Este episodio me hizo pensar en cómo, como sociedad, podemos optar por dos caminos: construir más muros o tender puentes. Si elegimos el primero, caeremos en la trampa de dividirnos, de ver al otro como una amenaza. Pero si, en cambio, optamos por construir puentes de comprensión y solidaridad, puentes de evangelio, abrimos la puerta a una sociedad más justa y compasiva, estamos construyendo de esta forma el Reino de Dios.
En este artículo, quiero hablar de la importancia de ver la inmigración en España no como un problema, sino como una oportunidad para redescubrir nuestros valores de humanidad y acogida.
Un viaje hacia la esperanza
Cada persona que llega a nuestras costas trae consigo una historia de sacrificio. Son personas que dejan atrás la pobreza, la violencia y la falta de oportunidades en sus países de origen, soñando con un futuro mejor para ellos y sus familias. Los riesgos que asumen al cruzar el mar, a menudo en condiciones de extrema precariedad, reflejan su determinación y su esperanza en encontrar una vida digna.
Estos migrantes buscan lo mismo que cualquiera de nosotros: seguridad, paz y una oportunidad para construir una vida mejor. Sin embargo, al llegar, a menudo se enfrentan al rechazo y a la indiferencia. La idea de que “vienen a hacer nuestras calles inseguras” es un estereotipo que surge del miedo y de la desinformación. Pero ¿qué pasaría si en lugar de levantar barreras, nos acercáramos a ellos y escucháramos sus historias?
El llamado a destruir muros
Los muros, aunque invisibles, pueden ser tan impenetrables como los de cemento y ladrillo. Son los muros de los prejuicios, del rechazo y del miedo. La inmigración no es una amenaza a nuestra seguridad, sino una oportunidad para demostrar nuestra compasión y humanidad. Como cristianos, tenemos el llamado de ver al prójimo no como un extraño, sino como un hermano que necesita apoyo. Destruir estos muros implica deshacernos de nuestros prejuicios y tender la mano a quienes necesitan una oportunidad.
Construyendo puentes de solidaridad
Construir puentes significa trabajar juntos para crear una sociedad donde todos, sin importar su origen, puedan vivir con dignidad. En Canarias, la Fundación Don Bosco ha asumido este llamado, brindando un apoyo invaluable a jóvenes migrantes que se encuentran en situaciones de gran vulnerabilidad. A través de proyectos como los Pisos Buzzetti y el Programa de Acompañamiento a Chicos en la Calle, la fundación no solo les proporciona techo y alimento, sino también un espacio de acogida y esperanza juntos a estos proyectos también están todos los programas de búsqueda de trabajo que tanto bien hacen.
Los Pisos Buzzetti representan un hogar temporal y seguro para los jóvenes que han llegado solos. Aquí, encuentran el respaldo emocional y educativo necesario para retomar sus estudios, desarrollar habilidades laborales y proyectar una vida estable. Por otro lado, el Proyecto de Acompañamiento a Chicos en la Calle brinda apoyo inmediato a jóvenes migrantes en situación de calle, ofreciendo orientación y escucha, y sobre todo sentirse acogidos y queridos y no juzgados. Cada gesto de solidaridad y cada sonrisa se convierten en los ladrillos que construyen un puente hacia la inclusión.
La labor de la Fundación Don Bosco es un ejemplo de que la verdadera acogida va mucho más allá de la asistencia básica. Construir un puente de solidaridad implica crear vínculos humanos y afectivos que transforman vidas y que, a su vez, enriquecen nuestra sociedad.
Verdaderamente viendo el trabajo que realiza los salesianos y tantos trabajadores de la fundación podemos descubrir muchas historias en la que se podría titular sin duda alguna que el amor verdaderamente salva vidas.
Una invitación a la reflexión y la acción
La inmigración en nuestra tierra es un desafío, pero también una llamada a la empatía y la solidaridad. Las soluciones no vendrán de la creación de nuevas barreras, sino de la construcción de puentes que permitan el entendimiento y la integración. Al escuchar aquella frase llena de prejuicio aquel día, pensé en cuántas personas aún ven la inmigración con miedo. Pero el amor al prójimo y los valores de nuestra fe nos invitan a abrir los ojos y el corazón.
Como sociedad, tenemos la oportunidad de ser una comunidad que construya puentes en lugar de levantar muros. Que cada uno de nosotros elija ver en el otro a un ser humano con esperanzas, miedos y sueños, y que nos convirtamos en ese faro de esperanza que muchos buscan.
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