Mis buenos amigos y amigas del Boletín Salesiano, amigos todos del carisma de Don Bosco. Os estoy escribiendo este saludo desde Quito (Ecuador), en una provincia salesiana que se distingue también por las misiones entre los pueblos originarios Ashuar y Achuar, así como la tarea educativa con los muchachos recogidos de la calle y aquellos más desfavorecidos.
Y en un encuentro con un salesiano del Perú, he tenido la gran alegría de escuchar una realidad que me ha hecho sentir fuertemente en el corazón lo siguiente: Don Bosco habría hecho lo mismo.
Comparto con vosotros
Se trata de una nueva presencia salesiana en Lima (Perú). La casa en la que se acogen a estos muchachos y familias (y luego veréis por qué os digo también ‘familias’) se llama Casa Don Bosco para la acogida de jóvenes inmigrantes y refugiados.
La iniciativa surgió hace cuatro años, en el año 2018, acogiendo en la casa salesiana a cinco muchachos, todavía menores de edad, que habían llegado sin papeles procedentes de Venezuela. Estaban en Lima en la calle; ahí intentaban vivir y sobrevivir hasta que recibieron la invitación de ir a la casa de Don Bosco. Pensaba mientras lo escuchaba: es el mismo camino que hizo Don Bosco en Valdocco en el inicio del Oratorio en la casita Pinardi.
Aquellos muchachos comenzaron allí su ‘otra vida’ en Lima. Desde entonces han pasado por esa casa, hasta encontrar una situación estable, más de 600 jóvenes. En la actualidad, son cuarenta y siete quienes viven en la casa, y siete de ellos ya son jóvenes adultos que tenían a su familia o joven esposa y la han traído.
Los jóvenes toman contacto con la Casa Don Bosco, que cada vez es más conocida, puesto que entre ellos se ‘pasan la voz’. Los que lo desean se quedan allí a vivir, comparten vida con otros jóvenes y educadores y el salesiano que acompaña el proyecto, y que todos los días sigue la vida de la casa y acompaña el ritmo de cada joven hasta que los últimos, con frecuencia jóvenes que trabajan en la hostelería, llegan a la casa de Don Bosco para descansar, terminada la jornada, hacia la una de la madrugada. Imaginarme a mi hermano salesiano siendo amigo, hermano y padre, y esperando hasta muy tarde al joven que regresa del trabajo y ofrecerle la cena junto con otros dos educadores, me llegaba muy al corazón. De nuevo me dije: Don Bosco haría lo mismo.
Se ayuda a estos muchachos también en la preparación de documentos, ayuda psicológica por parte de psicólogos voluntarios, y se les da alguna pequeña capacitación y a quienes se ven idóneos para ello, también la posibilidad de iniciar un trabajo con el que ganarse honradamente la vida. Estos jóvenes vienen de las más diversas situaciones, han vivido las más diversas violencias. Son de las más variadas sectas o sin ninguna referencia religiosa. Lo único importante es que son jóvenes que necesitan ayuda. Esa es la única documentación que se presenta. Todo lo demás se irá arreglando.
Don Bosco habría hecho lo mismo
Como decía, algunos de ellos han llegado a tener trabajo del siguiente modo. Con ayuda de Misioni Don Bosco de Turín, y de la Procura Misionera de Bonn (Alemania) se han comprado veinte motocicletas, y a los jóvenes que encuentran trabajo como repartidores se les ofrece una motocicleta a su servicio. No se regala. Es para ellos, pero la van pagando poco a poco, en el paso de los meses o años con sus ahorros del trabajo. Y con el pago de las mismas se compran otras para que nuevos jóvenes puedan tener un trabajo. Me gustó esta respuesta creativa ante situaciones de emergencia. Y me parece que es un medio magnífico para sacar a estos jóvenes del peligro de la drogadicción. Muchos de ellos, en la actual ya venían consumiendo algún tipo de estupefacientes. La Casa Don Bosco les está ayudando a alejarse por completo de ello.
Y hay algo más que me pareció precioso. Resulta que varios de estos jóvenes dejaron a su joven esposa, a veces con un bebé en su país. Por fortuna, aprovechando que la Casa es grande, siete de estos jóvenes matrimonios tienen como su propia habitación donde la familia ha podido reunirse y tener un pequeño hogar, en el que luego comparten espacios como cocina y comedor con otros jóvenes matrimonios, acompañados también por los educadores y el hermano salesiano que guía el proyecto en nombre de la comunidad salesiana cercana de la que forma parte.
Lo importante es que la Casa Don Bosco para inmigrantes y refugiados de Magdalena del Mar en Lima está cambiando para el bien la vida de muchos jóvenes o de matrimonios jovencísimos. Y quizá de cosas así no se habla en los noticieros de cada país. Quizá cada día nos ‘alimentamos’ de noticias terribles y duras, pero también el bien que se siembra cada día existe. Y ese bien se debe compartir y dar a conocer.
Gracias queridos amigos y amigas por acoger también con un corazón grande estas buenas noticias. Sigo convencido de que Don Bosco hoy estaría haciendo lo mismo.
Fuente: Boletín Salesiano
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