Miles de menores, adolescentes y jóvenes en todo el mundo son los beneficiarios cada día del trabajo de los misioneros salesianos y del carisma de Don Bosco. La educación, a través del Sistema Preventivo, se plasma en la alegría y en las actividades de ocio y tiempo libre como elementos formativos para el desarrollo integral de los alumnos salesianos.
Cada persona es distinta e importante por sí misma y a cada una los misioneros salesianos intentan ayudar y conseguir que desarrolle todas sus capacidades. Abdul, Abuk, Saidi y Edwin son sólo cuatro ejemplos de menores a los que un buen día les cambió la vida cuando se cruzaron con los Salesianos, que se interesaron por ellos y comenzaron a reescribir su futuro.
Abdul, un héroe superviviente de la violencia cruel
Abdul tiene 12 años, es de Sierra Leona y sabe que en una parte de su cabeza no le crecerá jamás el pelo. Un juego con sus amigos le ha salido tan caro que casi le cuesta la vida. Los Salesianos luchan por ver en la cárcel a quienes le infligieron tanto dolor sin sentido. Jugaba a policías y ladrones cuando decidió esconderse en la casa de unos vecinos. Nada más se supo de él durante seis días. El juego acabó en un secuestro y en maltrato por parte de sus captores: sin comer, con golpes, cortes, descargas eléctricas y, lo peor, con la cabeza quemada con una plancha. Cuando logró escapar la Policía avisó a los Salesianos de Don Bosco Fambul. Los maltratadores están detenidos pero han querido llegar a un acuerdo económico para olvidar el caso y los misioneros salesianos se han negado. Abdul luce un aparatoso vendaje y recibe curas a diario. Lo peor son los traumas y los sueños que sufre, pero la custodia la tienen los Salesianos y confían en su recuperación. De momento, ha vuelto a sonreír y juega como un niño más.
Abdul, Abuk, Saidi y Edwin son sólo cuatro ejemplos de menores a los que un buen día les cambió la vida cuando se cruzaron con los Salesianos.
Abuk, una bala le cambió la vida
Abuk es una niña de 10 años. Va a la escuela, sonríe y juega. Nadie diría que durante unos meses estuvo viviendo con una bala alojada en una de sus piernas. Su madre y ella se salvaron de milagro. La familia vivía en Bor, pero una noche dos hermanos y el padre fueron asesinados. Abuk y su madre huyeron y llegaron hasta la misión salesiana de Gumbo en la capital de Sudán del Sur. La pequeña fue operada gracias a los misioneros salesianos y hoy salta y corre como cualquier niña de su edad. Madre e hija agradecen a Don Bosco lo que ha hecho por ellas.
Saidi, un niño refugiado con suerte
Saidi tiene 14 años y hace un año que salió de su casa en Kabul (Afganistán). Dejó atrás todo lo que conocía para escapar de los talibanes. Viajó solo miles de kilómetros y pasó miedo en el mar sin dejar de preguntarse adónde iría. Hoy, Saidi está dentro del programa para menores no acompañados del Instituto Don Bosco de Tournai (Bélgica). Él es uno de los más de 22,5 millones de refugiados de todo el mundo que han huido de sus países por la persecución, los conflictos y la violación de los derechos humanos. “Ojalá no hubiera tenido que irme de mi país nunca. Sin embargo, estoy muy agradecido por las oportunidades que me están dando los Salesianos”, asegura Saidi.
“Ojalá no hubiera tenido que irme de mi país nunca. Sin embargo, estoy muy agradecido por las oportunidades que me están dando los Salesianos”
Edwin, de niño de la calle a soñar con una vida
Edwin es un niño que participa desde hace algunos años de la propuesta educativa de la Fundación Proyecto Salesiano en Ecuador y que en la actualidad reside en el centro de acogida de la Granja Don Bosco. “En mi vida antes sólo me importaba yo: ni tan siquiera mi familia: vivía en la calle, me drogaba, hacía todo mal y robaba. No iba a mi casa en días y no escuchaba a mis papás. Les decía que no los quería. Después me empezaron a pegar y me fugué de casa y dejé de ir a la escuela”, comenta Edwin cuando recuerda algunos de los momentos más duros.
En su nuevo hogar convive con otros niños que comparten historias semejantes a las suyas. Los días se suceden con pequeñas rutinas que les hacen responsabilizarse poco a poco y que tienen que compaginar con la escuela: “Ahora me siento bien porque hay alguien que me ayuda y me apoya, así que cuando sea mayor quiero tener una profesión, ganar mi propio dinero de manera honrada y formar una familia”, asegura con alegría.
Excelente muestra de amor y entrega de los misioneros Salesianos.