De todos los proyectos sociales que se pueden llevar a cabo, el que más inclusión social genera es el acceso al trabajo. Sin entrar a detallar las grandes dificultades que hemos vivido con respecto al acceso al trabajo en época de pandemia, este elemento es el obstáculo más grande que encuentran los jóvenes para su emancipación. No es insignificante la cantidad de jóvenes que entran en bucle en el mundo de la búsqueda del trabajo, al cual no pueden acceder por falta de experiencia.
Pero ¿qué experiencia laboral puede tener un joven recién salido del instituto o de la universidad? ¿A qué edad se supone que tenemos que encontrar jóvenes suficientemente preparados y con suficiente experiencia laboral para poderlos incorporar de manera indefinida al mundo del trabajo? De forma paralela a este asunto, encontramos otras problemáticas que vivimos cada vez con mayor intensidad, como son la despoblación del ámbito rural y el envejecimiento de la población. Llegamos a creer que, conforme avanzan las épocas, vivimos mejor que nuestros antepasados; pero tenemos que reconocer que nuestros abuelos pudieron criar a muchos hijos, tener su propio hogar, incluso darse el capricho de tener una casa en el campo o en la playa, pudiendo pagar sus hipotecas en vida.
A la dificultad del acceso al trabajo hemos de añadir la precariedad de este, de manera general y particularmente en jóvenes. Estos meses de pandemia hemos podido comprobar cómo jóvenes investigadores tienen que marcharse de nuestro país para poder buscar unas condiciones más dignas para su trabajo y su vida. Nuestra sociedad invierte enormes recursos en la formación y preparación de la juventud, para después desparramar y desperdiciar el fruto que su trabajo produce y que debería revertir en nuestra sociedad.
Los portales FAD, usando la moda de los retos o #challenge, han lanzado una campaña de sensibilización en la que visibilizan que, si bien a los jóvenes les gusta hacer diversos retos en las redes sociales, el reto más complicado al que se enfrentan en la vida real es el acceso al trabajo y llegar a fin de mes.
Es de sobra conocida la predilección de Don Bosco por la formación profesional. De hecho, se le atribuye la creatividad y la novedad de generar contratos de trabajo para aprendices y la creación de talleres y escuelas para ofrecer el aprendizaje de un oficio a los muchachos. Por este motivo, el 31 de enero, su fiesta, es también la fiesta del patrón de la formación profesional.
Los salesianos, principalmente desde nuestras escuelas de formación profesional y plataformas sociales trabajamos por la capacitación de los jóvenes, para que puedan acceder al mundo laboral en buenas condiciones. También desde el ambiente de centros juveniles se ha apostado fuerte por el programa “Reconoce”, una herramienta que permite certificar las habilidades y competencias que los jóvenes han adquirido en el ejercicio del voluntariado y cuyo objetivo es favorecer la empleabilidad juvenil, visibilizando otros aspectos importantes de un currículum como son el trabajo en equipo, la creatividad, la gestión y la organización de proyectos.
Un aspecto que no puede quedar adormecido es la reivindicación social y política por la mejora de los derechos y las condiciones de los trabajadores. En este aspecto también podemos influir en la educación de los jóvenes. Y, sobre todo, podemos vivirlo en primera persona en el seno de nuestras entidades educativas, que también actúan como empresas contratantes; no vaya a ser que reivindiquemos a los demás lo que nosotros mismos no somos capaces de cumplir.
Por otro lado, debemos considerar la oferta educativa que realizamos a los jóvenes en la actualidad. Muchas veces decimos que “estamos con Don Bosco y con los tiempos”. Pero, ¿cuándo fue la última vez que se actualizó el catálogo de oferta educativa y de formación profesional de nuestros centros? ¿Adecuamos nuestros contenidos, metodologías, propuestas y estructuras educativas a las demandas actuales de los jóvenes y las empresas, o seguimos ofreciendo lo que siempre se ha hecho? No vaya a suceder que formando especialistas en comunicaciones sobre el cable de cobre en instalaciones de telefonía en la era del 5G.
Y, por último, una señal de alarma que nos indica que algo está fallando en el sistema es la creciente negativa que aparece en alumnos de formación profesional, de aceptar contratos de trabajo en verano, cuando finalizan el curso y sus prácticas en empresas. Si la llave de acceso a un puesto de trabajo es la experiencia laboral, ¿no vale la pena el esfuerzo de un verano para conseguirla?
Todos estos elementos nos demuestran, una vez más, que la batalla por el trabajo como herramienta para una vida autónoma, que abre al futuro con nuevas oportunidades y proyectos, no ha sido ganada aún. Pero somos herederos de un luchador por el mundo laboral y los trabajadores, que no necesitó afiliarse a ninguna ideología política o sindicalista para hacer el bien a la juventud. Tratemos de ser tan batalladores y creativos como lo fue Don Bosco.
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