Del tsunami a la Casa Don Bosco de la esperanza

6 julio 2022

Llegue a vosotros mi cordial saludo como cada mes, mis buenos amigos del carisma de Don Bosco. Sabéis que, en lo posible, me complace compartir con vosotros los ecos de muchas de las cosas increíbles que tengo la fortuna de vivir.

Hoy también quiero hablaros de algo similar. Dos semanas atrás me encontraba en Tailandia animando las presencias salesianas en esa bella parte del mundo. Entre los objetivos de la visita, uno de ellos era el conocer una pequeña y hermosa presencia ubicada en un lugar de dolor (y hoy de vida); en el mismo lugar donde aquel 26 de diciembre de 2004 un terrible tsunami arrasaba una gran parte de Indonesia, y regiones e islas limítrofes, llegando al sur de Tailandia. En Indonesia fueron unos 172.000 los muertos y desaparecidos. En ese pequeño pueblo de pescadores y de turismo, los muertos y desaparecidos llegaron a casi 8.000 personas. Una verdadera tragedia.

En aquel momento, mi predecesor en el servicio a la Congregación en aquel momento pidió al Provincial de aquella Inspectoría Salesiana el ponerse de inmediato en movimiento para poder acoger en una nueva presencia salesiana (ya que no estábamos allí hasta ese momento) a muchos de los huérfanos víctimas del tsunami. Así se hizo y en muy poco tiempo más de 117 muchachos y muchachas tenían una casa y en ella una familia grande que los acogía, les daba seguridad y, aún dentro de su dolor, una oportunidad para mirar a la vida con esperanza. Así pasaron los años y aquellos chicos y chicas crecieron, pudieron formarse y hoy son mujeres y hombres con sus familias y sus vidas bien encaminadas. Toda una bendición aún en medio de la tragedia.

La esperanza tras el tsunami

Pero hoy, 18 años después, ya no hay, por fortuna, huérfanos en Kaolak. ¿En qué ha derivada esa presencia salesiana? Eso es lo que yo pude ver con mis propios ojos. Al llegar nos esperaban 42 niños y adolescentes, entre 6 y 15 años; viven una preciosa vida de amistad y familia. Están organizados en 5 casitas preciosas, sexagonales, en la que tienen cocina, lugar para lavar su ropa, aseos y duchas, sala de estudio, comedor y un pequeño dormitorio. El lugar es paradisíaco como toda aquella región. La vegetación exhuberante y frondosa. Detrás de las casitas una pequeña montaña. Un poco más lejos, en la costa, el bellísimo mar. Y muy cerquita de la casa salesiana está la escuela pública que frecuentan.

¿Y quienes son estos chicos y chicas? Pues como dije ya no tienen nada que ver con el tsunami del mar, pero sí con el tsunami de la vida, pobrezas, fragmentaciones familiares. Por lo general no tienen padres; hay quienes tienen la protección de un tío lejano o un familiar más lejano todavía. Y la casa salesiana es esa oportunidad que transforma vidas, que lleva a cabo verdaderos ‘milagros’. Sí, reitero la palabra: Verdaderos ‘milagros’. Puedo aseguraros que me conmovía al saber que las jovencitas que allí están, en esta que es su casa, tienen la oportunidad de prepararse felizmente para la vida, sentirse cuidadas y protegidas, formarse, estudiar… a veces hasta los más altos niveles. Y, ¿sabéis por qué digo que es un milagro? Porque sin esta oportunidad, a esas preadolescentes de 13 años podría esperarles el caer en cualquier red de prostitución o explotación de menores, o bien ser obligadas a tener un marido muy mayor o anciano con solo 14 años. Me decía a mí mismo: “Sólo por esto merece ya la pena el hermoso ideal del carisma de Don Bosco que se sigue encarnando y haciendo realidad hoy, 165 años después”.

Algo que encuentro maravilloso

Podrían pensar que allí tenemos una comunidad salesiana, pero no es así. Las presencias en Tailandia y los frentes que atender son tantos y tan diversos y grandes que no conseguimos llegar a todo como comunidades salesianas, pero sí como presencias salesianas con educadores y educadoras salesianos de todo tipo. Y, en concreto, en la ‘Casa Don Bosco de la esperanza’ son dos laicas consagradas quienes están al frente de esta presencia educativa, y quienes hacen de mamás las 24 horas del día. Es también un matrimonio de salesianos cooperadores quienes se encargan de la intendencia, compras, lo que se necesite, y hay una señora, una auténtica Mamá Margarita que cocina y acompaña todos los procesos de preparación de las comidas. La Provincia salesiana asegura que nos les falte lo necesario. Es otra presencia más y se vela por ella con el mismo cariño.

Y dos últimas cosas: la creatividad salesiana hace que esos muchachos hacen manualidades de gran calidad que después venden y van consiguiendo un fondo para llevarse cuando dejen la casa salesiana. Incluso la Inspectoría Salesiana está preparando un puesto de venta de todo lo que elaboran para que puedan tener visibilidad al público, especialmente entre los turistas.

Mi corazón se llenaba de gozo al escuchar que un 12% de estos muchachos y muchachas de Don Bosco llegaban a la universidad. Un 15% hacían después algunos estudios técnicos en nuestras escuelas de FP y más de un 50% terminaba la enseñanza del colegio público, encontraban un trabajo con el que comenzar su vida con autonomía. A los otros se les perdía la pista o no había noticia de ellos.

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