Hace tiempo que reflexiono sobre este asunto. Vivimos una época en donde todas nuestras acciones se miden por los resultados que provocan. Esto es un gran avance en nuestra sociedad, porque nos permite enfocar adecuadamente nuestros esfuerzos y medir con objetividad cuál es el impacto de las acciones que realizamos.
De esta forma, podremos saber cuáles son las estrategias educativas o de intervención social, que propician, de manera más clara, que las vidas de los jóvenes cambien y sus oportunidades vitales mejoren.
Hasta aquí todos podemos estar de acuerdo. Pero, a veces, podemos ser cómplices de una sociedad utilitarista que lo mide todo por la rentabilidad. De esta forma, podemos caer en la tentación de pensar que es más “rentable” dedicar recursos a aquellos jóvenes de los que vamos a obtener un mejor resultado. Es más, podríamos pensar que, para los que menos progresan, es suficiente con dedicar los márgenes de nuestra acción.
Sin embargo, el Evangelio nos lleva la contraria en esta idea, y nos demuestra tozudamente cómo la predilección de Dios por los más débiles, se convierte en sobreabundancia. Hay abundantes textos que nos hablan de esta desproporción: La oveja perdida, las curaciones de Jesús, la perla escondida, el lavatorio de los pies, son claros ejemplos de actitudes de entrega desproporcionada. Los recursos que se ponen a disposición de la oveja perdida, por ejemplo, son provocadores y, desde luego, carecen de la lógica de la “rentabilidad”. ¡Descuidar 99 ovejas, para encontrar 1! Hoy día, no permitiríamos esa desviación en el cumplimiento de nuestros objetivos.
La sola idea de un Dios que entrega su vida por nosotros es un desafío a la “rentabilidad”. ¡Qué inversión más poco rentable, que derroche de vida! Pero, cada Pascua, vivimos esta sobreabundancia de Gracia, y celebramos que quienes no merecíamos nada, lo hemos recibido todo.
Esto me hace concluir, que las personas en situación de vulnerabilidad a las que atendemos, necesitan y merecen las mejores de las respuestas. Necesitan la mejor versión de cada uno de nosotros, porque sus carencias y sus vidas necesitan encontrarse con la sobreabundancia del Evangelio para descubrir que Dios apuesta por ellas a lo grande.
Ignacio, entrega silenciosa hasta el extremo… Para que tengamos Vida y Vida en abundancia.
Gracias por esta aportación sobre la gratuidad como modo de inversión de Dios para con la humanidad.
Gracias a ti, Carmen. Compartimos vida y visión.