Wentinam, un niño huérfano en las calles de Kara, Togo, sobrevive entre la oscuridad y la miseria hasta que encuentra un horizonte en la “Ciudad de los Muchachos” y el apoyo de un misionero salesiano español, iniciando un camino hacia la redención y un futuro mejor.
La película tiene dos partes bien diferenciadas, en la primera se nos narra la vida del pequeño Wentinam, criado en el basurero y que sobrevive gracias a la acogida de una familia católica a la que abandona para dedicarse a la delicuescencia con pequeños robos en las calles de Kara trabajando para unos jóvenes ladrones.
En medio de la noche, los ojos de Wentinam observan de vez en cuando a un joven blanco jugando con niños de la calle togoleses o durmiendo en la misma calle entre ellos. Tiempo después el azar le lleva a la misión salesiana en la que muchos niños y adolescentes conviven en paz, armonía y aprendiendo a trabajar. Allí se encuentra con el padre Antonio, el joven que callejeaba en la noche haciéndose amigo de niños abandonados.
Las dificultades de la adaptación a su nuevo hogar son narradas por el director, Antonio Cuadri con inteligencia de modo que suscita el interés del espectador que va viendo los procesos en la socialización y educación del pequeño protagonista.
A la vez que el film presenta la evolución de los muchachos, nos da a conocer la vida de la comunidad salesiana y las tensiones internas que experimentan. Mientras el padre Antonio sueña con acoger a más y más niños de la calle y apuesta por la construcción de los “Pequeños hogares”, un proyecto de acogida para más niños, el ecónomo de la comunidad, el padre Alfonso, lo rechaza con fuerza. Los enfrentamientos entre ambos, el soñador y el realista, son muy duros y llegan a ser vistos por los niños como un ataque personal del ecónomo al padre Antonio.
La segunda parte narra la huida de los tres jóvenes ahijados del padre Antonio. Perseguidos por la policía togolesa, tienen que escapar del país y buscar refugio en España, donde esperan encontrar a algunos de los salesianos que les acogieron en la misión. La huida será otra aventura terrible que les llevará a salta la valla para llegar a su destino.
El film, realizado con medios modestos, ha sido rodado en Togo, lo que aporta verosimilitud a la historia, y en España. En la historia se cuentan muchas cosas, pero la narración es tan apasionante que atrapa y conmueve al espectador que sabe, además, que se trata de una historia verídica. En los 107 minutos de metraje se refleja lo que ocurre en más de 20 años…pero, gracias a un guion muy bien escrito, la historia fluye con frescura y en ningún momento se atasca.
La película es un homenaje a las misiones salesianas en su 150 aniversario. Cuadri ha sabido dibujar con maestría el carisma de don Bosco fundador de los salesianos, encarnado en estos misioneros.
Varias escenas son, a este respecto, especialmente significativas:
Cuando Wentinam sigue al padre Antonio y éste se da cuenta, le pide a un muchacho de la misión que le lleve comida al pequeño que mora desde la puerta y no se atreve a entrar. El mismo muchacho que le lleva la comida le invita a darse una ducha y cambiarse.
En otro momento del film, el policía corrupto que quiere extorsionar a los salesianos le da el pésame al padre Alfonso por la muerte de su superior, le pregunta qué va a hacer ahora que se queda solo. El sacerdote le responde que no está solo, hay con él otro hermano de comunidad, tiene a su Congregación, al Obispado y a todos esos jóvenes que conviven en la misión.
Hacia el final de la película, el padre Raúl llora mientras el joven Wentinam tiene un momento crítico de su enfermedad. Raúl (Alejo Sauras) toma el rosario para rezar y, desanimado, lo arroja al suelo con fuerza; cuando sale Wentinam, le recoge el rosario del suelo y se lo entrega al sacerdote diciendo “Creo que esto es tuyo”.
En el carisma salesiano, son los jóvenes los que dan la identidad a los religiosos, los que les ayudan a ser lo que son, los que les hacen descubrir día a día su vocación. Por otra parte, los jóvenes –tal y como vivió Don Bosco- son los primeros colaboradores para ayudar a otros jóvenes a partir de la experiencia que han vivido; los religiosos nunca educan y evangelizan solos, sino que siempre cuentan con los jóvenes para ser educadores de otros chavales.
Por otra parte, en el carisma de los salesianos hay una especie que una locura inconformista que les impulsa a ir más allá, a no conformarse con lo que tiene, a inventar, imaginar, innovar, poner en pie nuevos proyectos que alimenten la esperanza de los necesitados. Atribuyen a Don Bosco la frase: “Hay que hacer lo que se deba, aunque se deba lo que se hace”. Este espíritu aventurero lo encarna el padre Antonio, este ímpetu ilusionado e inconformista logrará arrastrar a su oponente Alfonso que termina como Antonio, con el pelo largo, barba y rodeado de chavales. Una vez más, son los jóvenes los que le redimen y le animan a la aventura de la entrega generosa.
Inspirada en un libro del mismo título del salesiano José Miguel Núñez, que conoció al protagonista de la historia y le prometió que la pondría por escrito,
“Te protegerán mis alas” es una película hermosísima, que invita a agradecer, repensar y relanzar proyectos solidarios que animen la vida de los más desposeídos.
Y es que hay muchos hombres y mujeres que, abandonando, los privilegios del primer mundo descienden a los infiernos de la miseria para ser testigos de esperanza.
Una película con corazón.




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