Hace más ruido el árbol que cae que el bosque que crece”. Resulta difícil encontrar noticias positivas en la tele, en la radio o en los medios de comunicación. Nos pasamos la vida rodeados de noticias negativas. Los telediarios están llenos de muertes, asesinatos, violencias… Mientras tanto nos olvidamos que el mundo crece, que hay millones de niños que nacen, personas que investigan e inventan para hacernos la vida más agradable y feliz, personas que ayudan a otras. Muchas personas, millones de personas buenas, que ayudan y acompañan a otras, y que, a veces, dan su vida. Gente solidaria que da sin recibir nada a cambio, personas que quieren un mundo mejor, más humano. Gente que se esfuerza y sigue adelante, aunque su vida, sus gestos, sus acciones no ocupen una sola línea en los medios de comunicación. Vaya para ellos mi recuerdo, mi admiración y homenaje.
Me viene esta reflexión, aunque en esta ocasión la noticia haya tenido una amplia difusión informativa, menos mal, a propósito del gendarme francés Arnaud Beltrame. Él se ofreció voluntario para tomar el lugar de una mujer retenida por un terrorista en un supermercado a cambio de su liberación. Pagó con la vida su heroísmo. El terrorista del grupo yihadista Estado Islámico acabó con su vida de varios disparos.
¿Qué hizo que este gendarme realizara este gesto que le costó la vida, sabiendo el riesgo inaudito que asumía? Probablemente su compromiso de oficial porque para él ser gendarme significaba protección de los ciudadanos. Pero, sobre todo su fe cristiana, puede explicar la locura de ese sacrificio que hoy es la admiración de todos. Inteligente, deportista, hablador y resuelto, nacido en una familia poco creyente y practicante, vivió una autentica conversión hacia 2008, cerca de los 33 años. Recibió la primera comunión y confirmación tras dos años de catecumenado en 2010. Conoció a su mujer Mariell en 2016 y se iban a casar por la Iglesia, en junio de este año.
Él sabía que, como nos dijo Jesús, “no hay amor más grande que dar la vida por los amigos”. Sabía que aunque su vida empezaba a pertenecer a Mariell, también pertenecía a Dios, a Francia y a sus hermanos en peligro de muerte. Murió con una medalla de la Virgen Milagrosa que su amigo sacerdote, que le iba a casar en junio, había puesto en su hombro.
Hay mucha gente buena, que hace cosas muy buenas por los demás, incluso hasta dar la vida, como Jesús de Nazaret, aunque no tengan, ni busquen, ningún reconocimiento de la gente, ni de la autoridades. Son felices haciéndolo y hacen que este mundo sea más luminoso, humano y habitable.
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