En otro momento la rebeldía podía asociar con atuendos estridente: cadenas de pinchos metálicos, cabellos de colores y chaquetas de cuero negro.
Al participar de la Escuela de Pastoral con Jóvenes (EPCJ) que se realizó este mes en la ciudad de Madrid la impresión que me quedó es que si un reto tenemos los cristianos hoy en día es vivir abiertamente nuestra fe sin ser juzgados o señalados.
Más que un reproche es un llamado de atención interesante que nos plantea interrogantes: ¿Cómo favorecer una cultura de encuentro sin desdibujar nuestro credo? ¿cómo vivir con alegría desde una iglesia que está “mal vista”? ¿cómo ver a nuestros detractores como los hermanos que son?
Abrazar los errores que hemos cometido como Iglesia, acompañar nuestros procesos de conversión y abrazar la diversidad que impregna nuestra presente son los senderos que iremos transitando. Pero, sin duda, la cuna de nuestra fe son los tiempos convulsos, somos discípulos de un Cristo que fue repudiado en su tiempo, que bebió primero el trago amargo para darnos ejemplo, siempre sirviendo, amando y entregándose.
Tal vez no llevemos cadenas de pinchos metálicos, cabellos de colores y chaquetas de cuero negro (o sí) pero, el servicio, el amor y la entrega pueden resultar tan estridentes como la apariencia de un rockstar. Pero el llamado es a no dejar por ello de vivir nuestra fe, a aprender y nutrirnos de estos caminos que nos tocan recorrer, ya nos lo decía Jesús: “Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa. [12] Estad alegres y contentos pues vuestra paga en el cielo es abundante. De igual modo persiguieron a los profetas que os precedieron.” (Mt 5, 11-12)
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