El abrazo de mamá

Aprendiendo a Vivir

25 mayo 2023

Sergio Martín, SS.CC.

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La depresión, ansiedad y trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes. El suicidio es la cuarta causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años, según reporta la OMS.

Hay datos que, tomados fríamente, reflejan un panorama que conduce al desaliento, a la desesperanza, a la impotencia. No son pocos los estudios, informes y noticias periódicas que alarman sobre el deterioro de la salud mental en toda la ciudadanía occidental, paradójicamente subida al tren del bienestar económica y social, y en los jóvenes en particular. Las estadísticas apuntan a números que, transmutados por rostros y vidas concretas, revelan el sufrimiento de muchos caminando por un túnel oscuro, sin referencias de luz que guíen sus pasos.

La cruz de la ansiedad

Tiene apenas quince años y en su mochila carga con la cruz de la ansiedad. De la noche a la mañana, su prometedora existencia subió a una montaña rusa de emociones que la llevaron a saborear el vacío, el sinsentido, la soledad más amarga, las ganas de mecerse entre los brazos de la muerte. Daba igual su entorno, estable como de manual, su brillante trayectoria académica… su mirada comenzó a estrecharse y solo encontraba bálsamo y consuelo en canciones de alto voltaje decibélico y letra hueca de sentido. Ha estado ingresada en un hospital psiquiátrico casi un mes dejando una familia devastada y ahora se debate entre días en que las ganas de luchar pueden frente a la amargura y días en que ni siquiera encuentra en sí misma fuerzas para levantarse de la cama. Cuando su equilibrio se pierde, su único refugio natural son los brazos de su madre; entonces, sus quince años evocan esos primeros momentos en que más cobijo cálido necesita un recién nacido.

En este mes de María, Madre de la Iglesia, situaciones como la de esta joven nos impelen a ser abrazos de consuelo y fortaleza para tantas personas que, en el túnel de sus vidas, precisan de una luz que les ayuden a recobrar el sentido de la vida. El papa Francisco nos recuerda que ser luz implica una irradiación que puede derivarse no solo de nuestras palabras, sino, sobre todo, de nuestras buenas obras, de nuestro testimonio. Somos instrumentos para que la luz de Jesús, máxime en este tiempo pascual, tiempo de luz por excelencia, llegue al más necesitado. Todos anhelamos los brazos de mamá y todos estamos llamados a serlo para quienes sufren.

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