtud. Ninguna esperanza nace donde impera un clima de miedo. El miedo reprime la esperanza. Por eso, se necesita una política de la esperanza que venza el clima y el régimen de miedo creando una atmósfera de esperanza” (p. 32).
Hay otro elemento que subraya Byung-Chul Han y que me parece básico, la verdad. En la tradición católica no es común asociar la verdad con la esperanza, pero no cabe duda que la verdad es un elemento básico en la antropología cristiana. Han, siguiendo a Adorno y a algunos otros autores “entiende la esperanza como un medio de la verdad. Para el pensar esperanzado, la verdad no es algo que haya sido ya y ahora solo se tenga que sacar posteriormente a la luz, sino algo que hay que conquistar luchando contra lo falso, contra lo que no debería existir. Su sitio no es lo que ha sido, sino el futuro. A la verdad es esencial un núcleo utópico y mesiánico. La verdad debe sacarnos de la existencia que hemos llegado a calar como falsa” (p. 105).
Que seamos capaces de imbuirnos de esperanza para construir la paz en nuestros ambientes y que siempre tengamos la convicción de que celebramos el Jubileo para llenarnos de júbilo, y seguir sembrando todos estos valores entre los jóvenes destinatarios, los migrantes, los más desfavorecidos.




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