Si tanto el tipo de trabajo como las personas destinatarias le motivaban, ¿cómo es que a las pocas semanas tomó la decisión de abandonar y volver a alguno de nuestros proyectos? Pues la razón fundamental se basaba en que no encontraba el “ambiente” para poder trabajar a gusto en una entidad social, que, de por sí, ya supone un cierto desgaste. Echaba en falta el cuidado del equipo, cosa que sí había experimentado con nosotros.
No es el único caso. En alguna ocasión, personas que han estado con nosotros y que han buscado otro lugar de trabajo, por las razones antes expuestas, cuando han venido a visitarnos han expresado cómo añoran los momentos de equipo, los momentos de “pastoral”, de reflexión, de convivencia…
A principios de febrero de este 2023 voy al ambulatorio del barrio a recoger un medicamento. Sé que en el equipo hay una enfermera cuya hija trabaja en una de nuestras plataformas sociales. No la conozco, fue su hija la que me lo comentó después de una sesión de formación. Ahora, en el ambulatorio, me dan hora con una enfermera; el nombre coincide con el que la joven me había dicho, y sí, resulta que es ella. Me atiende, y, después de aclaradas las cuestiones médicas, me presento y hablamos un poco de su hija; ha empezado a trabajar este curso y está contenta. En un momento de la breve conversación me dice: “Como padres nos da la impresión de que cuidáis a la gente”. Cualquiera habría sentido satisfacción al oírla pronunciar esta frase. Frase que he repetido, y que repetiré, en reuniones de responsables de proyectos, de equipos directivos, y también a personas concretas con algún cargo de responsabilidad.
Porque, aunque haya cosas que no hacemos del todo bien (incluso mal, y yo el primero), está bien reconocer las que sí hacemos bien. Y una dosis de autoestima es necesaria. Porque demostramos, y nos demostramos, que algunas actitudes que más apreciamos de nuestro Sistema Educativo (como la cercanía, el trato familiar, la presencia animadora o el afecto sincero) no están solamente para tenerlas en cuenta y aplicarlas en la relación con las personas destinatarias, sino también con las responsables de la acción educativa, y con los equipos. Y, de hecho, lo estamos haciendo, como he destacado al principio.
Porque la persona que se siente valorada, cuidada y apreciada, aprende a valorar, a cuidar y a apreciar a las otras. Y eso va creando un clima de convivencia y de relaciones que repercute positivamente en la tarea educativa.
Porque cuidando a los equipos y a las personas, se crea un ambiente de cohesión y confianza que ayuda a afrontar y a superar los malos momentos, que de sobras sabemos que los hay.
Porque, en definitiva, cuidar es una forma de amar, una manifestación del amor: porque amamos, cuidamos.
Sigamos, pues, cuidando. Porque “la gente” (“nuestra” gente”) lo necesita. Y se lo merece.
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