Agradecido

20 septiembre 2021

Agoniza el verano y nos preparamos para el comienzo frenético de las actividades que en septiembre siempre despegan enloquecidas. Finaliza un verano en el que, sorteando la pandemia, hemos vivido momentos informativos absolutamente vacíos, como el traspaso de un futbolista que lloraba compungido ante unas cámaras para sonreír feliz al día siguiente ante otras.

Varias noticias han sido inquietantes: olas de calor, deshielos brutales, terremotos devastadores, contaminación del mar… No ha faltado la maldita y sempiterna violencia machista y vicaria, que se lleva por delante la vida de mujeres a manos de quienes -debiendo amarlas- se han creídos sus propietarios, o de los propios hijos, utilizados como víctimas para dañar a la pareja con una crueldad abyecta.  Ha seguido el goteo de la tragedia en el Mediterráneo, que engulle en sus fauces inmigrantes inocentes. Se ha continuado hablando de Ceuta y de los chavales marroquíes que huyen de unos y otros ansiando libertad mientras muchos mandatarios miran hacia otro lado. También nos hemos horrorizado mientras veíamos violencia callejera e irracional entre jóvenes que ha acabado incluso con la vida de alguna persona. Y luego ha llegado la tragedia de Afganistán, que ha supuesto una vergüenza sin precedentes para Occidente y un drama humanitario terrorífico e imprevisible.

Pero en medio de todo esto, he encontrado momentos maravillosos y motivos de agradecimiento a muchas personas, que nunca saldrán en los medios y cuyas vidas me ayudan a ser lo que soy. Por eso, a través de estas líneas, quiero dar las gracias:

A los animadores y animadoras con los que hemos hecho, por fin, campamentos con niños y niñas necesitados de jugar después de un año de privaciones. A aquellos jóvenes que luego hicieron cursos para titularse como monitores y directores de actividades de tiempo libre, sacrificando diez días de su ocio y descanso.

A las familias que reorganizaron sus vacaciones y voluntariamente se prestaron para atender la cocina en esos días, con eficacia, alegría y una ternura primorosa.

A Teresa y a Quim, misioneros en Cuba y en Ecuador respectivamente, que comparten su vida con personas empobrecidas y necesitadas y han podido visitar unos días a sus familias en nuestro país.

A mis amigos José Esteban, Rosa y el pequeño-gran Esteban, que me acogieron en su hotelito La Llosa de Fombona, en Asturias, con una familiaridad extraordinaria.

A Luis y Ana, que ilusionadamente preparan su boda en unos tiempos en los que se rehúyen los compromisos y asustan las responsabilidades.

A mi amigo José Antonio, que ha aceptado ser obispo de Teruel, respondiendo valientemente a una llamada más a la renovación y la frescura de la Iglesia que busca el papa Francisco.

A los curas y laicos que han tenido la paciencia de escuchar mis reflexiones en los Ejercicios Espirituales que he animado en Cataluña y Guadalajara.

A Abdelmajid, a quien me encontré después de dos años de compartir mano a mano con él un testimonio para jóvenes de amistad interreligiosa y nos saludamos con un sincero Salam Aleikum.

A los chavales que me felicitaron el día de mi cumpleaños y me hicieron un regalo precioso que guardo como oro en paño.

Al pequeño C., que -con casi 13 años- me abrazó una tarde y, con los ojos húmedos, me prometió que el curso que viene no le pondrían ni un parte de comportamiento en la Escuela.

A Assim, de 19 años, a quien conocí hace unas semanas y fue para mí un testimonio de bondad y superación, mientras busca trabajo y futuro frente a trabas legales y burocráticas.

A M., que nos hizo llorar cuando nos contó cómo fue su lucha por dejar la droga.

Y a tantas y tantas personas buenas con las que me he cruzado este verano; personas capaces de sonreír y ayudar, de escuchar y echar una mano.

Son esas las personas que te animan, sin pretenderlo, a dar gracias a Dios por la vida, a creer en el ser humano, a afrontar con esperanza un nuevo curso, a renovar la certeza de que en nuestras propias manos está ir construyendo un mundo más humano y libre, en el que se eclipse la tristeza y vaya amaneciendo la fraternidad.

1 Comentario

  1. Lorenzo Campillo

    Pues sí, Josan, gracias también a tí por enseñarnos a dar gracias a dios y a tanta gente buena que es positiva y lucha por serlo. ¡Nos mueve la esperanza! Un abrazo

    Responder

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