La región del Piamonte ha sido testigo de las caminatas por sus pueblos de Don Bosco con sus jóvenes.
Agosto de 2015. Transcurría la tarde del 15 de agosto. Celebrábamos con 5.200 jóvenes de todo el mundo el Encuentro Juvenil Internacional “SYM DON BOSCO”, con motivo de la celebración de los 200 años de su nacimiento.
Inicialmente, en la organización pensamos que podíamos hacer una marcha de unos 35 kilómetros desde Turín a las colinas de I Becchi, cuna en la vida de Juanito Bosco. Pronto vimos que teníamos que desistir, porque sería muy difícil tener un buen ritmo de marcha con tantos jóvenes.
Al final, decidimos algo sencillo y conectado con muchos de los paseos otoñales de Don Bosco con sus muchachos. Iniciamos la marcha en Castelnuovo Don Bosco, la población donde fue bautizado y donde celebró su primera misa. Esa gran columna de jóvenes caminó los 8 kilómetros bajo una lluvia torrencial. Nada nos importó y mucho menos a aquellos jóvenes. Yo no dejaba de imaginarme a Don Bosco rodeado de sus muchachos, llevando unas canastas con pan para su almuerzo o merienda, e instrumentos de música para animar allí por donde pasaran.
Mirada educativa y espiritual
¿Y sabéis una cosa? Detrás de todo hay una preciosa mirada educativa y espiritual.
Podría seguir desarrollando este pensamiento, pero en esta ocasión dejo la palabra a uno de mis hermanos salesianos, José Miguel Núñez, quien nos cuenta lo que sigue:
“Durante muchos años, Don Bosco acostumbró a celebrar la fiesta de Nuestra Señora del Rosario en I Becchi, acompañado de un puñado de muchachos que lo seguían con gran alegría.
Eran los mejores chicos del Oratorio. Para todos era un premio estar con Don Bosco unos días de vacaciones. Primero fueron unos cuantos, pero pronto sobrepasaron el centenar.
El primer destino estable fue su tierra y su casa natal. José, su hermano, acogía con gusto aquella horda de muchachos y los acomodaba como podía en graneros y establos cuidando de proveer lo necesario. Provocarían algún disgusto, pero el buen José sabía mirar para otro lado y hacer que las cosas transcurrieran lo mejor posible.
Después de 1858, Don Bosco planeó auténticas marchas por los pueblos del Piamonte y de las provincias limítrofes. Cuidaba con antelación los itinerarios y se confiaba a amigos y bienhechores que los acogían en sus casas o preparaban alguna merienda para aquel ejército dispuesto en batalla cuando de acallar el hambre se trataba. No faltaron nunca fruta, pan recién hecho o queso ofrecido con generosidad por los lugareños.
Nos han llegado algunos hermosos testimonios de aquellos días de fiesta y alegría para tantos jóvenes que disfrutaron de experiencias inolvidables acompañando a Don Bosco. Uno de sus muchachos, Anfossi, dejó escrito esto: “Siempre recuerdo aquellos viajes. Me llenaban de alegría y maravilla. Acompañé a Don Bosco por los collados del Monferrato desde 1854 a 1860.
Éramos un centenar de jóvenes y veíamos la fama de santidad que gozaba ya Don Bosco. Su llegada a los pueblos era un triunfo. A su paso salían los párrocos de los alrededores y a veces las autoridades civiles. La gente se asomaba a las ventanas o salía a la puerta de la calle, los campesinos dejaban la labor para ver al Santo (…)”.
Toda la pedagogía de Don Bosco encerrada en estos “paseos otoñales”. La familiaridad y camaradería, la alegría y fiesta. Tiempo para caminar, como se avanza por los senderos de la vida, y espacio para conversar y trabar amistad. La presencia de Don Bosco es la del adulto que acompaña en el camino. Una presencia amable y buena. Una palabra para todos y el gesto cómplice y solidario con quien tiene más dificultades en llegar a la meta.
La música y fiesta esponjaban el corazón y desencadenaban las fuerzas de aquellos jóvenes entusiastas que se sentían felices por estar junto al padre a quien tanto admiraban y a quien tan agradecidos le estaban. En perfecta formación, haciendo sonar los instrumentos musicales, la entrada de los muchachos de Don Bosco en aquellos pequeños pueblos del Piamonte debía ser todo un acontecimiento.
A los muchachos les llenaba de “maravilla y alegría”. A Don Bosco, le parecía tocar el cielo disfrutando de la sonrisa y cantos de sus jóvenes. No faltaban la oración y la bendición con el Santísimo en la Iglesia del pueblo. El afecto del padre se hacía confianza en la familiaridad del camino vital que, sin saberlo, muchos de aquellos jóvenes recorrieron junto a él. Mucho más que las colinas del Monferrato”.
Vivencias personales
Y pensaba en la importancia que tiene que a nuestros adolescentes y jóvenes, muchos inmersos en el mundo digital, les invitemos a vivir las ricas experiencias de encuentro personal (no por el teléfono), el precioso ejercicio del escucharnos, del reír juntos, de hacer silencio en una sencilla oración, de quedarse maravillado ante una puesta de sol, de experimentar la alegría que se siente al saludar a ancianos que están a la puerta de su casa descansando un ratito y viendo pasar alguna gente, pues ya la vida la han recorrido abundantemente gracias a Dios.
Me quedo con esas palabras del Papa dirigidas a los Salesianos en nuestro Capítulo General: quiero pensar que seguimos siendo muy capaces de soñar y de hacer soñar.
Feliz verano.
Fuente: Boletín Salesiano
0 comentarios