No sé qué tiene el olor a pan recién hecho que es capaz de provocar en nosotros una sensación agradable de calidez y de hogar. Es capaz de transformar y de llenar un espacio de buenas sensaciones. Quizás por eso, cuando era pequeño, me gustaba ir a la tahona del pueblo de mis padres a comprar el pan. Veía al panadero con una especie de remo enorme con el que metía y sacaba el pan en el horno. El color del fuego, la leña apilada y el olor me maravillaban. Hacían que me sintiera a gusto. Por eso hoy me pregunto cómo podríamos ser capaces, quienes nos dedicamos a cuidar las celebraciones y los momentos de oración, de generar esas sensaciones, ese olor a pan y esos colores en nuestras capillas o iglesias.
Me da pena e incluso me molesta entrar en iglesias frías o incluso heladas en invierno. Saber que quienes se van a acercar a la eucaristía ese día van a pasar frío y van a estar más pendientes del pañuelo y de los guantes que de todo lo que pueda allí ocurrir.
Agradezco profundamente cuando entro en una capilla o en una iglesia con un discreto aroma natural a alguna planta de las que adornan el espacio. Con una luz y una temperatura adecuadas para que el cuerpo pueda vivir la oración con una sensación agradable. Me refiero a esas iglesias con las puertas abiertas donde te apetece entrar incluso cuando no es hora de la misa o de alguna oración programada. Espacios de oración que invitan a entrar y en los que sabes que te sentirás como en casa.
Puertas abiertas
Quiero en este artículo señalar dos de esos espacios: el Santuario Nuestra Señora de Aranzazu en el pueblo de Oñati en Guipúzcoa y la Capilla del Santísimo de la Catedral de la Almudena en Madrid.
El primero, Nuestra Señora de Aranzazu, en medio de los montes más altos del País Vasco, ofrece en una arquitectura moderna, un espacio de madera y piedra amplio y a la vez íntimo en el que, con una gran sencillez en los colores y la iluminación, poder contemplar la diminuta imagen de la Virgen María.
El segundo, en una zona de mucho trajín y en el interior de la Catedral de la Almudena, siempre llena de turistas y curiosos, es una Capilla llena de silencio y dedicada a la adoración. Los mosaicos que rodean a quien se sienta a orar invitan a adorar y a meditar escenas bíblicas que ayuden a comprender lo que de manera diminuta se guarda en el sagrario: el pan de la Eucaristía en el que Jesús está presente.
Son espacios cuidados, respetados, silenciosos y hermosos. Son espacios con los colores y el olor del pan. Iglesias con las puertas abiertas para que tú y yo agradezcamos la oportunidad de entrar a orar cuando nos encontramos lejos de casa y queramos sentirnos como en ella.
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