El jesuita y psicólogo José A. García Monge, escribió, hace tiempo un libro en colaboración titulado: “30 palabras para la madurez” que os invito a leer. Entre otras reflexiona sobre una palabra: adiós. “Cuando no es una frase coloquial, cotidiana, es una palabra difícil de decir en muchas circunstancias de la vida. Solemos sustituir la radicalidad del adiós por un hasta la vista, nos vemos, hasta luego. Y es que la palabra adiós es una palabra muy fuerte”, porque habla de despedida, distancia, separación, en definitiva, cambio. Y por eso supone ruptura, dolor, desadaptación, pero es una palabra cuya ejecución nos va permitir, seguir viviendo, aprendiendo, madurando. Es decir, el adiós puede ser doloroso o gozoso, o liberador cuando es decirlo a un aspecto de la vida o a una persona, o a una situación, que nos oprimía, esclavizaba o causaba dolor: “me he quitado una losa de encima”. También pude ser escapista o de huida hacia adelante, cuando es evasivo o huidizo.
Por eso es necesario aprender a decir adiós sanamente, si queremos seguir viviendo y disfrutando de la vida. Las despedidas forman parte de nuestro recorrido vital, como seres en proceso que somos y en el que nos vamos configurando a través, entre otras cosas, de pérdidas y encuentros de “adioses y holas”, de comienzos y de cierres.
Una de las situaciones más dolorosas y duras de este tiempo excepcional de pandemia que nos ha tocado vivir ha sido la pérdida, sin despedida, de personas queridas, familiares o amigos. A mucha gente se le han quedado atascadas en su conciencia, sin decir, muchas palabras, muchos abrazos y caricias a sus seres queridos y, por desgracia, nos damos cuenta cuando ya no los tenemos. Eso nos hace caer en la cuenta de lo importante que es hacerlo mientras estamos vivos y juntos. Manifestar nuestro cariño y afecto.
De todas maneras la inevitable tarea de despedirse no suele ser fácil. Salvo en aquellos casos en que provoca alivio, casi siempre, entre personas bien nacidas, implica tristeza, dolor, rabia o ansiedad, sentimientos que nos dejan mal cuerpo y que tratamos de obviar o esquivar.
“Adiós” es una de esas “30 palabras para la madurez”.
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