La experiencia de lo vivido, los protagonistas la sintetizan así: “¡Precioso! ¡Genial!”. Estas admiraciones no expresan, como dicen los lingüistas, un concepto, sino que encierran toda la realidad del sentir. No es algo que se cuenta, es algo que trata de reflejar un acontecimiento vital. Más que contar, dejar hablar al corazón para el que las palabras se agrupan en otro diccionario.
Los días anteriores han sido maravillosos por aquello de la espera. Nada más ilusionante que la espera de lo que se ama, sabiendo que va a acontecer. Y la tarde, esta tarde…, ¡preciosa! o ¡genial! O sea, que la ilusión abarca de principio a fin… Y deseamos que sea una experiencia que dure.
Mi carta a los Reyes
Cerca de 400 niños de 3 a 7 años desfilan ante los pajes de los Reyes Magos para entregarles sus cartas con los regalos preferidos. Y, en este gesto sencillo, infantil, humano, hay detalles que te parten el corazón o te rompen el alma. No sé dónde he leído que lo más importante de mi vida en estos últimos años lo he aprendido de los niños. Yo firmaría este aserto sin ninguna vacilación.
Y lo primero, el contraste entre niños que hacen una larga lista de peticiones o de recortes de regalos, sacados de catálogos y pegados en la carta, porque aún no saben escribir, y los que se conforman con pocos. Es triste observar las mentes de los más pequeños contagiadas y contaminadas ya por el ansia consumista.
Pero hay gestos que te obligan a pensar, y que te confirman lo que de alguna manera es comúnmente admitido entre quienes se dedican a la educación de los niños: “Te pido que mis padres tengan más tiempo para estar conmigo”. ¡El elogio de la soledad!
Otro héroe del tiempo presente, con sus siete añitos, pide también una sola cosa: “Te pido un trabajo para mi mamá, pronto”. Y cuando se acerca al paje, abrazado a él, se lo repite. “No hace falta esperar a la noche de Reyes”.
Pero lo bueno del caso es que, semejantes a estos detalles que hemos percibido, hay otros muchos, no de menor intensidad, que han llegado al corazón de Jesús que nace. Y allá en el Cielo, alguien ha dicho: “Aunque solo sea por esto, merece la pena que Dios se haga Niño”. Apunta en tu corazón esta nueva teoría de la Encarnación. ¡Feliz Navidad!
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