Hace unos meses hice una foto a un grupo de tres, dos niñas y un niño; los tres semejantes en algún aspecto, y diferentes en otros (tres colores de piel y tres historias personales y familiares bien diferentes). Posaban con satisfacción junto a un puzle que habían conseguido montar entre los tres después de dedicar un buen rato a esa tarea de cooperación.
Al ver la foto publicada en las redes sociales de la obra y de la plataforma social, pensé en otras fotos que había hecho en otros momentos, con motivo, por ejemplo, de algún Campobosco, o en el encuentro del Movimiento Juvenil Salesiano en agosto de 2015. En ambos casos eran más de tres jóvenes los que salían en la imagen (¡ciertamente!), y esa diferencia evidente me hizo pensar en algunos aspectos y actitudes referentes a nuestra acción educativa y pastoral.
Como el Maestro, que se fija en la viuda que echa unas monedas en el cepillo del templo y valora su gesto, ¿sabemos fijarnos y valorar lo pequeño, lo sencillo? ¿Lo apreciamos y le damos importancia, o nos va más lo multitudinario, lo espectacular?
¿Tenemos que propiciar actividades y momentos “espectaculares” y “multitudinarios”? Sí. Pero que no nos lleguen a deslumbrar, a hacernos creer que ya lo tenemos todo hecho, y a dejar de invertir energías en lo sencillo (y en favor de los sencillos), como si eso no tuviera importancia.
Por otra parte, si hay tantas diferencias en los tres chavales preadolescentes de la foto mencionada, como he dicho más arriba, imaginemos en un grupo con centenares de jóvenes. En ambos casos, poner la atención en el grupo, sea grande o pequeño, es importante, pero insuficiente; hay que mirar de poner el foco en cada persona, hay que poder llegar a cada joven (por lo menos, intentarlo), escuchar su historia, ver cómo está y qué necesita, dirigirle palabras y hacerle ofertas adecuadas a su situación…
Por un lado, pues, personalizar, no conformarse con lo grupal y con lo multitudinario. Y por otro, dedicar energías a lo sencillo, valorarlo, apreciarlo (¿optar por lo sencillo y los sencillos?), no tener miedo a reducir las dosis de espectacularidad.
(Es tan obvio lo que he dicho que me lo podía haber ahorrado. Pero, mira, me ha parecido bien recordarlo).
No, no está de más recordarlo.
Gracias.