Recojo esta expresión del Mensaje “Urbi et Orbi” del Santo Padre en el Balcón central de la Basílica Vaticana el pasado domingo 17 de abril.
Y realmente cada año es así en la mayoría de nuestras cabezas: rezamos la Pascua, vivimos la Vigilia Pascual, encendemos velas, leemos las Escrituras y cantamos salmos de alegría y ¿realmente creemos que resucitó? ¿realmente resucitamos cada año con Él?
Jesús nos pide en vida dejar la dureza de nuestro corazón a un lado, guiarnos por el amor, “buscar la paz, estar en paz, vivir en paz”. Tenemos delante de nuestras miradas la oportunidad de apostar por ello, sólo hay que dar el paso. Saber que podemos apostar por el amor en toda nuestra vida. Enseñar a los más jóvenes a hacerlo y que no se queden solo en los símbolos. Para esto nuestra vida debe funcionar desde esta clave cada día, desde el principio hasta el fin.
Socialmente estamos viviendo un tiempo marcado por la incertidumbre, el dolor, la guerra (más evidente porque nos toca más cerca) pero no es algo nuevo para muchos lugares en otros continentes (nos lo recuerda el Papa en su mensaje) y no es algo nuevo en la historia. Siempre vivimos añorando la paz, deseando relaciones serenas, buscando, siempre buscando.
Él ha resucitado, pero… ¿sabemos contarlo? ¿nos atrevemos a hacerlo? ¿queremos contarlo?
Él ha resucitado, pero… ¿hemos cambiado con Jesús? ¿Realmente creemos en su Vida y en todo lo que nos cuenta?
¿Qué nos asusta de todo esto?
Hoy me gustaría sentarme con un grupo de jóvenes y hablarlo con ellos. Que me cuenten que es para ellos vivir amando, vivir en paz, qué quieren, qué sienten, qué buscan. Hablar de las enseñanzas que nos ha dado este tiempo que hemos vivido y avanzar.
Creer en lo imposible, como lo hizo Don Bosco, como lo hizo su madre. Confiar en quien amamos y seguirle. De esta forma podremos contarlo a las nuevas generaciones y cambiar.
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