Don Bosco, “ese hombre de Dios que siempre pidió ayuda a los demás”

3 noviembre 2020

Amigos lectores del Boletín Salesiano, amigos de Don Bosco y de su carisma. Os saludo ya casi al final de 2020. Todos vivimos y recordaremos como un año duro, doloroso en muchos sentidos, un año que nos ha cambiado, sin pretenderlo, nuestros hábitos de vida y costumbres, o al menos los ritmos personales, familiares y de comunidad.

Pensando en todo lo que significa un año, he pensado en algo que llevo muy en el corazón: no sé si por educación o por mi propia naturaleza, tengo grabada la necesidad permanente de agradecer y de ser agradecido ante tanto que recibo en la vida y que no tiene nada de mérito personal. Ignoro si otras personas lo sienten así. Quizá otras personas consideren que todo le es merecido, incluso la vida, pero no es mi caso.

Y yo deseo aprovechar este número del Boletín Salesiano para agradecer en nombre de Don Bosco a los miles y miles de personas que son bienhechores, que ayudan a las obras salesianas del mundo.

Me ha llamado la atención hace unos días algo que yo considero sencillo. Después de seis meses, consideré que debía grabar un video mensaje que pudiera ser difundido por las redes para agradecer la generosidad de tantas personas que han respondido según sus posibilidades a la ayuda en favor de los más golpeados por la COVID-19. Lo hice con sencillez y verdad. Y me llegaron decenas de mensajes que me agradecían la transparencia, el explicar lo que se había hecho con esas ayudas y el monto total de lo recibido. Y entiendo que no puede ni debe ser de otro modo.

“Pedid y se os dará”
Don Bosco se pasó la vida pidiendo ayuda a cientos y cientos de personas. No pedía para él, pedía para sus muchachos. Y, al mismo tiempo, creía en la Divina Providencia, y, por eso mismo, se movía incansablemente llamando de puerta en puerta.

Y pedía ayuda económica y ayuda de personas para sacar adelante la tarea. No dudó en pedirla a todo aquel que pudiera contribuir a dedicar algo de su tiempo o de sus bienes en favor de la juventud necesitada. Se fue haciendo ayudar de laicos, mujeres y hombres, y de sacerdotes que colaboraban con él de múltiples formas. Tuvo la ayuda de su querida madre, Mamá Margarita, de quien me gusta decir, creo que, con valor histórico, que juntos fundaron el Oratorio, puesto que al genio creativo y apostólico de Don Bosco se le sumó la delicadeza materna de su madre que daba calor femenino a esa casa. Acompañó y animó a su hijo en los difíciles comienzos del Oratorio y del trabajo con los chicos que llamaban a la puerta de su casa. Junto a Margarita estuvo la madre de Miguel Rua, uno de los primeros salesianos a partir de aquel 18 de diciembre de 1859 y su primer sucesor; también la madre del arzobispo Gastaldi, y el padre de Domingo Savio. Este grupo de personas, que conocía y quería bien a Don Bosco, fueron dando a su obra un matiz totalmente distinto al que existía en otras instituciones de la época. Fueron dando al ambiente educativo la impronta de un “clima de familia”.

En su capacidad de pedir ayuda, Don Bosco supo contar con sacerdotes que ofrecían algo de su tiempo a la Obra de los Oratorios, sacerdotes y amigos, e incluso el maestro espiritual don Cafasso, y también el teólogo Borel y don Murialdo. También otro grupo de bienhechores y simpatizantes ayudaban con su aportación económica a las obras iniciadas por Don Bosco en Turín, en varios lugares de Italia, Francia y España, así como en las misiones de América.

Nuevos tiempos, nuevas formas
Los tiempos han cambiado, pero os puedo asegurar que las situaciones que hoy se viven en el mundo, en la Iglesia y en las presencias salesianas, son similares a los tiempos de Don Bosco. Cuando he visitado las obras y muchachos más pobres de América Latina, África, India y algunas naciones de Oceanía, me parecía ver situaciones no mejores que las que Don Bosco tenía en Valdocco.

Y os puedo asegurar que esto no me desanima, sino que renueva en mí la convicción de que en cada tiempo el Espíritu de Dios suscita a millones de personas un corazón que desea hacer cada vez más humano este mundo. Sin duda, que entre ellas estáis vosotros y yo.

Gracias por este esfuerzo, por creer que merece la pena, por no dejarse envolver por la acidez de personas que siempre dudan de todo y todos, y por creer que podemos vivir con la esperanza. Así lo propongo yo a nuestra Familia Salesiana para el nuevo año: en este tiempo difícil, más que nunca, nos mueve la esperanza. Os deseo todo bien.

Saludo de Don Ángel Fernandez Artime,
Rector Mayor de la Congregación Salesiana

Fuente: Boletín Salesiano-Noviembre 2020

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